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45. ¿LA MASONERÍA NO SE OCUPA DE RELIGIÓN?
46. EL GRAN ARQUITECTO RENEGADO
47. ODIO FURIOSO A CRISTO
48. LA DISTINCIÓN ENTRE CLERICALISMO Y CATOLICISMO
49. LA MASONERÍA EN ACCIÓN CONTRA LA IGLESIA CATÓLICA, EN FRANCIA: SU FUROR ANTICRISTIANO
50. EN ESPAÑA Y PORTUGAL
51. EN ITALIA
52. EN BÉLGICA, EN ALEMANIA Y EN AUSTRIA
53. EN RUSIA
54. EN INGLATERRA
55. EN ESTADOS UNIDOS
56. EN MÉJICO Y CENTRO-AMÉRICA
57. EN SUD-AMÉRICA
58. LA MASONERÍA CHILENA ES ANTICATÓLICA Y ANTICRISTIANA
59. OBEDIENCIA A LA INFLUENCIA EXTRANJERA
60. INTOLERANCIA Y ANTIFANATISMO MASÓNICOS
61-62. EL FUROR ANTICATÓLICO
64. EL OBJETO DEL CULTO MASÓNICO. EL GRAN ARQUITECTO. LA NATURALEZA
65. EL SOL Y LA CARNE
66. SATANÁS O LUCIFER
67. SOCIEDADES SATÁNICAS
69. SU ACCIÓN EN FRANCIA DURANTE EL SIGLO XIX
70. SU ACCIÓN EN ALEMANIA Y AUSTRIA
71. SU ACCIÓN EN RUSIA
72. SU ACCIÓN EN ITALIA
73. EN ESPAÑA Y PORTUGAL
74. EN INGLATERRA
75-76. SU ACCIÓN EN AMÉRICA
77. ¿LA MASONERÍA NO SABE DE POLÍTICA ENTRE NOSOTROS? ¿O SE SIRVE DE LA POLÍTICA COMO DE SU INSTRUMENTO?
78. SUS MÁSCARAS POLÍTICAS
79. DOMINIO POLÍTICO SOBRE LOS AFILIADOS
81. LIBERTAD POLÍTICA Y LIBERTADES CIVILES
82. LA IGUALDAD MASÓNICA
83. LA FRATERNIDAD MASÓNICA
84. FRATERNIDAD DAÑOSA A LA JUSTICIA Y AL EJÉRCITO
85. LAS MEJORES MUESTRA DE LA LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD MASÓNICAS
86. LO QUE LA MASONERÍA ANHELA ENTRE NOSOTROS
87. EL HUMANITARISMO MASÓNICO
89. LIGERA EXPLICACIÓN
90. FUNDAMENTOS DE MORAL FUERA DE NUESTRO ALCANCE
91. EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
92. PRUEBAS AL CANTO. LA DOCTRINA
93. LA PRUEBA DE LOS HECHOS. MENTIRAS CORRIENTES; CALUMNIAS
94. LA VIOLENCIA Y EL VENENO
95. CASTIGO O PREVENCIÓN DE TRAICIONES
96. ASESINATOS DE PROFANOS
97. INTENTOS DE ASESINATOS FRUSTRADOS
98. MATANZAS, EJECUCIONES SUMARIAS, SAQUEOS
99. SEDICIONES MASÓNICAS
100. GUERRAS Y REVOLUCIONES
101. PUREZA Y HONESTIDAD MASÓNICAS
102. HONRADEZ MASÓNICA
PARTE SEGUNDA. LA SOCIEDAD ESENCIALMENTE MENDAZCAPITULO 1
LA MASONERÍA Y EL CATOLICISMO
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44. – Sinceridad personal de muchos masones
He dicho ya y lo repito ahora, que reconozco que hay muchos masones que son personas serias, incapaces de asentir al espíritu de la Masonería y de prestarse a sus manejos, y que están en ella, contribuyendo a su obra con su dinero y con su prestigio, únicamente porque ignoran todo o casi todo lo que hay en la Masonería, sus fines, sus doctrinas, sus medios y sus hechos. Apenas conocen de ella un ligero esbozo, trazado ante sus ojos expresamente con el fin de mantenerlos engañados. Podría aún nombrar a algunos que yo conozco y de quienes estoy seguro de que el día en que se dieran cuenta de lo que ignoran, en parte siquiera, se retirarían horrorizados de la institución que los ha estado engañando, explotando su prestigio y su cooperación. De otros, sin duda, se puede decir que andan en la penumbra; que algo sospechan o saben ya y que ignoran también mucho y padecen la lucha que debe haber entre su conciencia honrada y los compromisos contraídos, ya en virtud de un engaño o de una serie de engaños anteriores. Hecha esta advertencia, paso a probar la mendacidad constitucional de la Masonería.
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45. – ¿La Masonería no se ocupa de religión?
Eso es lo que dicen los masones: eso es lo que sabe todo el mundo, aún las señoras y las señoritas: que la Masonería es sólo una sociedad de beneficencia o filantropía y de socorros mutuos; y eso es lo que declaran las Constituciones masónicas: «La Masonería no se ocupa ni de las diversas religiones existentes en el mundo, ni de las constituciones civiles de los Estados: a la altura que se coloca, debe respetar y respeta, tanto la fe religiosa, como las simpatías políticas de sus miembros. En consecuencia, en sus reuniones, toda discusión que tienda a este objeto, queda expresa y formalmente prohibida». Así se lee en la «Constitución de la Orden Masónica en Chile», artículo 2º, 1862. En la de 1912 se lee: «La Masonería respeta tanto la fe religiosa como las simpatías políticas de sus miembros» (Tít. 1º, art. 2) .
«No se preocupa de las diversas religiones»: «debe respetar y respeta… la fe religiosa… de sus miembros». Eso dice la Constitución: la verdad es precisamente lo contrario: La Masonería se ocupa de la religión cristiana. Especialmente de la Católica, para combatirla y. en consecuencia, es una burda falsedad que respete la religión de todos sus miembros. Y eso se hace de una manera sistemática. He aquí algunas declaraciones que pondrán en evidencia la veracidad de la Masonería sobre este punto: «La Francmasonería es la contra-Iglesia. El contra-Catolicismo, la Iglesia de la Herejía». (Art. Programa de la Revista Masónica «L Acacia, en 1902). El Catolicismo… nosotros los masones debemos perseguir su demolición definitiva» (Boletín del Gran Oriente de Francia. septiembre de 1885). Un memorándum del Supremo Consejo confirmaba estas declaraciones con la siguiente «La lucha empeñada entre el Catolicismo y la Mas .’. es guerra a muerte, sin tregua sin cuartel». En 1902. el H.’. Delpech, en su discurso pronunciado en el banquete oficial, decía entre otras cosas lo siguiente: «El triunfo del Galileo ha durado veinte siglos. Muere a su vez… La Iglesia Romana, fundada sobre el mito Galileo ha comenzado a decaer rápidamente el día en que se constituido la asociación masónica, Desde el punto de vista político, los masones han variado con frecuencia. Pero en todo tiempo, la Francmasonería, da estado firme en este Principio: Guerra a todas las supersticiones; guerra a todos los fanatisrnos» (Copín. P. O., 89-90).
Hace como dos años, en uno de los banquetes solemnes del solsticio de verano, se pronunciaron en Iquique discursos tan blasfemos contra Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen, que los masones ingleses, que habían sido invitados por las logias chilenas. protestaron y se retiraron. Y la primera vez que vino la Belén de Sárraga a esta ciudad. en el banquete que le ofreció la Masonería, reconociéndola como hermana se declaró: que la Masonería había tenido la honra de traerla a Iquique. Todos en Chile saben que no hacía otra cosa que combatir la religión católica con una trama de mentiras, leyendas masónicas, de las mismas que se leen en ciertos grados, y blasfemias.
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46. – El Gran Arquitecto renegado
La Masonería ha acostumbrado llamar a su Dios el Gran Arquitecto del Universo. ¿Quién no ha oído ese nombre, que a la sencillez infantil o ignorante parece una expresión de fe y de piedad de los que lo usan? Y sin embargo, ese título, al parecer tan pomposo, tras del significado arquitectónico, con el cual concuerda con el arte de edificar que se atribuye la Masonería, encierra la negación de uno de los primeros dogmas cristianos, el de la creación. El Dios Arquitecto de la Masonería no es el Dios creador de los cristianos. El Arquitecto construye el edificio con materiales que él no hace, sino que encuentra ya hechos; el Creador construye el edificio del mundo, no con materiales ajenos o ya hechos, sino con los materiales que El mismo hace de la nada.
Esto supuesto, cuando se oye decir, como tantas veces lo he oído yo mismo y lo habrá oído cada uno de los lectores, que la Masonería exige la fe en Dios, no vayamos a pensar que esa fe es la misma que tiene el cristiano, la fe en un Dios Creador: es sólo la fe en un Dios Arquitecto, que es cosa muy diversa. Y. con todo, ni esta misma fe se puede decir que la Masonería la conserve.
¿Quién no ha oído la frase: «A la gloria del Gran Arquitecto del Universo», que se ha dado como una prueba de la religiosidad de la Masonería? Pues bien, el 10 de septiembre de 1877 quedó abolida la frase en el Gran Oriente de Francia , que es el que domina no sólo en la Masonería latina, sino también en la de Estados Unidos: «Antes de esta fecha se banqueteaba a su gloria (del Gran Arquitecto); en su honor se inauguraban las logias. ¡No se pronunciaba una palabra; no se expresaba un voto; no se escribía una carta; no se daba una comisión, sino sobre un papel que llevaba a la cabeza la piadosa frase! Ese día, del 10 de septiembre, es decir, en una época en que se sintió suficientemente libre para manifestar sus verdaderos sentimientos, el Gran Oriente ha renegado sin pudor de su Gran Arquitecto. Aún ha ido más lejos: se ha declarado su enemigo; a tal punto que, a despecho de las profesiones de fe liberales que se contienen en los estatutos de esta federación, llegó a ser una mala nota para un profano que pide la iniciación el declarar que no estaba absolutamente convencido de que el Gran Arquitecto haya sido jamás otra cosa que un mito. ¡Después del deísmo en solfa, el materialismo fanático e intransigente! ¡Qué extraordinaria asociación filosófica! (Copín, P. O., 96-97).
