Posteado por: B&T | martes, agosto 16, 2011

Las dos interpretaciones del Concilio Vaticano II: ¿Mito o realidad?

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Título: Las dos interpretaciones del Concilio Vaticano II: ¿Mito o realidad?
Autor: Matteo D’Amico
Tomado de la edición en inglés de «Sí, si: No, no» de agosto de 2008. El artículo original fue traducido del italiano al inglés del Courrier de Rome de marzo de 2008
Traducción: Alejandro Villarreal -agosto de 2011- Traducido y publicado aquí sin el permiso expreso del autor

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Han pasado más de 40 años desde la clausura del Concilio y estamos enfrentando la paradoja de un Concilio que quiso hablar mediante un nuevo lenguaje, más comprensible para el hombre moderno, y aún así, éste permanece siendo objeto de discusiones acerca de su correcta interpretación. Hemos crecido acostumbrándonos a escuchar acerca de “las dos hermenéuticas del Vaticano II”, dos interpretaciones de los documentos conciliares que han dominado durante el turbulento periodo post-conciliar con dos lecturas muy diferentes, si no es que opuestas, sobre los mismos documentos.

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La Hermenéutica de la ruptura

La primera lectura es la de los progresistas, encarnados por la Escuela de Bolonia en Italia, heredera de la escuela fundada por Don Giuseppe Dosseti, su punto de vista es el punto de vista de la rebelión. Esta visión pone énfasis sobre los puntos de ruptura entre el Vaticano II y la Iglesia pre conciliar, lo cual incluye algunas doctrinas comprendidas bajo el título de eclesiología: primacía papal, los poderes de los obispos, el sacerdocio, la libertad religiosa, el ecumenismo, el papel del pueblo de Dios, el matrimonio y la moral sexual.

Según este punto de vista revolucionario, el Concilio fue la ocasión de un “nuevo Pentecostés”, una refundación radical de la Iglesia por medio de una purificación de todos sus defectos que desfiguraron su rostro y dificultaron su misión. La nueva Iglesia debería ser más una Iglesia “espiritual”, perfilada por el Papa Pablo VI en su famoso discurso de clausura del Concilio y en la “simpatía” que este discurso expresó hacia el mundo moderno. La eclesiología que subyace en la hermenéutica de la ruptura adopta como el eje de su estrategia la laicización del clero y la clerificación del laicado con el propósito de poner en práctica la utopía imaginada por algunos en un camino que redoblará el fervor y la intensidad de la vida de la fe. Consiste en disolver los límites entre el clero, los religiosos y los laicos, en la mezcla del mundo secular con el religioso, que culminaría en una realidad indistinguible, igualitaria y gnósticamente híper democrática. En esta visión, muchos aspectos teológicamente centrales y simbólicamente decisivos de la Iglesia “antigua” son cuestionados: el celibato de los sacerdotes y el poder de Pedro y los obispos.

Pero es igualmente obvio que en esta interpretación, la nueva idea del “pueblo de Dios”, no podía haber prevalecido sin efectuar  la desacralización del santo sacrifico de la Misa, el cual, en el Misal Tridentino era mucho más evocativo de la majestad de Dios y del reinado de nuestro Señor Jesucristo. En la visión dossetiana descrita aquí, la nueva Iglesia post conciliar es concebida como verdadera en la medida en que se alinee con los valores enarbolados en la Ilustración, la Revolución francesa y en la teoría política moderna liberal-democrática. La salvación ya no es concebida como una realidad sobrenatural, la cual, en última instancia sea el resultado de la acción de la gracia y la libre cooperación del bautizado para con ésta; en su lugar, es vista como un proceso (en el cual importa poco qué es lo que está implícito) de inmanentización del escatón cristiano como una práctica político social terrenal de redimir a la humanidad liberándola de la guerra, las injusticias, la pobreza, las divisiones y la falta de derechos o del trabajo, y en el cual Jesús se convierte meramente en el símbolo perfecto del arquetipo humano y la Iglesia es concebida como la promotora más comprometida y la más iluminada de este proceso.