Proudhon, uno de los masones más nombrados del siglo pasado, decía: «Nuestro principio propio es la negación de todo dogma; nuestro punto de partida, la nada. Negar, siempre negar, es nuestro método. El nos ha conducido a poner como principio: en religión, en ateísmo; en política, la anarquía en economía política, la no-propiedad» (Benoit, F. M., I. 17).
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En la iniciación del grado 28 del Rito Escocés Antiguo Aceptado, grado llamado del Príncipe Adepto, entre otras cosas que el Presidente, llamado Adán, dice al iniciado, se encuentran las siguientes declaraciones: «Muchos profanos tienen la felicidad de entrar en nuestros santuarios: pero bien pocos son bastante felices para llegar a conocer la sublime verdad (el secreto que se les promete revelarles). Si preguntáis cuáles son las cualidades que un masón debe tener para llegar al centro del verdadero bien, es menester haber aplastado la serpiente de la ignorancia mundana; es menester haber sacudido el yugo de los prejuicios de la infancia concernientes a la religión, dominante del país en que uno ha nacido… He ahí el monstruo bajo la figura de serpiente que tenéis que exterminar. Es la pintura fiel de le que el imbécil vulgar adora bajo el nombre de religión» (Benoit. F. M. I, 284).
El grado Gran Escocés de San Andrés, del mismo rito, se resume en estas palabras: «Guerra a la cruz de Jesucristo; culto de Lucifer, del fuego y de la carne».
En algunas logias del grado 30, Caballero Kadosh, del rito escocés, que, según Ragón, es el non plus-ultra en la alta masonería filosófica, se hace pisotear un crucifijo al iniciado, diciéndole: «Pisotea esa imagen de la superstición; quiébrala». Si no lo hace, se le aplaude y se le recibe sin revelarle los secretos. Si lo quiebra, se le recibe y se le hace ejecutar la venganza, sobre tres cadáveres, si es posible, o sobre tres simulacros que representan, la superstición, al rey y al papa (Benoit F. M. 292-293).
Según otro ritual. «La marcha del candidato o iniciado se hace colocándose al pie de una cruz de Jerusalén, que debe estar figurada en tierra. Se da vuelta alrededor de esta cruz, con tres pasos de aprendiz, tres de compañero y tres de maestro, de modo que el último paso os deje en lo alto de la cruz, en donde se juntan los talones en escuadra. Otro signo, llamado signo de horror, consiste en volver la cabeza al lado izquierdo, mirando a tierra y en levantar las dos manos llevándolas un poco a la derecha». Así, después de haber renegado en el grado Rosa-Cruz, la divinidad del Redentor, en éste se huella con los pies el instrumento de la Redención, con signo de horror y desprecio»… Al mismo tiempo que se enseña al iniciado a ultrajar la cruz, se le invita a adorar la naturaleza… Se llega aún hasta exhibirle el Bafomet, ese ídolo infame… célebre por las adoraciones que le rindieron en otro tiempo los templarios y antes los gnósticos» (Benoit, I, 2857. Puede verse también Eckert, I, 335-7. Espasa, Mas.’. pág. 731).
El carbonarismo, en sus siete primeros grados, habla mucho de cristianismo; pero ya en los tres últimos se declara la guerra a toda religión y sociedad. En el grado de maestro acusa a Nuestro Señor Jesucristo por haber atentado a la igualdad original de los hombres, diciéndose Hijo de Dios. En el 7º grado, el iniciado jura guerra a toda religión y gobierno positivo (Benoit, F. M., I, 312-326).
En otros ritos, como el de Mizraim, se rinde culto, en los últimos grados, a la naturaleza, al sol; se practica el espiritismo y se recomienda la preferencia de los malos espíritus sobre los buenos (Benoit, F. M., I, 326-330).
Creo que lo dicho basta y sobra para que se vea la sinceridad de la masonería cuando proclama en sus estatutos, que no se ocupa de religión y que respeta todas las religiones. «Hubo un momento, no de regla, sino de formalismo, decía el H.. Gonnaud, en un banquete de clausura del Convento, de 1886, en que había que declarar que la Masonería no se ocupaba ni de religión ni de política. ¿Era hipocresía? No lo diré yo. Era que estábamos obligados bajo la presión de las leyes y de la policía a disimular lo que todos nosotros teníamos misión de hacer, o más bien, de hacer únicamente».
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48. – La distinción entre clericalismo y catolicismo
Para combatir mejor al catolicismo, la Masonería inventó la distinción entre clericalismo y catolicismo, haciendo alarde de respetar al catolicismo y de combatir únicamente el clericalismo, es decir, la intervención del clero en la política. «Nosotros queremos, decía el H.. Chassaing, en el banquete de clausura de la Asamblea General del Gran Oriente de Francia, en1886, nosotros queremos la fusión de todas las potencias masónicas en una federación general que, mejor que nuestros esfuerzos actualmente diseminados, podrá combatir y podrá vencer «al clericalismo y a la reacción». Esta distinción, dice Copín-Albancelli, fue inventada, precisamente en el tiempo en que había en la Cámara trescientos masones y sólo un sacerdote; pero la sotana se veía, y los mandiles no se veían. Es digna de tenerse en cuenta la declaración hecha a este respecto por el H.. Courdavaux, profesor de letras de Douai, que en 1888 y 1889 daba cierta conferencia en las logias de provincia y en las de París. En esa conferencia se leía: «la distinción entre el catolicismo y el clericalismo es puramente oficial, sutil, para las necesidades de la tribuna. Pero aquí, en logia, digámoslo en voz alta, en favor de la verdad: El catolicismo y el clericalismo no son sino una misma cosa» (Copín, C. P., 145-147-157)
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En la Maçonnerie Beige, ps. 20-236, pueden leerse todos los esfuerzos de la Masonería belga para llegar a esclavizar y disminuir el clero, establecer la escuela obligatoria, gratuita y laica y suprimir las Congregaciones Religiosas. En el Congreso Masónico Internacional de Bruselas, agosto de 1904, el H.. Cocq, entonces Serenísimo Gran Maestre, dijo en su brindis: «Nuestros H. H.. de Francia, como nosotros mismos en Bélgica, deben luchar contra la Iglesia Romana para guardar la libertad de pensar según su conciencia… Procediendo como lo hacen, los Masones franceses nos dan no sólo con las palabras, sino sobre todo con sus actos, un ejemplo que los Masones belgas se esforzarán en imitar» (aclamaciones). El H.. Duse, Delegado del Gr. Or. de Milán, a su vez decía: «La lucha contra el Papado es una necesidad social y debe ser el fin constante de la Masonería! El H.. Duse levanta su copa expresando la esperanza de que la Masonería llegará a plantar la bandera del progreso y de la libertad sobre el Vaticano, que habrá cesado de albergar al Papado» (estruendosos aplausos) (F. B p. 238-239).
«Es verdad que el clericalismo y el catolicismo romano son en el fondo la misma cosa: pero si tratamos de destruir de un golpe todo el edificio, emprendemos una tarea enorme cuyo fin no verán las generaciones actuales» (H. A.. en la Logia La Perf. Unión) (F. B., 227).
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49. – La Masonería en acción contra la Iglesia Católica.
En Francia. Su furor anticristiano
Luis Blanc, en su Historia de la Revolución, tiene un articulo titulado «Los Revolucionarios Místicos»‘, en el cual, él, masón poco disciplinado y sin estar bien al cabo de la suprema dirección de las logias, describe la parte que ellas tuvieron en la obra revolucionaria.
«.. . Antes, dice, importa introducir al lector en la mina que socavaba entonces los tronos y los altares, revolucionarios bien distintamente profundos y activos de los enciclopedistas». Describe en seguida la Masonería, sus tres primeros grados, la creación de los grados de las traslogias, reservados a las almas ardientes, la constitución del Gran Oriente, como dirección central de las logias, y agrega: «Desde ese momento la Masonería se abrió, día por día, a la mayor parte de los hombres que volveremos a encontrar en medio de la contienda revolucionaria» (Copín, P. 0., 305-311).
Es sabido que la revolución no sólo destronó al rey, sino que intentó también destronar a Dios, declarando que «no hay Dios, que el hombre es para sí mismo su Dios, que la humanidad en adelante debe reemplazar el culto de la fe cristiana, que la cortesana más hermosa, símbolo de la belleza del ser divino en la humanidad, debe tomar el lugar del Salvador del mundo sobre altares divinos y recibir el homenaje de la nación y de las autoridades públicas» (Eckert, 2º, Deuxiéme époque».
Cuenta Barruel que el 12 de agosto de 1792 comenzaron los revolucionarios a datar con la igualdad los años ya fechados con la libertad, y que a la lectura de ese famoso decreto estalló, en fin, públicamente, el secreto tan querido de los masones, exclamando ellos: «Henos aquí: La Francia entera no es ya sino una gran logia; los franceses son todos francmasones y el universo entero lo será pronto como nosotros».
Hay que leer en la historia hasta dónde llevó el furor anticristiano esa gran logia. Por un tiempo toleró a los sacerdotes constitucionales, es decir, a los que habían tenido la debilidad de reconocer la Constitución Civil del Clero, que era abiertamente cismática. A los demás, excepto los sexagenarios y enfermos, que en muchos departamentos siguieron la suerte común, fueron condenados a la deportación y muchos provisoriamente encarcelados en las ciudades cercanas al mar y tratados con la mayor inhumanidad. De setecientos amontonados en la rada de Rochefort, murieron en diez meses quinientos. La inmensa mayoría tuvo que ocultarse y expatriarse. Después de los sacerdotes, el furor se volvió contra las iglesias, sus monumentos, sus estatuas, sus objetos sagrados, etc. «No se exageraría -dice el convencional y apóstata Grégoire – diciendo que en el dominio del arte, la sola nomenclatura de los objetos robados, destruidos o degradados, llenaría muchos volúmenes» (Marion. Hist. Eccles. T. 3′. 596-597).
Todos saben que hace pocos años, en 1905, el gobierno de Francia rompió con la Santa Sede, expulsó del país a todas las congregaciones docentes y a muchas que no lo eran, se adueñó de sus bienes, quitó las iglesias, casas parroquiales y episcopales, después de haber suprimido a obispos y curas las rentas que, según convenio con la Santa Sede, se les debía. En una palabra, se hizo el esfuerzo supremo para acabar con la religión católica en Francia. Se sacaron de las escuelas, como de los tribunales de justicia, los crucifijos; se borró el nombre de Dios de los libros de enseñanza oficial, y se intentó suprimir de un golpe toda la enseñanza religiosa.
Pues bien, «de documentos oficiales de la F. M. .. contenidos principalmente en Boletín Oficial y Actas o Comptes-Rendus del Gran Oriente, se ha probado que todas las medidas anticlericales tomadas en el Parlamento francés fueron decretadas de antemano en las logias masónicas y bajo la dirección del Gran Oriente, cuya mira declarada es controlar cada cosa y persona en Francia (que personne ne bougera plus en France en dehors de nous) (Bullet. Gran Oriente, 1890, pág. 500 y sigas).
«He dicho en la Asamblea de 1898, dice el diputado Massé, Orador oficial de a Asamblea de 1903, que es supremo deber de la Francmasonería el intervenir cada día más y más en las luchas políticas y profanas». «El triunfo (en el combate anticlerical) es debido en gran parte a la Francmasonería, porque son su espíritu, su programa, sus métodos, los que han triunfado». «Si el Bloc ha sido establecido es debido a la Francmasonería y a la disciplina aprendida en las logias, Las medidas que tenemos ahora que urgir son la separación de la Iglesia y del Estado y la ley de instrucción. Pongamos nuestra confianza en el trabajo del H. Combes». (Cathol. Encyclop. Mas.)
«Desde 1894, el H. Gadaud declaraba en el Convento, como lo atestigua el acta, que «La Francmasonería no es otra cosa que la República a cubierto, así como la República misma no es otra cosa que la Masonería en descubierto».
El H.. Lucipia, que presidía el Consejo de la Orden expresaba eso mismo, diciendo «A la cabeza del Gobierno no hay por qué decirlo, sino francmasones No de esos francmasones que, habiendo recibido la luz un día, han olvidado en seguida el camino de nuestros talleres, sino de francmasones que han quedado fieles y abnegados. Por lo tanto, que nadie se engañe: dice en todas partes que nosotros no estamos ahora en República, que estamos en Masonería. La palabra es de un Obispo. Pues bien, tendría razón este Obispo, si Francmasonería y República no fueran precisamente la misma cosa».
En fin, el Presidente de la Gran Logia Simbólica, en un banquete ofrecido a uno de los miembros del Gabinete, pronunciaba las palabras siguientes: «Encontraréis muy natural, hermanos míos, que por un encadenamiento lógico yo englobe en el mismo brindis al gobierno todo entero. Desde mucho tiempo vosotros oís a nuestros adversarios clamar en todos los tonos que Francia está en manos de la Francmasonería. No tenían razón. Hoy día pueden decirlo. Con el H.’. Félix Faure son también de la gran familia todos los miembros del Gabinete, con excepción de dos o tres. Sí, tenemos un gobierno de Francmasones, y de Francmasones dignos de este nombre» (Copin. P. 0., 139-140).
De estas declaraciones consta que la persecución religiosa que ha habido en Francia en este siglo, y que se quiere renovar ahora, es obra de la Masonería, como lo fue también la que hubo en la época del Terror, a fines del siglo XVIII.
La expoliación de los bienes de la Iglesia, la separación de la Iglesia y del Estado, la expulsión de las Ordenes y Congregaciones religiosas, las leyes de matrimonio civil y divorcio, la escuela laica obligatoria, prohibición o restricciones del culto público, etc., son las características del plan masónico, que se ven reproducidas donde y cuando la Masonería ha podido ejecutarlo o propugnadas por ella como un ideal, cuando aún no ha podido realizarlas.
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En España se erigieron logias, con patentes emanadas de Inglaterra, en Gibraltar y Madrid, por el año 1726, y en poco tiempo subieron a más de doscientas.
Sabido es el odio que la Masonería ha tenido en todo tiempo a la Compañía de Jesús, por ser baluarte firmísimo de la educación cristiana de la juventud y de la fe católica.
Es cosa sabida también que, en tiempos de Carlos III , el conde de Aranda, afiliado desde muy joven a la logia «Matritense», arrancó al rey el decreto de expulsión de los Jesuítas de todos los dominios españoles decreto que debía ejecutarse en todos ellos el mismo día, a saber, el 2 de abril de 1767. Para ello se había preparado el ánimo del monarca, inventándose un año antes una carta del Rvdmo. P. Ricci. General de la Orden, contra la legitimidad del rey, invención que el protestante Prusiano Schoell, como muchos otros protestantes, califica de «absurda», etc. Aranda llegó a ser el Primer Gran Maestre de la logia «Matritense» erigida en Gran Oriente en 1767 o poco después (Hello, L’Act. Maçon, au XVIII Siécle; Espasa).
En un famoso proceso que don Miguel de Morayta, Gran Maestre del Gran Oriente Español, hizo instruir al sacerdote don Wenceslao Balaguer y al diácono don Andrés Serrano, por crímenes inculpados a la Masonería, por medio de la prensa, uno de los defensores de los acusados, don Ramón Nocedal, recordó en la audiencia del tribunal los crímenes cometidos por la Masonería contra la Iglesia. en esta forma:
«!Ah, señor Moravta, jefe supremo del Gran Oriente Español! ¿Quién cantaba por las calles de Madrid, delante de los Conventos, dos o tres noches antes del 17 de julio de 1831, aquella horrible copla que empezaba: Muera Cristo, viva Luzbel? ¿Quién hizo cundir la voz de que los frailes habían envenenado las aguas? ¿Quién lanzó sobre el Colegio Imperial, Santo Tomás, San Francisco el Grande, La Merced, el Carmen Descalzo, Atocha, a aquellas hienas sin entrañas que, impune y descansadamente, asesinaron, despedazaron y mutilaron a los religiosos? ¿Quién retuvo a las tropas en los cuarteles hasta que los asesinos se hartaron de matanza? ¿Quién ató las manos del regimiento acuartelado en San Francisco para que no socorriese a los frailes, y se las desató para rechazar a empellones a los que iban a refugiarse en el cuartel? ¿Quién robó en la Comisaría de los Santos Lugares el medio millón con que se pagó a lo asesinos? Todo Madrid sabía dónde se había fraguado el crimen: el presidente del Consejo de Ministros, al defenderse como pudo de la apatía de las autoridades, también dejó declarado de su puño y letra, y nadie ha osado desmentirle, que aquella espantosa y sacrílega hecatombe fue obra de las sociedades secretas…
El señor Morayta: Aquello lo hicieron los carbonarios.
El Señor Nocedal: En efecto, yo no dudo que los carbonarios ayudaron lo que pudieron, como las turbas progresistas fueron los instrumentos pagados; los francmasones y los comuneros fueron los directores de la matanza. Otra sociedad secreta había, la de los Isabelinos, y sus individuos estaban fraternalmente repartidos en las otras tres. ¿Y qué eran los comuneros sino masones, que de la masonería salieron y a ella volvieron? ¿Y quién ignora los tratos y contratos de carbonarios comuneros y masones cuando daban treguas a sus discordias para aliarse contra su enemigo común? ¿Quién no sabe que la Masonería es fuente y madre de todas o casi todas las otras sociedades secretas, que de ella salen y a ella vuelven, corno los ríos al mar?¿Quién ignora que algunas de esas sociedades se forman con los masones más decididos para «consumar alguna gran maldad que la Masonería quiere que se haga sin que los incautos engañados vean su acción y su responsabilidad? Pero las matanzas de los religiosos, incendios y saqueos de conventos de 1834, es público, es notorio, es ya indiscutible que fueron obra de todas las sociedades secretas, dirigidas por la Masonería. ¿Y quién sino las logias de Zaragoza, Barcelona, Murcia, Reus, continuaron las matanzas de religiosos y saquearon e incendiaron no sé cuántas iglesias y conventos en 1835?» La Iglelsia y la Masonería, ps.164-166, Madrid. 1903. En la anotación correspondiente se prueba con la autoridad del mismo Alberto Pike, autoridad masónica que ya debe ser conocida del lector, lo que el señor Nocedal afirma de la creación de la sociedad de los Comuneros y de otras para despistar acerca de la acción y responsabilidad de la Masonería).
En Portugal, Clávalo, rnarqués de Pombal, había sido precursor del conde Aranda. «Enemigo del clero y de los monjes, a quienes llamaba «el gusano más peligroso que pueda roer a un Estado», comenzó por enviar al cadalso al duque de Aveiro y a la marquesa de Tavora, «como un medio para alcanzar con más seguridad a los Jesuitas», según dice Saint Priest, su historiador y panegirista. En la noche del 12 al 13 de enero de 1739, se levantó un cadalso en una plaza, frente al Tajo. Allí murieron quemados los servidores del duque Aveiro, guillotinada la marquesa de Tavora, torturados y ejecutados su marido y sus hijos y el duque de Aveiro atado a la rueda y destrozado bárbaramente. Se le culpó se un atentado que se había cometido contra el Rey. Pero ése era el medio de llegar a los jesuítas, uno de los cuales era el confesor de la marquesa. Todos fueron culpados de conspiración o de complicidad; sus casas fueron cercadas, tres fueron quemados, el P. Malagrida, encerrado en los calabozos del Tajo, fue después quemado y estrangulado públicamente, acusado de hechicero, cargo que el mismo Voltaire, encontrando «consoladoras» tales noticias, califica de «ridículo». De todos los dominios portugueses fueron expulsados los Jesuitas y arrojados a las costas de Italia; 200 fueron retenidos en los calabozos del Tajo, de los cuales 81 murieron de sufrimientos y de miseria, y los demás languidecieron allí por 18 años, hasta la caída de Pombal. Un tribunal de 18 miembros revisó el proceso de la marquesa de Tavora, y el 7 de abril de 1871 fue reconocida la inocencia de todos los condenados en la sentencia de 1759, rehabilitada su memoria, y declarado nulo el proceso, por los patentes vicios legales que entrañaba (Menéndez Pelayo, Heterodoxos Españoles. III, 127-9).
En la oración fúnebre del rey José, pronunciada en Lisboa en 1777, decía el orador: «¿Quién creería que un solo hombre, abusando de la confianza y de la autoridad del Rey, pudiese, durante el espacio de veinte años, encadenar todas las lenguas, cerrar todas las bocas, apretar todos los corazones, tener cautiva la verdad, llevar en triunfo la mentira, borrar todos los rasgos de la justicia,, hacer respetar la iniquidad y la barbarie, dominar la opinión pública de un confín a otro de la Europa?