Para la hermenéutica de la ruptura (o de la rebelión), la crisis en la Iglesia, después del Concilio, no es preocupante por dos razones: al igual que toda visión de revolución o insurrección en la historia, está fundamentada en la convicción de la destrucción del pasado y de cada símbolo que se refiera a éste, como condición indispensable para la inauguración del Nuevo Orden Mundial y la total encarnación de lo “bueno” en la historia, y esta destrucción coincide con el advenimiento de un mundo revolucionario soñado por los utopistas. En segundo lugar, las formas que están debilitándose o extinguiéndose: el sacerdocio ministerial, los claustros y el monasticismo, la liturgia, la confesión, la autoridad de los obispos, las escuelas católicas, etc., eran seriamente imperfectas y habrían dificultado, si hubieran permanecido, el amanecer del nuevo espíritu de la Iglesia, esotéricamente presagiado en los documentos del Vaticano II. Si la Iglesia está enferma, su actual crisis en realidad es un signo de salud y de renacimiento. No es ajeno a la mala fe que ellos prefieran no quejarse o hablar de esto, ellos saben que existe una crisis pero es una estrategia no decir nada sobre ello, y no porque en realidad piensen que nada negativo esté pasando.

Aquellos quienes se resisten a esta transformación, defendiendo a las ahora patéticas “formas antiguas” y su encarnación de la Fe no están conteniendo la diseminación del error y la iniquidad, de tal forma que representen un obstáculo para el advenimiento de la era pre milenarista del Espíritu Santo. Aquellos, quienes como el Card. Martini, hacen un llamado para un Concilio Vaticano III, lo hacen pensando en una ratificación explícita y pública de la “nueva Iglesia”, anunciada oscura y equivocadamente en los documentos del Vaticano II.

La hermenéutica de la ruptura está inevitablemente fundada bajo una teología de inspiración modernista, es decir, sujeta a la filosofía moderna, la antropología y la filosofía política. Consecuentemente, no parece haber dificultad al hablar de ruptura, de una superación, una revolución, un cambio de nivel de autoridad, de teología, de dogma y moral: la esencia de la cultura moderna, y por supuesto, es la negación de la idea de inmutabilidad y la eternidad de la Verdad, y por lo tanto en general, del hecho de que los problemas puedan ser expresados en términos de verdadero y falso, esto es, lo opuesto a la contradicción. Pero si la esencia de la modernidad es la negación de la verdad en general, lo cual, si es así, es inmutable y eternamente igual a esto mismo [porque pretende ser una verdad, la verdad de la “no verdad”], entonces su esencia es la negación de la Palabra, la negación ateísta de Dios. Ahora, es evidente, sobre el plano teológico, que la hermenéutica de la ruptura es indefendible, ya que si fuese correcta, eso sólo significaría que por casi 2 mil años, la Iglesia ha enseñado el error, lo cual es imposible dada su santidad e infalibilidad, o que la verdad o la fe, o el dogma puedan cambiar, lo cual es lógicamente absurdo. “Ruptura” significaría que, de hecho, la Iglesia no es una institución divinamente fundada, y que así, la fe cristiana es falsa.

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La Hermenéutica de la continuidad