A esta pregunta del orador portugués responde Deschamps con precisión: «La Masonería sola puede explicarlo» (Hello, L’Act. Maçon, au XVIII siécle, ps. 34-37).
En el Congreso Internacional Masónico, inaugurado el 20 de septiembre de 1911, en Roma, el señor Magalhaes Lima. G.. M.•. de la Masonería Portuguesa, que fue frenéticamente aplaudido, hizo esta declaración: «En diez meses de gobierno hemos hecho lo que otros no han podido hacer en muchos años: hemos expulsado a los jesuitas, hemos suprimido las congregaciones religiosas, hemos proclamado la ley del divorcio y la separación de la Iglesia y del Estado. .. Estamos aquí reunidos.., en un mismo pensamiento, en un mismo sentimiento, con una idéntica voluntad. Es el pensamiento, la idea de una moral nueva, de una religión nueva…» El orador fue saludado, añade la Rivista Massonica (1911, p. 347), con una ovación delirante, de aquellas que jamás se olvidan (La Masonería ante el Congreso, p. 5).
Y lo que se ha hecho en Portugal no es sólo lo que ha expresado el orador: Ha sido una persecución odiosa, tiránica, la contradicción más sangrienta e hipócrita de la libertad, igualdad y fraternidad, que tanto se pregonan en las logias.
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El Gran Oriente de Italia ha declarado muchas veces que, en su lucha contra el Papado es entusiastamente seguido por la Francmasonería de todo el mundo, y especialmente por los centros masónicos de París, Berlín, Londres, Madrid, Calcuta, Washington (Rivista Mas., 1892. p. 219). No ha sido contradicho por ninguna Gran Logia de ningún país; ni alguna logia alemana u otra logia ha roto sus relaciones con él a causa de su infame política o actividad antirreligiosa (Cath. Encycl. Massonry).
Del furor anticristiano de la Masonería italiana dará una idea el hecho siguiente, contado por Margiotta:
«Se sabe lo que ha hecho el judío Estambul (Adriano Lemmi) al entrar a la morada del Papa Paulo V (el Palacio Borghese, donde estableció su sede el Gran Oriente italiano). Ello causó un gran escándalo, del cual se hicieron eco los diarios de la época, aun los de ordinario más indiferentes. Hico construir las letrinas del Supremo Consejo encima de la Capilla particular, haciendo dirigir el desagüe sobre el altar mismo. Eso prueba bien su alma puerca; porque, para cometer esta abominación, se veía obligado a apestar el local. Hubo protestas, y el arquitecto, por razón de la higiene, tuvo que arreglar las letrinas en otra forma. Pero Lemmi entonces imaginó otra cosa: hizo colocar en los water-closets un crucifijo con la cabeza para abajo, y encima, por orden suya, se pegó un cartel, con estas palabras: «Antes de salir, escupir sobre el traidor. ¡Gloria a Satan!» Para que el judío masón pudiera hacer todo eso es claro que necesitaba contar con ánimos dispuestos a tolerar tales infamias (Margiotta. A. L., 250).
Por lo demás, en conformidad a los planes tantas veces manifestados por ella, la Masonería es la que ha procurado Italia el despojo del Papa, la expropiación de los bienes de la Iglesia, la enseñanza laica, y en tentativas hasta ahora fracasadas, la ley del divorcio, etc.
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52. – En Bélgica, en Alemania y Austria
De las actividades masónicas en contra de la Iglesia Bélgica encuentro muestras a cada página en la obra «La Maçonnerie Belge», por L. Mallié. El programa anticristiano es el mismo en todas partes, pero en Bélgica parece que hubiera mayor preocupación por realizarlo, por lo mismo que aún no se ha adueñado del poder, al menos de una manera definitiva. Ya en 1854, en una fiesta que se celebraba por la vuelta de dos logias a la obediencia del Gran Oriente, el H. Bourland, Gran Orador, entre otras cosas, decía: «Yo digo que tenemos el derecho y el deber de ocuparnos de la cuestión religiosa de los conventos, de atacarla de frente, de disecarla; y será preciso que el país entero acabe por hacer justicia de ella, aunque debiera emplear la fuerza para curarse de esta lepra» (F. M. B., 68).
En 1864, en la fiesta del solsticio de invierno, el H. VanHurnbeeck, que llegó a ser Gran Maestre en 1869, decía en un discurso: «Si, hay un cadáver sobre el mundo; él estorba el camino del progreso: ese cadáver del pasado, para llamarlo claramente por su nombre, sin perífrasis, es el catolicismo… Hoy hemos mirado de frente ese cadáver. Y si no lo hemos arrojado a la tumba, al menos lo hemos levantado para acercarlo algunos pasos» (Id., 77).
En 1875. el H. Optat Scailquin, en un brindis al nuevo Gr. Maestre, sonaba el clarín contra los conventos: «Tercero y perfecto fuego (fórmula de brindis mas.). A la lucha incesante y encarnizada contra esos focos de ignorancia y de embrutecimiento que se extienden como una lepra por toda la superficie del país, a la Lucha contra los conventos.
M. Sluys, delegado belga al Congreso Masónico de París, es 1900, decía en una sesión del Congreso: «Es menester que en Bélgica, como en Francia, se sepa bien que el más terrible enemigo del pueblo es el clericalismo, y que si no se le destruye en su misma fuente, no es posible la solución de la cuestión social. Es menester, pues, combatirlo siempre, sin cesar, en todas partes» (F. B., 93).
En 1879 se dictó la ley de instrucción laica, por la cual había venido combatiendo la Masonería y que fué considerada como una primera etapa, para la cual, según dijo el H. Lynen, en tenida del Gran Oriente, la Masonería había hecho laboriosos esfuerzos para reunir en un solo haz, alrededor de un programa único, todas las fuerzas del liberalismo belga. La gran mayoría de la nación la llamó la «ley de la desgracia».
Para realizar la confiscación de los bienes de la Iglesia, las logias acordaron hacer una encuesta sobre ellos, según un formulario entregado en 1902. En 1905. Le Courier de Bruxelles, que había revelado la encuesta, dio detalles de cómo se llevaba e hizo a los conventos ponerse en guardia, contra ciertas amistades. Encargadas de ella.
Si hasta ahora no han hecho mayor daño a la Iglesia Bélgica, es debido al esfuerzo heroico con que los católicos belgas han defendido su religión.
En Alemania y Austria, la acción anticatólica de la Masonería no puede ser un misterio para el lector que ya sabe algo de las actividades de Weishaupt, de las confesiones del Conde de Haugwjtz, de las relaciones de los masones alemanes con la Joven Europa de de Manzini, etc. Eckert, en su obra tantas veces citada, manifiesta con la entrada de los israelitas en las logias alemanas, la Masonería recibió un refuerzo considerable, a mitad de siglo pasado, y que por entonces comenzó un ataque abierto contra el dogma positivo de religión en Halle, e! cual luego se extendió a otras ciudades. Los directores de la enseñanza y de la religión se vieron pronto divididos en dos campos, liberales y ortodoxos; éstos fueron oprimidos por e! desprecio y el desdén de las clases elevadas, hasta llevar el epíteto de ortodoxo y ser equivalente de pobre de espíritu, de jesuita o de fanático. Los pastores protestantes se hicieron fácilmente apóstatas y en poco tiempo la instrucción religiosa, científica y literaria estuvo exclusivamente en manos de la revolución. Luego se tuvo el proyecto de aniquilamiento de la Iglesia Católica, y valiéndose de los mismos gobiernos para a lanzarlos después unos contra otros, destruirlos y llegar así a la república universal. La demasiada confianza los descubrió antes de que pudieran realizar todo el plan, mediante la asociación Gustavo Adolfo y se la reemplazó por otra con el nombre de Catolicismo alemán, y siguió el camino por medio de sociedades de lectura, canto, gimnasia, industria y retórica. Se fundaron escuelas de guarda, para hacer el trabajo desde la misma niñez. Con la revolución del 48, muchos reyes y príncipes abrieron los ojos. Sin embargo, Prusia fue considerada por la Masonería como el representante y el protector de la revolución moderna contra el «ultramontanismo», el «fanatismo» y las «usurpaciones papales». y se trabajó hasta llevarla a la hegemonía de Alemania. Los masones instigaron después el «Kulturkampf», odiosa e inútil persecución contra la Iglesia. de la cual ella sacó provecho, como siempre lo saca de las persecuciones. Más aún, el Gran Maestre Bruntschli, uno de los principales agitadores, procuró que en Suiza también se levantase el «Kulturkampf». A su instigación, la asamblea de la Federación de las Grandes Logias Alemanas, «para incrementar la actividad de las logias en el sentido del «Kulturkampf», declaró el 24 de mayo de 1874: «Es un deber profesional el ver cómo los hermanos lleguen a hacerse perfectamente Conscientes de las relaciones de la Francmasonería con la esfera de la vida ética los propósitos de cultura. Los Francmasones están obligados a poner en práctica los principios de la Masonería en la vida ordinaria y defender los fundamentos éticos de la sociedad humana, cuando sean asaltados. La Federación de las Grandes Logias Alemanas proveerá que cada año se propongan a todas las logias cuestiones de actualidad, para su discusión y para la uniformidad de acción». La Masonería Alemana se empeñó en infatigables esfuerzos para ejercer decisiva influencia en toda la vida nacional, guardando los principios masónicos, manteniendo un «kuiturkarnpf» silencioso permanente (Ver Eckert, II, p. 266 y sigs; Cath. Encycl. Masonery).
En Austria la Masonería ha tenido diversas alternativas. En tiempo de José II, que se las dio de filósofo y de humanitarista y que pretendió legislar en las cosas eclesiásticas, la Masonería, dueña entonces de la opinión, fue tolerada gracias a las adulaciones con que empujaba al vanidoso emperador a proseguir sus arbitrariedades. Más tarde, el mismo emperador puso restricciones a su desarrollo, lo que ocasionó el retiro de la Orden de millares de Hermanos; pero eso no impidió que la Orden siguiera preparando ocultamente sus planes de descristianización y aún de destrucción del poder imperial, como quedó de manifiesto con la captura de Semonville, enviado de los Jacobinos de París a Constantinopla. Principalmente se ocultó en una asociación llamada de los Mopsos (perros dogos), en cuyas reuniones hacían una ceremonia muy propia de perros, que no por ser tan estúpida está menos comprobada y confesada aún por autores masones (Eckert, II, 138-140) – La decencia me impide estamparla. Como los emperadores de Austria eran los representante de una potencia católica, contra ellos concentraron las logias de un modo especial sus ataques, hasta llegar al crimen de Sarajevo, del que hablaré después, por el cual se privaba a la monarquía de un príncipe católico y modelo de virtudes Por lo demás, es difícil dar una idea de la lucha religiosa, que a la voz de orden «Los vom Rom», ha sostenido el masonismo judaico, dueño un tiempo de los destinos de Viena, desposeído después, gracias a la indomable energía del Dr. Lueger, que supo organizar las fuerzas católicas para defenderse de aquella tiranía.
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En «The Cause of the World Unrest» leo una carta atribuida por Le Diable au Siécle XIX, a Alberto Pike, en la cual el autor expone a Mazzini el plan de ataque al catolicismo en Italia, para hacerlo buscar su último refugio en Rusia. A final de la carta dice: «Por eso es que cuando el imperio autocrático de Rusia, haya llegado a ser la ciudadela del Cristianismo Papal (adonaísmo papista), nosotros desencadenaremos a los revolucionarios nihilistas y ateos y provocaremos un cataclismo formidable, que demostrará claramente a las naciones, en todo su horror, el efecto de la incredulidad absoluta, madre del salvajismo y del más sangriento desorden. Entonces por todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse contra una loca minoría de revolucionarios, exterminarán a esos destructores de a civilización, y la multitud, desilusionada del Cristianismo, cuya alma deísta estará hasta ese momento sin brújula, sedienta de un ideal, pero sin saber donde prestar su adoración, recibirá la Verdadera Luz, por medio de la universal manifestación de la pura doctrina Luciferiana, hecha pública finalmente, manifestación que levantará un movimiento general de reacción, que seguirá a la destrucción del Ateísmo y del Cristianismo, ambos vencidos y exterminados al mismo tiempo» (La Cause. 77-78).
Si esta carta no es auténtica. Resulta, en parte al menos, una profecía, de la cual hay constancia desde el año 1896, 20 años antes de que se desencadenara sobre Rusia la Revolución de los anarquistas y ateos, no en las condiciones que el Gran Soberano Masón se proponía, porque el Papado no es tan fácil de mover como tantas veces se lo han imaginado los reyes o los revolucionarios, pero si realizando el formidable cataclismo social anunciado. ¿Tienen parte en el trastorno de Rusia los masones? «En ese país. dice Mons. Jouin, hacen reinar el terror 547 bolcheviques; en ese número hay 422 judíos…» El H Lenin (Ulianow Zedernbaum pertenecía desde antes de la guerra a una logia secreta en Suiza, que trabajaba por la revolución mundial.
Lo mismos judíos se glorían de haber introducido en Rusia el Bolchevismo .Así el judío M. Kohen escribe en el diario «Der Kommunist» , publicado en Karkow, Rusia, el 12 de abril de 1919: «Se puede decir que la gran revolución social rusa ha sido obra de los judíos y que los judíos no sólo han manejado el asunto, sino que han tomado en sus manos la causa de los Soviets. . .» Y ya sabemos por muchos datos que actualmente, al menos, son los judíos los que llevan la suprema dirección de las logias, de las cuales hacen sus instrumentos para realizar sus planes, como en su lugar se verá (The Cause 77-79; Jouin, Le Péril Judéo-Maç., I. 98, 100, etc.).
Pues bien, todo el mundo sabe también que la horrenda catástrofe que se desencadenó contra Rusia, no sólo ha trastornado al orden social, sino que se ha ensañado en contra de las creencias cristianas, despojando a la Iglesia Ortodoxa es decir Rusa Cismática, y a la Católica, de sus bienes y haciendo imposible la enseñanza religiosa y extremadamente difícil y peligroso el ejercicio del ministerio eclesiástico. Así es cómo allí se han puesto en práctica los principios de igualdad y de libertad, que tanto se pregonan en las logias y entre lo bolcheviques y comunistas. Fresco está aún el recuerdo del asesinato de Mons. Butkiewicz, que levantó viva protesta entre las naciones civilizadas, y la prisión de tantos sacerdotes y de Mons. Cieplak, cuyos padecimientos ha relatado la prensa de todo el mundo. El odio al catolicismo ha llegado a tanto, que la Comisión Pontificia de Socorros, encontró tantas dificultades para su misión de socorrer a los necesitados, que al fin tuvo que abandonar aquel país.
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Aunque la Masonería Inglesa ha sido la más aparentemente conservadora en materia de religión, por el respeto a la Biblia, la exigencia de la creencia en Dios, la tolerancia usada con los eclesiásticos perseguidos durante la Revolución en Francia; sin embargo, su espíritu anticristiano se manifiesta de muchos modos. En primer lugar, se revela en el cambio efectuado por Anderson, en 1723 y confirmado en los Estatutos posteriores, de que se habló en el número 9.
En segundo lugar, la desaparición del cristianismo positivo, del espíritu de fe, entre los ministros o pastores, afiliados a la secta, entre los hombres dados a las letras y en el pueblo mismo, ha sido en Inglaterra poco menos que en Alemania, donde la Masonería ha estado dominada por una efervescencia anticristiana más ostensible y febril.
En tercer lugar, la hostilidad hacia el Papado, centro del Catolicismo, llegó en Inglaterra a extremos que apenas podemos creer, cuando, con Lord Palmerston, estuvieron en las mismas manos la dirección suprema de la Masoneria y ahora la política mundial.
Finalmente, las relaciones de la Masonería Inglesa con la Revolución Francesa son innegables: «El oro inglés ayudó a financiar la Revolución Francesa». Esto es cierto. Pero también es cierto, corno lo muestra Ms. Webster, que no fue el oro de Pitt. El Gobierno de Jorge III no metió la mano en la malvada conspiración. La ayuda salió de ciertos «Clubes revolucionarios» de Inglaterra (La Cause, 40). Pouget de Saint André, en su reciente obra «Les Auteurs Cachés de la Rev. Franc.» muestra a cada paso no sólo la ayuda del oro, sino los trajines activísimos de los masones ingleses y de otras naciones, especialmente alemanes, para llevar a cabo la Revolución y asegurar sus resultados.
En 1770, doce principales logias alemanas se reunieron y fundaron en Berlín la Gran Logia Alemana, y en 1775 recibieron de Londres su patente; lo que quiere decir que reconocían a la Gran Logia Inglesa como la Logia Madre. Ya he hecho notar el ardiente espiritual cristiano que animaba la Masonería alemana, Eckert, entre otros, lo manifiesta frecuentemente.
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Tratando de defender del cargo de irreligiosidad a la Masonería Americana, el H.•. John C. Strother, de Louisvllle, confiesa que la Masonería «como existe en Francia, Italia, España, Portugal y en las repúblicas de Sud-América, es una asociación política antirreligiosa, que en los últimos años se ha desarrollado en una especie de secta antiteística, que no hace secreto de su odio a la religión revelada». Agrega que el antagonismo entre la Orden y la Iglesia ha crecido, tanto, que en 1891 el Gran Oriente de Francia pasó a sus logias subordinadas resoluciones obligatorias que «es deber de todo masón usar toda su influencia para llevar a cabo la supresión de toda asociación eclesiástica, religiosa, educacional o caritativa y para ver de que sus propiedades sean confiscadas por el Estado; y es un deber de todo masón el procurar la exclusión de todo alumno de colegios o escuelas religiosas, de todo puesto oficial dependiente del gobierno; en todo ramo de servicio, militar, naval o civil (Preuss, A. F., 413-415). Esto último ha sido también propugnado por la prensa masónica en Estados Unidos, al menos en lo que toca a la enseñanza. Tal vez el H.. Strother está muy mal informado de lo que pasa en la propia secta que trata de defender del cargo del odio contra la Religión (Kenny, A. M. and C. E.).
En Estados Unidos, donde se cree ordinariamente que aún los masones son muy respetuosos de la religión, se publican más de cuarenta periódicos que escriben al unísono con «The New Age», de Washington, en el cual se envilece a la Iglesia en cada número y se pide su destrucción, con tanta insistencia, como se hacía en Francia y en Portugal. Al Papa se le llama «el enemigo y la maldición de la humanidad»; se proclama que el propósito de la Masonería es ‘librar al mundo de la tiranía de Roma sobre la conciencia y sobre el libre pensamiento», «Contra este siniestro ogro se dice, está alineada la Masonería, el único poder del mundo que es el eterno enemigo de este paganismo modernizado». Es el lenguaje que se usa en la nación que se ha creído más tolerante de toda religión. Por ahí se puede sacar el lenguaje universal de la Masonería, sobre todo cuando ya no necesita de mucho disimulo (Kenny, A. M. and C. E.).
La tenebrosa y criminal secta Ku Klux KIan, que profesa odio fanático al Catolicismo, ha encontrado sus mejores elementos entre los masones, y al plan general de la Masonería obedece la ley anticonstitucional, adoptada en algunos Estados, que establece la enseñanza fiscal laica obligatoria y mata toda enseñanza particular, especialmente la católica. Felizmente, parece que dicha ley no será mantenida.
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56. – En Méjico y Centro América
Estoy cierto de que la acción masónica ha sido funestísima a la Iglesia en Méjico, como en algunos países de Centro América. Desgraciadamente, el aislamiento en que vivimos me ha impedido tener mayores datos sobre ella; pero pocas muestras bastan para manifestarlo.
En Méjico, según Espasa, había en 1910 una Gran Logia con 13 logias adheridas, de las cuales 26 eran de norteamericanos y las otras 17 de mejicanos. En ese año se formaron los Grandes Logias, la de York Valle de Méjico, con 16 logias de lengua inglesa y una de mejicanos, la Valle de Méjico, con 16 logias. 10 de ellas en la capital. Fuera de la capital había ese año seis Grandes Logias, a saber, de Veracruz, de Nuevo León en Monterrey, de Oaxaca, «Cosmos» de Chihuahua, de Coahuila, en Torreón, y Gran Logia Méjico-Tejana.