Lo que se nos presenta como hermenéutica de la continuidad tiene como propósito la tesis según la cual no existe el rompimiento, ni la discontinuidad entre la Tradición y el Magisterio anterior al Vaticano II, y las doctrinas defendidas durante y después del Vaticano II. Según esta visión, el Concilio debe leerse e interpretarse a la luz de la Tradición como un desarrollo homogéneo, como una modernización y re expresión de las mismas verdades en un lenguaje y conciencia cultural adaptada al hombre moderno. En esta visión, no existe una brecha, no existe un rompimiento cualitativo entre el Magisterio preconciliar y el postconciliar. En esta visión, por supuesto, sólo existe la aplicación de la mala interpretación de muchos teólogos u hombres de la Iglesia que han deformado el espíritu del Vaticano II y han desorientado a los fieles, haciéndoles creer que están dentro de una nueva Iglesia y no sólo dentro de una Iglesia renovada. La hermenéutica de la ruptura es, desde este punto de vista, condenada de forma abstracta como errónea, sin embargo, sin tomar medidas disciplinarias en contra de sus defensores, por la jerarquía y las autoridades romanas. Aquellos quienes deciden adoptar esta estrategia de interpretación deben pagar un precio muy alto, ya que la destrucción de la Iglesia estaría llevándose a cabo por los mismos hombres de la Iglesia. El actuar conforme a esta visión, lentamente, día tras día, incluso las doctrinas o prácticas que son repugnantes a la verdadera mentalidad católica serán aceptables: primero son toleradas a regañadientes, luego se convierten en costumbre y finalmente son aceptadas por convicción. Al disminuir el combate contra las novedades que destruyen la Fe, cediendo interiormente a nivel de las formas y modalidades culturales del pensamiento filosófico que apuntala la heterodoxia de la nueva teología, los adherentes de la hermenéutica de la continuidad eventualmente se convencen de que no existe nada negativo en la doctrina modernista, ahora universalmente profesada por episcopados enteros y multitudes de sacerdotes. Al enfrentarlos con herejías verificables o posiciones extremas, ellos ya no se escandalizan, negándose a ver en tales posiciones los frutos del Concilio, su inevitable culminación y refugiándose en el mito de las interpretaciones erróneas que deforman su significado y su espíritu. Es fácil identificar los dominios doctrinales en los cuales, lentamente, los defensores de la hermenéutica de la continuidad han llegado a convencerse de las nuevas doctrinas: el ecumenismo, la libertad religiosa, la concepción liberal de la relación entre la Iglesia y el Estado y la moral conyugal.

Si en el caso de la hermenéutica de la ruptura el peligro es la pérdida de la fe, en el caso de la hermenéutica de la continuidad el peligro es la renuncia al principio de la no contradicción, el rigor lógico, el pensamiento correcto, ya que uno debe convencerse de que dos cosas colocadas en contradicción son de hecho, la misma cosa, como el ecumenismo postconciliar y la condenación del ecumenismo por los Papas precedentes, la visión tradicional de la relación entre el judaísmo y la nueva concepción heterodoxa del “diálogo” judeo-cristiano, la condenación de la libertad religiosa [i. e. libertad de cultos] y el liberalismo del Syllabus y la concepción católica liberal de la política. Este deterioro del pensamiento no puede, a largo plazo, dejar de tener un efecto sobre la vida de la fe. Además, los proponentes de la hermenéutica de la continuidad renuncian, o mejor dicho, evitan dirigirse a la crisis en la Iglesia, ellos la minimizan, no hablan de ello por la sencilla razón de que han excluido, a priori, que la crisis pueda haber sido causada por el Vaticano II. En las publicaciones católicas derechistas, secretamente opuestas a las novedades conciliares pero atadas a la hermenéutica de la continuidad, pueden encontrarse excelentes y valiosos artículos en contra del Comunismo o el aborto, pero de ningún modo ellos se atreverían a hablar de las deficiencias del Concilio, o de la heterodoxia de numerosos ejemplos tomados en la jerarquía, quienes han seguido al Concilio, o las algunas veces abiertas posiciones heréticas de sacerdotes o teólogos católicos; o la condenación de serios errores en posiciones o declaraciones de obispos o cardenales, eso nunca sucederá. La crisis será responsabilizada al mundo, a la secularización, o a la cultura izquierdista, mientras sea olvidado que el triunfo de estas posiciones anticristianas en países que habían sido católicos por 15 o 16 siglos, es el resultado y no la causa de la crisis. Se olvidará que las leyes a favor del divorcio, el aborto, la pornografía, la homosexualidad y en contra de cada principio de orden y autoridad, fueron impuestas sobre países de tradición cristiana durante la década que siguió al Vaticano II. Por supuesto, es claro que en cuanto a los enemigos de la Iglesia, con el Concilio y la Iglesia o mejor dicho, los hombres de la Iglesia quienes la representaban entonces, renunciaron a luchar en contra del mundo y su perversidad. En esta visión, con el fin de evitar la mentira del mito absurdo de la continuidad entre la Tradición y el Concilio, los proponentes de la hermenéutica de la continuidad explican los documentos del Concilio y del post Concilio de tal manera que se enfatiza de muchas maneras la coherencia entre la enseñanza constante de la Iglesia y las nuevas doctrinas profesadas, extrapolando sus elementos comunes y nunca tocando las diferencias esenciales entre ellas, ya sea en la letra o el espíritu, lo cual irremediablemente divide a la Tradición y al Vaticano II. La crisis es una vergüenza, ya que es la prueba de que el Concilio no sólo ha sido infructuoso, sino que también ha causado un colapso sin precedente en la vida de la fe, los sacramentos, las vocaciones, las órdenes religiosas y la práctica de la liturgia. El reconocer o admitir la crisis levantaría dudas sobre la presunta continuidad entre el Vaticano II y el Magisterio previo. El resultado es un punto muerto: ya sea minimizando o negando la crisis, o también, admitiéndola pero negándose a explicarla mediante su única y más probable causa, el Concilio mismo.