Horribles han sido las tiranías ejercidas contra la iglesia y los católicos en el siglo pasado, especialmente en la Constitución de 1857 y en 1859, en que se promulgaron leyes fanáticamente hostiles a la iglesia, bajo las cuales han vivido los católicos mejicanos, que son la inmensa mayoría de la nación, hasta el presente, en que al final de tantas revoluciones y persecuciones se ha dado un poquito de mayor libertad. Allí los sacerdotes no pueden vestir traje talar; no se pueden hacer manifestaciones públicas de religión, y hubo un tiempo en que ni siquiera se podían exponer los principios católicos con valentía, sin exponerse a ir a la cárcel. Don Victoriano Agüeros entró a la cárcel veintiuna veces durante igual número de años por haber publicado en «El Tiempo», del que era Director y propietario, juicios sobre Juárez, el día de su nacimiento, contrarios al sentir de liberales y masones, adueñados de la cosa pública.
Pasando por alto esas tiranías del siglo pasado, indignas de pueblos civilizados, la Masonería ha dado en pleno siglo XX muestras de lo que es capaz de hacer para cumplir programa de respetar todas las religiones: ha confiscado y profanado iglesias, prohibiendo hasta los actos más sencillos del culto; ha destrozado imágenes; ha perseguido al clero con sed insaciable de oro y de sangre; ha cometido con personas consagradas a Dios y al servicio de la humanidad doliente y de la educación, brutalidades y excesos tales, que mi mano no puede estampar. Me contentaré con citar a ese respecto algo de lo que dice Mons. F.O. Nelly en la obra que por eso mismo tituló «The book of the Red and Yellow» (El Libro de lo Rojo y Amarillo), cuya documentación ofrece a quien quiera verla: «Antes de que la religión entrara a las ciudades, las logias atacaban fieramente la Religión Católica, por medio de calumnias lanzadas desde la prensa y desde la tribuna. Sus miembros servían de espías y de informadores, y aun descubrían los escondites de los sacerdotes y de los vasos sagrados. Esta no es una suposición; es un hecho admitido en todo Méjico.
«El Liberal’, órgano oficial de Carranza, puede ser citado como una autoridad sobre este punto…
«Es indispensable, dice «El Liberal», que para cumplir nuestra determinación, se haga un fuerte llamado a los seguidores de la verdad, para que vengan a la línea de combatir por la victoria o por la muerte, por la libertad y fraternidad, en los templos consagrados por triunfos e inexplicables abnegaciones, las logias… Nosotros, los mejicanos amantes de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, apresurémonos a unirnos al ejército en la defensa de estos ideales; trabajemos en nuestras logias por su realización» (Nelly, The Book of Red and Yellow, p.66).
Ese ideal de libertad y fraternidad es el que ha hecho expulsar de Méjico al Delegado Apostólico por el delito de haber asistido a la bendición de la primera piedra de un monumento religioso ). ¡Y eso, según se dice, por instigaciones de Belén de Sárraga!
Hablando de uno de los estados de Méjico, me escribe un amigo: «! Aquí se cometen hoy más crímenes en ocho días que antes en un año; los divorcios se despachan en una sola audiencia y por voluntad de una de las partes! Y las escuelas oficiales son todas mixtas de ambos sexos». Esto pasa en el Estado de Yucatán, donde, después de haber saqueado y destinado a otros usos los templos católicos, ahora devueltos a la iglesia, el templo central de «Jesús Maria», cedido por el Gobernador Alvarado, contra toda ley, a los HH.., todavía lo conservan éstos, derribadas sus torres y arreglada su fachada con torpe imitación del estilo maya y adornada con los símbolos masónicos.
En Guatemala la condición de la Iglesia, con todas las odiosas restricciones impuestas al clero, al ejercicio del culto, con las arbitrarias persecuciones a los Arzobispos mismos, ha sido muy parecida a la de Méjico: por lo que no es juicio temerario el suponer que allí la misma mano ha estado ejecutando el mismo plan.
Tomo de una información publicada en la prensa, con motivo del informe presentado al Vaticano por Mons. Rotta, que, por encargo de la Santa Sede, ha visitado las repúblicas de Centro América. Según sus informes, se cree en el Vaticano que no hay país en el mundo en que la Iglesia esté en peores condiciones. Se atribuye a la Masonería esa condición.
‘La campaña, en realidad, se remonta a 1871, cuando la mayoría de las órdenes religiosas y misioneros fueron expulsados de dicho país, como también fueron expulsados el Arzobispo de Guatemala, su Obispo Auxiliar y numerosos eclesiásticos. Los cargos que se les hicieron fueron de haber desplegado actividad política, le que el Vaticano ha negado tenazmente.
«Hoy día los masones, como Orden, tienen personería jurídica en Guatemala y sus estatutos han sido reconocidos por el Gobierno, mientras la Iglesia no sólo no tiene posición jurídica, sino que a los católicos no se les otorga el derecho de asociación.
«Varios decretos que prohibían la entrada en territorio guatemalteco a los sacerdotes católicos extranjeros, fueron declarados inconstitucionales; pero no obstante, siguen todavía en vigor.
«Desde el mes de noviembre último la situación agravado, debido a un decreto del Gobierno que prohíbe las colectas para el mantenimiento de la Iglesia» (Henry Word Teleg. de «El Diario Ilust.», 1924).
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Para no hacerme fastidioso, señalaré solamente dos pruebas de la acción anticatólica y anticristiana que ejerce Masonería en países de esta parte del continente. Comenzaré por Brasil, que es el país de mayor población y donde la secta ha tenido mayor poder. En Espasa y Eckert, etcétera, verse algo de su historia en el Brasil. Para mi objeto me bastará citar un testimonio tomado de la Circular que los Obispos de la provincia minera publicaron el 21 de diciembre de 1909. Dice así: «En los antros tenebrosos de la Masonería, esparcida largamente por el mundo, se preparan los proyectos de persecución, que son convertidos en leyes por los representantes del pueblo.
«Es un hecho probado con argumentos irrefutables el dominio de la Masonería en las Cámaras legislativas de las grandes naciones de Europa, y no menos palpable es este mismo hecho en el Continente en que habitamos, sobresaliendo entre sus cohermanas la República del Brasil, nuestra querida patria. Sin atención a la creencia de un pueblo católico casi en su unanimidad, se proclaman leyes opresivas de la libertad de conciencia,.como ufanándose de contradecir a los deseos del pueblo sus representantes.
«La descristianización de la Nación por la enseñanza laica, transformada en atea, la expulsión, si no la extinción de las comunidades Religiosas, esas falanges de apóstoles de la civilización, el divorcio absoluto del vínculo matrimonial, cáncer que corroe la moralidad pública y la doméstica; he ahí algunos de los proyectos que la Masonería intenta convertir en leyes en nuestro querido Brasil, obedeciendo a la de Francia en su odio contra lo sobrenatural, anunciando sin rebozo su nefasto programa.
«Y ya se va pasando de los programas a los hechos de agresión física, como se ve por lo que está pasando al celosísimo señor Obispo de Piahuy, al cual, por lo mismo enviamos nuestras protestas de íntima adhesión. Firman el arzobispo de Marianna y cinco sufragáneos.
En años anteriores, la intervención de la Masonería en las cofradías había dado ocasión de persecución y de encarcelamiento al santo Obispo de Olinda.
En una Pastoral de Mons. Juan B. Castro, Arzobispo de Caracas, leí lo siguiente: «La Masonería de Venezuela, por sus representantes, ha firmado un tratado de concordia y unión con la Masonería de Buenos Aires, que parece hoy la más furibunda; ha adoptado los acuerdos que firmó aquel Congreso (de Buenos Aires de 1906) para ser trasmitidos a todas las logias de América, y los ha hecho obligatorios, hasta con sanción penal, para los masones de Venezuela. Ponernos, sin comentarios, los artículos que se refieren a la religión y a la iglesia:
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«5º La Masonería Latino-Americana, por todos los medios a su alcance, combatirá la propaganda clerical (Léase católica) y el establecimiento y desarrollo de las congregaciones religiosas, aunando esfuerzos para su expulsión de estos países.
«A este efecto:
«a) Los masones no harán educar sus hijos en colegios dirigidos por corporaciones religiosas.
«b) Los masones influirán para que sus esposas no se confiesen y prohibirán a sus hijos que lo hagan.
«c) Los masones no contribuirán en forma alguna a sostener las Congregaciones y sus capillas.
«6° La Masonería luchará por afiliar miembros de los partidos políticos, que defiendan sus ideales y se comprometan a votar: la separación de la Iglesia y del Estado, la expulsión de las Congregaciones religiosas, el registro civil, la instrucción puramente laica, el servicio de hospitales por enfermeras puramente laicas, supresión del clero castrense más leyes clericales (léase cristianas).
«7º Todo masón está obligado a proceder en el mundo profano de acuerdo con los principios de la Masonería, debiendo ser castigados con todo el rigor de la ley masónica que violen ese compromiso de honor.
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10. La Masonería trabajará para que los gobiernos supriman sus legaciones ante el Vaticano, no reconociendo al Papado como Potencia Internacional.
«11. La Masonería trabajará por impedir la explotación del indio por las Congregaciones religiosas, y propiciará la institución de misiones laicas que lo civilicen.»
«Lo que se llama aquí el Gran Oriente de Venezuela ha aprobado, adoptado y transmitido a toda la Masonería de la República este acuerdo a fin de que estando en conocimiento de ello todos los miembros de cada Cuerpo, se le dé su estricto cumplimiento.»
Realmente, no necesita comentarios ese acuerdo del Congreso Masónico de Buenos Aires. El comentario son los hechos mismos que cada cual ha ido observando en su propio país: los esfuerzos por cumplir aquel programa de descristianización, las tentativas ya realizadas, la propaganda por la prensa y por todos los medios al alcance de la secta, están por doquiera a la vista de todos. En el Uruguay y en el Ecuador el plan está va muy adelantado.
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58. – La Masonería chilena es anticatólica y anticristiana
¿Se dirá que la Masonería chilena tiene distinto espíritu que la de otros países? Pero si está en la conciencia de todos los que observan lo que pasa en las distintas esferas de la acción social, que la Masonería, tiene, entre nosotros, un fin opuesto a la religión católica, de tal manera que cuando se quiere indicar que una persona es hostil a la religión, la frase más breve y segura para decirlo es ésta: «Es masón».
Por lo que respecta a Iquique, bastará recordar el asalto a la procesión con que los católicos celebrábamos el aniversario de Constantino, el año 1913. Los dirigentes del ataque eran masones reconocidos. Ese ataque fue el epílogo de las conferencias de la masona Belén de Sárraga, traída exprofeso a Iquique en esa fecha para perturbar las fiestas católicas. Cuando se trató de contestar a mi refutación de la primera conferencia, se puso de vuelta y media la Biblia, esa Biblia que estaba sobre la mesa de la presidencia de la logia y sobre la cual juraban los iniciados. y se publicó un folleto lleno de blasfemias, después de haber sido aprobado en tenida de una de las logias. Y si no hay esa hostilidad para con el catolicismo, ¿por qué apenas se inicia uno que es católico y observante, al menos de la asistencia a misa. deja luego de serlo se aleja de la Iglesia, como he tenido ocasión de conocer a varios que me han contado su ingrese en las logias, con sentimiento de haberlo hecho? No hay argumento en contra de los hechos, dice un antiguo adagio filosófico. Veamos, pues, a qué nos hemos de atener, si a lo que la Masonería dice en sus estatutos y repite a los profanos, o a lo que dice a los iniciados, que son capaces de comprenderla, acerca de su neutralidad religiosa y su respeto a todas las religiones. Comencemos por la prensa.
«De lo que abunda en el corazón habla la boca», decía el Divino Maestro, y ciertamente, en las publicaciones masónicas no es el respeto a las religiones, especialmente a la católica, lo que abunda; sino una continua descarga, en todos los tonos y formas, contra ella. Testimonio de ello «La Verdad», revista que circula entre los hermanos, y que se procura que también lean aquellos que se cree están ya preparados para aceptar sus ataques a la religión. En ella se echa mano de cuanto recurso hay para atacar a la Iglesia y combatir su doctrina. A ese fin se acomodan los hechos. Si hay algún pasaje de la Biblia que ofrezca dificultad, se tomará, por cierto, el lado más difícil, como si fuera la enseñanza católica, y se olvidará o ignorará la explicación más obvia, más conforme al texto, al sentido general de la Escritura, etc., para crear el antagonismo irreconciliable entre la fe y la razón, o la historia.
En Santiago, se publica también bajo los auspicios de la Masonería, un Almanaque. «El Almanaque Popular», revista popular, «La Tribuna», que siguen la misma norma.
En Iquique, hemos conocido hojas escritas y distribuidas con gran celo por Hermanos reconocidos como tales. se han divulgado las calumnias y las injurias más viles y groseras contra el clero o contra los dogmas de la religión: hemos visto folletos escritos con el mismo fin, fuera de las injurias y calumnias, atroces a veces, que han publicado diarios inspirados por hermanos masones, sin que jamás se viera un sincero desmentido.
En Chile, gracias a Dios, no hemos tenido esos excesos de libertad, igualdad y fraternidad masónicas que han tenido que padecer nuestros hermanos de otros países; pero el terreno está desbrozado y sigue preparándose del mismo modo como se ha hecho en otras naciones. La Masonería está bien dirigida y no se lanza fácilmente a un fracaso. Esa preparación dará sus frutos en el momento oportuno, aquí, como en otras partes, si una acción hábil, robusta y constante no desbarata sus planes.
Es táctica de la Masonería la de tratar de visionarios o de calumniadores a los que dan la voz de alarma o refieren sus hazañas. No faltan tampoco católicos bien intencionados y pésimamente informados, que creen que la Masonería es un anacronismo, tan pasado de moda, que el hablar de ella está fuera de lugar en estos tiempos. Y, sin embargo, la acción masónica sigue haciéndose cada día más intensa y universal. Se extiende hasta los puestos más humildes, desde los más altos, en los cuales está cumpliendo el consejo de Weishaupt: «Alrededor de los poderes de la tierra es menester reunir una legión de hombres infatigables que dirijan por todas partes sus trabajos según el plan de la Orden». ¿En qué ramo de la administración no están esos hombres infatigables dirigiendo la cosa pública al sabor de la Orden? El país lo sabe; puede señalar a muchos con el dedo; los mismos masones, para hacer reclamo a la Orden, lo vociferan cuando les conviene: hay ramos de la Administración en los cuales el profano no entra sino con las recomendaciones o empeños de los H.’. o de los que obedecen sus sugestiones.
La Masonería ha trabajado aquí, como en todas partes, por sugestionar la opinión pública en contra de la Religión Católica, por medio de las palabras mágicas, libertad, liberalismo, igualdad, fraternidad, ciencia, progreso, tolerancia, etc., o bien con las declamaciones contra el fanatismo, la intolerancia, la reacción, el clericalismo, y otras parecidas.
Ella conoce por experiencia, el valor y fuerza que tienen esas palabras para producir la sugestión, aunque se grite libertad y liberalismo, cuando se trata de ejercitar alguna opresión contra la conciencia y se declame contra el fanatismo, precisamente cuando se da muestras del más feroz fanatismo. Es difícil decir hasta qué punto ha conseguido la Masonería sugestionar la opinión pública y hacer de los partidos políticos y de hombres serios y honorables, humildes servidores, con el encanto, o con el terror mágico de esas palabras repetidas en todos los tonos.
Cuántas veces, aún tomando formas muy discretas y disimuladas, la Masonería ha hecho sentir sus influencias no sólo en los círculos de señoras piadosas y de sacerdotes respetables, sino quizá aún en las mismas curias episcopales, como las ha hecho sentir en el mismo tono pontificio por medio de hábiles diplomáticos, afiliados a ella!
De las escuelas se ha desterrado el crucifijo y las imágenes como si no estuviéramos en país católico; de los libros de enseñanza se ha suprimido hasta donde ha sido posible el Santo Nombre de Dios y de Jesucristo. En las mismas revistas infantiles patrocinadas por miembros del magisterio, hay esmero grande por no nombrar al Creador ni nada que sepa a religión. Hay recomendaciones, por no decir órdenes, para organizar, no sólo en los liceos sino también en las escuelas públicas, asociaciones de Bov-Scouts o centros, que tengan el propósito declarado de cultivar el cuerpo con ejercicios y el espíritu con enseñanzas sanas, y con el fin encubierto de alejar a los niños, tanto de la influencia del hogar, como de la Iglesia. Esas asociaciones harán que no les quede tiempo para ir a misa el Domingo ni para instruirse en los catequismos, ni siquiera para sentir la influencia de padres católicos, cuya autoridad educadora es reemplazada insensiblemente por los maestros de una moral laica, sin religión.
Entre estas obras se cuentan la Fiesta del árbol, la Fiesta Infantil de Pascua, los Recreos Dominicales Infantiles, como se lee en la Memoria de 1918, leída en el Gran Oriente de Santiago por el Ser.. G.’. Maestre Luis A. Navarrete López.
En ciertas provincias es muy general dar el nombre de superstición a la Religión Católica, que es la del país y la del Estado. Es el lenguaje de las logias. El oscurantismo es también una palabra que han usado como arma para hacer odiosa la iglesia. A fuerza de repetirlo se han convencido los mismos masones y, al menos confusamente, han convencido también a otros que no lo son y que tienen oca instrucción, de que la Iglesia es un antro donde se difunde por todas partes la oscuridad. En Iquique era cosa casi diaria, hace algunos años, la invocación del oscurantismo para denigrar a la Iglesia; y lo curioso era que así hablaban a veces aún los que ni siquiera sabían escribir una carta con corrección. Eran simples fonógrafos que repetían, sin darse cuenta del por qué, lo que se había grabado en ellos. Ha sido menester hacerlos volver un poco a la realidad de las cosas, hacerles comprender que no eran ni con mucho los focos de luz que se imaginaban y que el clero tampoco era lo que pensaban, pura ignorancia y pobreza mental. Bien lo sabían los dirigentes, y por eso ponían todo empeño en no dejar hablar al clero.
De esa acción anticatólica se gloría la Masonería en sus documentos oficiales, como puede verse en el opúsculo «La Masonería ante el Congreso», que debiera ser leído de todos los chilenos. De ahí tomo las siguientes declaraciones: «Hay que salir de los lindes del terruño: hay que conquistar nuevas plazas: hay que OPONER tantas logias y triángulos a cuantas catedrales y parroquias hay en la República».
«Durante el primer semestre de 1913 todos los masones chilenos y gran número de las logias proporcionaron muy efectiva cooperación a la campaña anticlerical que valerosamente emprendió en nuestro país la Belén de Sárraga «Si los laureles del triunfo tocaron por entero a la intrépida propagandista liberal (¡!) parte importante de los felices resultados correspondió a los masones asegurarla con su trabajo, con su entusiasmo y con su dinero.»
Son declaraciones del Gran Maestre Luis Navarrete López, en su mensaje anual leído en la Asamblea de la Gran Logia de Chile, celebrarla en mayo de 1914.
Hablando de la campaña contra Monseñor Sibilia, Representante de la Santa Sede, agrega el señor Navarrete: «Fue una francmasón quien organizó la primera jornada hostil a Monseñor Sibilia y en la que éste perdió su capelo. En seguida consejos, dinero, influencias y simpatías aportaron los masones a la Federación de Estudiantes en apoyo de su estruendosa campaña pública. Las logias establecidas fuera de Santiago constituyeron los centros organizadores de las manifestaciones populares que hicieron eco en las provincias a la agitación metropolitana» («La Masonería ante el Congreso», 69-71).
Todavía me acuerdo de que en esa campaña tornaron parte algunos católicos que odiaban la Masonería, y sin embargo, cayeron en sus redes y sirvieron su causa, hipnotizados por el encantamiento de la palabra liberal de que se gloriaban. Después reconocieron el engaño.
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59. – Obediencia a la influencia extranjera secreta
Compárese ahora el trabajo de la Masonería chilena con el siguiente programa de trabajo del Gran Oriente de Francia, y se llegará a la conclusión que es un Poder Oculto extranjero el que está dirigiendo, por medio de las logias chilenas, gran parte de nuestra vida nacional.
En sus principales líneas, ese programa es corno sigue: «La Francmasonería, que preparó la Revolución de 1789, tiene el deber de continuar su trabajo» (Circular del Gran Oriente de Francia, 2 de abril de 1889).