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¿Por qué dos hermenéuticas?

Debemos considerar las condiciones que hicieron posible la coexistencia por 40 años de dos interpretaciones del Vaticano II, radicalmente diferentes en el seno de la Iglesia. Normalmente, después de un Concilio, sigue un periodo de creación de comisiones especiales, las cuales tienen la responsabilidad de resolver los puntos más difíciles de interpretar, y contestar a las dudas y preguntas de parte del episcopado o el clero que pudieran tener. Rápidamente, debe concurrir el ejercicio del magisterio de la Iglesia en todos los niveles de la autoridad, para ofrecer una interpretación clara e inequívoca de los documentos conciliares: Roma locuta, causa finita. El magisterio papal, como la primera norma de la Revelación (Sagrada Escritura y la Tradición) debe primero y principalmente llevar a cabo su tarea: prevenir la introducción de la heterodoxia, el error, o los elementos heréticos en las interpretaciones teológicas de los textos tradicionales, incluyendo aquellos de recientes concilios. Pero la “estabilización teológica” de la interpretación de los textos conciliares no puede durar 40 años o más. Parecería que lo que tenemos aquí es una hermenéutica infinita y un conflicto indisoluble entre las dos interpretaciones contradictorias, en el caso del Concilio. Lo que está sucediendo es claramente uno de los signos más importantes de la crisis actual en la Iglesia: en efecto, el Magisterio, “la norma más próxima de la Revelación”: su autoridad ha sido ejercitada de modo estéril, sobre sí misma; ya no interpreta la Revelación, sino se interpreta a sí mismo, todo el tiempo está dudando con escepticismo acerca de su propia competencia en la materia. Por una especie de diálogo ensimismado y circular, trascendental, dubitativo, controvertido y dialógico, en vez de estudiar e interpretar la Tradición; la autoridad de la enseñanza de la Iglesia así es progresivamente transformada en un gesto vago e incierto, quizás fascinante culturalmente, pero incapaz de guiar y orientar a los fieles. Además, se debe notar que a partir de la existencia de dos visiones contradictorias y mutuamente excluyentes del Vaticano II, una de las dos debe parecer a la autoridad papal no sólo como algo diferente, sino como algo erróneo y peligroso a la fe. No es suficiente oponerse al error solamente con presentar la correcta interpretación, ya que eso no erradicará el error en sí mismo. Si aquellos quienes erran se niegan a abandonar su error, debe ser necesario invocar ante ellos las sanciones y castigos del Código de Derecho Canónico. La anormalidad y perversidad contra la Iglesia al tener dos hermenéuticas coexistiendo por 40 años nos está llevando a dar un paso más allá.

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Más allá del mito de las dos hermenéuticas.

Hasta el momento hemos considerado de forma abstracta el tema de la hermenéutica del Segundo Concilio Vaticano, afirmando el problema en términos de conflicto entre interpretaciones o posiciones diferentes de escuelas de pensamiento. Pero son necesarias ciertas clarificaciones, en primer lugar, es verdad desde el punto de vista académico que existen dos hermenéuticas, es cierto también que la hermenéutica dominante hasta ahora ha sido la de la ruptura. De hecho, dado el humor general en la Iglesia, la opinión mayoritaria entre los fieles y las convicciones que están enraizando en general entre el clero, estamos obligados a admitir con dolor que estamos siendo confrontados con una situación en la cual se está esparciendo un conjunto de doctrinas que son cada vez más irreconocibles como católicas. La heterodoxia se está extendiendo en cada dominio y en cada nivel, y es vista como algo normal y no como un síntoma de la grave patología de la vida en la Iglesia. Sobre varios temas de importancia doctrinal, como la teología del matrimonio y la moral de la sexualidad, la vasta mayoría de los fieles y parte del clero, ya no están en armonía con la enseñanza católica y actúan de acuerdo a sus propias ideas heterodoxas sin tomar en cuenta a la autoridad, convencidos de que es la Iglesia quien los respalda y que eventualmente cambiará sus doctrinas. Esto significa que la noción luterana de sacerdocio universal y sectario, de la anarquía protestante, se ha convertido en un hábito entre la mayoría de los católicos. Mientras que un número de los pocos que profesan su lealtad hacia la hermenéutica de la continuidad está disminuyendo, la hermenéutica de la ruptura de hecho ha triunfado, al menos materialmente, en los corazones del pueblo católico. Así, la “Escuela de Bolonia” (o la escuela de la rebelión), no es la causa de las desviaciones doctrinales: a pesar de su dominio ideológico, solamente viene montada en la ola neo modernista que ha barrido con la mayoría de los hombres de la Iglesia, incluso en la cúpula.

La crisis sin precedente en la Iglesia no llegará a su fin si sólo nos explayamos en las diferentes  hermenéuticas y en su valor, sino denunciando las falsas interpretaciones heréticas y excluyendo a sus autores de las funciones eclesiásticas de la enseñanza. La infalibilidad en materia de fe y moral no es prerrogativa de los teólogos de Tübingen, de los editorialistas de La Repubblica o del diario Avennire, o los “historiadores” de la escuela boloñesa, sino del Soberano Romano Pontífice, quien es el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra, y quien únicamente posee el poder, la autoridad, los medios, el oficio, y la asistencia del Espíritu Santo, para destruir infaliblemente la herejía y el error, y como un faro, ilumina al pueblo de Dios, el nuevo Israel, la santa Iglesia católica. El hecho de que después de 40 años continúe el debate sobre la correcta interpretación del Vaticano II, es prueba de que en estos 40 años sólo ha habido alguna [débil] aparición de actividad magisterial. En efecto, si bien es cierto que existen dos hermenéuticas en oposición y si admitimos, como estamos obligados a hacerlo, que al menos una está completamente equivocada, no puede haber un auténtico ejercicio del Magisterio a menos que esté acompañado o implique la condenación del error que debe ser refutado. Pero desde el Concilio, estos errores, comenzando simbólicamente con su escandaloso fracaso para denunciar a la tiranía comunista, han ganado reconocimiento oficial paralelamente a la enseñanza de Roma. Este solo hecho es suficiente para desmentir su enseñanza y para revelar su carácter interlocutorio e incierto, carente como lo es, de la fuerza para imponerse con autoridad indiscutible y universal sobre la Iglesia militante y sobre cada hombre. Nuestro más ferviente deseo y animada esperanza es que Pedro, quien desde el Concilio fue y continúa siendo Pedro, no sólo se contente con ser Pedro, sino que actúe como Pedro. En estas horas de incertidumbre y esperanza, todos tenemos la tarea de orar por sus intenciones con renovado fervor.

Matteo D’Amico (La Tradizione Cattolica, No. 1, 2008).

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Traducción de Alejandro Villarreal de bibliaytradicion.wordpress.com

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SOBRE la REPRODUCCIÓN del CONTENIDO de B&T: Se concede el permiso para reproducir, total o parcialmente, las traducciones originales de este blog, en otras páginas o blogs, con la condición de mencionar el origen del mismo, así como a su autor original y el nombre del traductor. El autor de B&T hace lo correspondiente al tomar material de otras páginas, sin excepción, y a pesar de no concordar totalmente con las ideas de otras webs o autores, creyendo que en esto reside un simple pero no despreciable acto de honestidad.

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Respuestas

  1. En la película «Rosemary’s Baby», a Rosemary se le advierte que «todos son brujos».

    • No he visto tal película (ni lo haré), no sé porque el punto de vista torcido (auténticamente satanista) de hollywood acerca del cristianismo deba ser oportuno en un tema que tiene la intención de abordar seriamente la crisis en la Iglesia. Haciendo un poco de investigación, resulta que esta película está basada en la novela del mismo nombre, del autor judío Ira Levin (http://www.nndb.com/people/424/000044292/). La frase que refiere «All of Them Witches«, más bien parecería tener un origen netamente puritano, del que se manifestó en EEUU y que llevó a cabo las ejecuciones masivas de brujas, así «todas/os ellas/os son brujas/os», pudo haber sido un recurso psicológico del autor para llegar más profundo a la mentalidad estadounidense, por el lado del chantaje emocional, tal y como se hace con la leyenda negra de la Inquisición en el mundo hispanohablante, frase e historicidad que es retomada de forma oportunista por un grupo esotérico, tal y como la masonería se apropió de forma oportunista de los templarios. Existe una página donde se comenta la obra (en general) de Levin y donde se habla de esta película de Polanski (otro descendiente de judíos y recientemente pederasta http://www.imdb.com/name/nm0000591/bio) y en donde se alaba, primero a éste útlimo por (parafraseo) «utilizar elementos de la vida común con un fin misterioso», para finalmente darle el crédito a Levin y afirmar de ambos «all of them witches«, es decir, practicantes o creyentes del esoterismo. Esta frase es muy utilizada por otros grupos esotéricos como la logia «Golden Dawn», es decir, tomando en cuenta todo este contexto y algunas «frases célebres» tomadas de esta película, el tema apocalíptico (protestantizado, eso sí) es sólo el pretexto para deslizar muchos otros valores de la cultura anticristiana, como el feminismo, el ateísmo y por supuesto el anticatolicismo centrado en la descalificación de los sacerdotes y especialmente contra el Papa, por ejemplo se cita como frase célebre de esta película lo siguiente: «You don’t need to have respect for him because he pretends that he’s holy» (No tienes que respetarlo tan sólo porque él diga que es santo), ¿cuántos ponen en práctica esta mentalidad esotérica auténticamente satanista sin aceptar que son satanistas? Tengo un post que habla sobre el satanismo y donde se refleja esta opinión en una revista esotérica, donde dicen (parafraseo) que lo más aterrador del satanismo es que muchas personas lo ponen en práctica sin siquiera aceptar o saber el origen de tal conducta. Por lo tanto, no veo cuál sea la pertinencia de nombrar tal cosa en este foro, en el sentido de tomarlo con cierta autoridad.

  2. La situación de la Iglesia realmente es caótica, yo la compararia, o mejor dicho la ejemplificaria con la época de Arrio, en la sin darnos cuenta eramos católicos y al dia siguiente amanecimos arrianos, solamente que en aquella época hubo capacidad de resistencia y existió un S. Atanasio.
    La crisis actual, dada la descristianización imperante que padecemos desde la revolución francesa, ni siquiera nos hemos dado cuenta que somos modernistas, pues el mundo con todas sus pompas nos ha convencido de que la iglesia post-conciliar es la panacea a todos los males actuales, pensamos y actuamos como nos lo indican los grandes medios de comunicación, que estan al servició del nuevo orden mundial, y así vamos sin darnos cuenta que desde hace 40 años nos estamos precipitando al abismo, ahora mismo se está anunciando un encuentro mas en Asís, y esceptuando un pequeño rebaño la inmensa mayoria le abre las puertas a la apostasia, no dandose cuenta que es una falta gravisima en contra del primer mandamiento de la ley de Dios, San Pablo es clarisimo,pues estamos en un tiempo en que los hombres no soportan la sana doctrina, pues estan avidos de novedades, y no aceptan que nada puede unir a Jesús con Belial.
    Soluciones humanas?. ¡ A estas alturas, no las hay! podemos mitigar el problema, los pocos que nos damos cuenta, a base de la oración, pues aunque tarde, y despues de un pavoroso castigo que de hecho está profetizado, Rusia será consagrada, y el Sagrado Corazón de María triunfara. VEN SEÑOR JESÚS

  3. Ya están listos para ir a besar la sangre del beato Juan pablo II?????????????

    JA,JA,JA,JA,JA era una broma, será para irla a escupir, sangre maldita que maldice mas a nuestro pobre México…

    Virgencita de Guadalupe ruega ante tu Divino Hijo para que no tome en cuenta esta aberración de traer sangre maldita a tierra Guadalupana…

    Hasta muerto y desde el infierno sigue fregando este señor (Wojtyla)…

    • A mi no me consta ninguna de sus afirmaciones, por lo tanto lo mejor será seguir manteniendo prudente distancia, tanto ante los que sin reserva desean venerar a este «nuevo beato», tanto a los que sin reserva desean condenarlo.

  4. [Editado]
    +
    Sr. o Sra. «Fire»: Su comentario, además de ofensivo, es infundado, en todo caso es Ud. quien debería aportar las pruebas y no solamente difamar a un buen hombre de la Iglesia. ATTE. Alejandro Villarreal.

  5. A México también llegarán las reliquias del Beato Judas Iscariote.

  6. […] Ahora, quiero dejar claro desde el principio, que yo no estoy de acuerdo en absoluto con el citado cuarteto, pero pienso que su manifiesto, el cual por simple comodidad lo referiré en adelante como Resistimos, propone algunas preguntas importantes y legítimas acerca de ciertas políticas y orientaciones que la Iglesia ha estado persiguiendo en décadas recientes, aunque pienso que se va demasiado lejos en la oposición a estos cambios, y tendría que estar de acuerdo con ciertos críticos que se han levantado contra ellos. Aunque debo admitir también que me vienen a la mente otras quejas genuinas sobre el régimen postconciliar que los autores de Resistimos pudieron haber incluido ¡y no lo hicieron! Es particularmente desafortunado, y pienso que innecesario también, que los autores hayan profesado su disensión acerca de ciertas declaraciones conciliares y postconciliares del Magisterio de la Iglesia, o la enseñanza autorizada, lo cual pienso que puede y debe ser entendido de una forma que no entre en conflicto con la doctrina tradicional católica [hermenéutica de la continuidad]. […]

  7. hermanos teologos de la fraternidad sn pio x podrian esplicarme cuales son
    las frases de la biblia alteradas por los protestantes y teologos
    modernistas a la luz de la tradicion q hemos recibido?

    • Sr Javier:
      +
      Este blog no pertenece a la FSSPX, el autor del blog es su sevidor (Alejandro Villarreal) y soy laico. Uno de los puntos principales de diputa es el concepto «libertad religiosa», el cual siempre fue entendido de forma muy diferente, sin embargo hoy se interpreta como sinónimo de «libertad de cultos». Puede ver esta diferencia en el libro de los años veinte del siglo XX del P. Hillaire, «La Religión Demostrada» (publicado en el blog), y en la biografía del Arzobispo Lefebvre (De Mons. Tissier) se toca el tema en este sentido (entre otros docs.). En cuanto a los protestantes, es bien sabido el cambio de Lutero en su traducción, y que refiere el P. Grisar en su «Lutero vida y obra«: La Biblia Alemana; en general el protestantismo ha inventado sus dos grandes doctrinas seudobíblicas: Sola Scriptura y Sola Fide, sin contar que cada secta inicial interpretaba la Presencia Real de diversa manera, junto al bautismo, el matrimonio y los demás sacramentos, y que tal caos sobrevive hasta hoy. El tema es muy extenso para resumirlo en breves líneas.

  8. […] Las dos interpretaciones del Concilio Vaticano II. Matteo D’Amico ¿ Mito o realidad? IR […]


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