Medios para alcanzar los ideales de la Masonería: Los siguientes son tenidos como los principales: 1º. Destruir radicalmente por franca persecución de la Iglesia o por el fraudulento e hipócrita sistema de separación de la Iglesia y del Estado, toda influencia social de la Religión, llamada insidiosamente «Clericalismo», y en cuanto sea posible, destruir la Iglesia y toda religión verdadera o revelada, que es algo más que un culto vago de la Madre Patria y de la Humanidad; 2º. laicizar o secularizar, por medio de un sistema parecido, hipócrita y fraudulento de «no sectarismo», toda vida pública y privada y sobre todo, la instrucción y educación popular. El «no sectarismo», como lo entiende el Gran Oriente, es sectarismo anticatólico y aún anticristiano, ateo, positivista y agnóstico, con el traje de «no sectarismo».
La libertad de pensamiento y de conciencia de los niños se ha de desarrollar en ellos sistemáticamente en la escuela y ha de protegerse tanto corno sea posible contra las influencias perturbadoras, no sólo de la Iglesia y de los sacerdotes, sino también de los propios padres de los niños, aun, si es necesario, por medio de la compulsión moral o física. El Partido del Gran Oriente lo considera indispensable y un camino infaliblemente seguro para el definitivo establecimiento de la República Social universal, etc. (Chaine d’Union. 1889, páginas 134, 212 y siguientes); Actas oficiales del Congreso Masónico Internacional de París. 16-17 de julio de 1889, 31 de agosto y 1-2 de septiembre de 1900. Revista Masónica. 1880-1910, citada por Cath. Encyclop).
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6O. – Intolerancia y Antifanatismo masónicos
La Masonería hace profesión de observar a más absoluta tolerancia de todas las opiniones de combatir tenazmente el fanatismo. Veamos si en esto es más sincera y veraz que en sus demás afirmaciones. Tomoo las ideas de Copin-Albancelli (La Consp. Juive. págs. 130 y siguientes).
La Masonería, o más bien el Poder Oculto que la dirige, para hacerla aceptar, invocaba en sus comienzos el espíritu de tolerancia; así lograba que muchos católicos la aceptasen. En seguida combatió a la iglesia, en nombre de la misma tolerancia que le había permitido existir. «De suerte que nos es dado asistir a un espectáculo verdaderamente extraño: Hay, en efecto, según la Masonería, dos iglesias por delante: la una digna de odio a causa de su intolerancia: es el Catolicismo; la otra, admirable a causa de su tolerancia: es la Masonería. Es lo que dicen los masones: pero ved lo que pasa en realidad. La Iglesia de la intolerancia existía antes de la que se dice iglesia de la tolerancia. Por lo tanto, ha tolerado la existencia de ésta. Al contrario, ahora que esta última está constituida, ahora que está en pleno triunfo, es ella la que no permite el mantenimiento de la otra. Es, pues, la intolerancia la que tolera y la Tolerancia la que no tolera. Y lo que hace más gracia, es que los que se dicen tolerantes y no toleran, en nombre de su tolerancia, no se dan cuenta absolutamente de su intolerancia. Es un poco bufo esto para ser verdad; sin embargo, es el espectáculo que el mundo entero puede contemplar. ¡Tan profundo es el obcecamiento que resulta de las sugestiones lanudas en la Masonería por el Poder Oculto! ¿Cómo pueden ser así falseadas las conciencias? Sería cosa imposible de comprender y explicar para mí si la mía no hubiese sido arrastrada, como tantas otras, en el torbellino de demencia, si yo no hubiera sido actor y víctima a la vez.
El mismo autor, para manifestar hasta dónde llega la tolerancia y el fanatismo que se apodera de los masones a fuerza de las sugestiones que se les hacen, dice más adelante: «Yo he oído a esos fanáticos de la tolerancia», cuando comenzaban a ser furiosamente intolerantes en nombre de su amor desordenado de la tolerancia. He asistido aún a escenas de un cómico irresistible. Una de ellas tuvo por causa el bacalao que ciertos masones confesaban haber comido el Viernes Santo de 1884. El hecho de observar las prescripciones católicas, era, en esa época, considerado como un pecado mortal masónico por algunos que se decían apóstoles de la tolerancia. Pues bien, uno de esos avanzados, el Viernes Santo de 1884, pidió en su logia un voto de censura contra los masones que, «comiendo bacalao el Viernes Santo, contribuían a mantener los prejuicios de otra edad».
Yo pregunto a los masones, pregunto a sus esposas, madres o hermanas, si esa intolerancia, por ese mismo motivo, es cosa desconocida o rara entre nosotros. Ya he dicho antes lo que yo mismo he tenido ocasión de ver y de oír en el ataque que se hizo a la Procesión con que celebrábamos el Centenario de Constantino, ataque que fue fraguado como consecuencia de las predicaciones de la masona Belén de Sárraga y a cuya cabeza había conocidos masones. Esa es la muestra de tolerancia con que combatían la intolerancia de nuestra religión. En cambio, cuando ellos o los sugestionados por ellos hacían desfiles insultando o tirando piedras, los católicos ni siquiera hemos contestado el insulto, ni hemos experimentado ese ataque nervioso frenético que experimenta el masón al ver una imagen o encontrarse con un cura en casa de su enfermo. Mis compatriotas de casi todas las ciudades de Chile, casi con seguridad, podrán atestiguar los mismos hechos y recoger las mismas experiencias. La historia moderna de todas las naciones donde ha dominado la Masonería, está llena de la misma comprobación.
La Masonería, una vez más, hace profesión de una cosa que no tiene intención de practicar; sólo para engañar a los inocentes, que desgraciadamente son muchos en este mundo: hace profesión de tolerancia y es satánicamente intolerante.
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¿Quién creyera que, después de tan serias y constantes afirmaciones y protestas de la Masonería y de los masones sobre el respeto a todas las religiones, y sobre que la Masonería no se ocupa de religión, quién creyera, digo, que la preocupación por la religión y el odio por la religión católica llegara a convertirse en furor? Es, sin embargo, lo que se ha visto, no sólo en la época del Terror y de la Comuna, en Francia, en Madrid, en 1634, en Italia. etc., sino lo que existe en ciertos grados, en que se blasfema de Cristo, se blasfema de Dios, diciendo de él que es el ángel o el principio malo: se profanan las hostias consagradas, atravesándolas con un puñal. Yo mismo he visto un diploma en que se daba poder para fundar logias, diploma, sin duda, emanado de alguna Gran Logia con varias figuras o emblemas que manifiestan el espíritu de la Logia. Uno de esos emblemas era el cáliz derramándose y de la hostia atravesada por un puñal; otro, el del mundo con cruz la para abajo: otro, el del Corazón de Jesús con el mote «cor execrandum», (Corazón execrable).
En la recepción de las Elegidas del Rito Palúdico Reformado, se enseña a la que va a ser recibida a castigar al traidor Jesús y a matar a adonai, el Dios de la Biblia, con su divinidad malhechora, eso lo hace atravesando la Maestra y después de ella la iniciada, una hostia con un puñal, en medio de horribles blasfemias, después que se ha garantizado que una hostia consagrada. En 1894, dice Dom Benoit, se comprobó, en una iglesia de París, la desaparición de 800 hostias, sacrílegamente robadas por los sectarios para sus misterios abominables (Benoit, F. M., I. 456).
Hay, pues, una mentira constitucional, intencional, tanto en los estatutos de la Masonería como en los labios de los que para conquistarse adeptos, comienzan por decir que «en la Masonería se respetan todas las religiones» y «no se trata de religión», ¡Y las primeras víctimas de ese engaño son siempre los mismos afiliados a la Masonería!.
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CAPITULO II
LA RELIGION MASONICA
66. SATANÁS O LUCIFER. 67. SOCIEDADES SATÁNICAS
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63. – La Masonería tiene su propia religión
He dicho antes que la Masonería tiene las características de un culto religioso. Hablando de la Masonería Americana de Estados Unidos, Preuss resume las pruebas con estas palabras: «Es evidentemente una religión distinta la que tiene sus altares distintos y propios; sus templos distintos y propios; su sacerdocio distinto propio y aun su Pontificado supremo propio; sus distintas y propias consagraciones y unciones; su ritual distinto y propio; su culto distinto y propio; sus ceremonias distintas y propias; las fiestas religiosas distintas y propias; su credo religioso distinto y propio; su moral distinta y propia; su propia y distinta teoría acerca de la naturaleza del alma humana y de sus relaciones con la Deidad su Dios propio, distinto y peculiar.
«Pues bien, todas estas cosas se encuentran en la Masonería. Es, por tanto, la Masonería, una religión distinta».
El autor prueba cosa por cosa con las mayores autoridades de la Masonería, las de Pike y Mackey, y termina: «Nuestra enumeración no ha agotado los rasgos religiosos de la Masonería. Podíamos haber tratado de sus invocaciones, de sus bendiciones, de su bautismo, de la comunión de los hermanos, de sus himnos, de sus purificaciones, de los báculos usados en los altos grados, etc.; pero no queremos dedicar más tiempo a la prueba de un hecho tan evidente. Llámese todo, si se quiere, un disfraz religioso; redúzcase todo a una mofa santa, no nos importa la sinceridad o falta de sinceridad de sus protestas». La Masonería, hemos visto, es una misma institución en todas partes, y basta leer los ritos de las iniciaciones para comprender que lo que Preuss dice de la Masonería de Estados Unidos, se encuentra en todas partes. ; Y, sin embargo, la Masonería dice que no se ocupa de religión! ¡Siempre la sinceridad acostumbrada!
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64. – Objeto del culto masónico: El Gran Arquitecto. La Naturaleza
No es fácil decir en pocas palabras lo que se sabe acerca del culto masónico en las logias. La Masonería va introduciendo poco a paco a sus adeptos en el santuario de sus misterios, adaptando a su disposición y preparación la medida en que le va descorriendo el velo. El culto se practica en distintas fases o períodos: Primera fase: aquella en que se adora al Gran Arquitecto del Universo, que, como he dicho, ha sido ya renegado por el Gran Oriente de Francia. El adepto se imagina que se trata de Dios, de aquel Ser Supremo que tal vez aprendió a amar y adorar en el regazo de su madre, de la iglesia o en una escuela bien dirigida. El pobrete no se imagina que sólo se trata de un nombre simbólico, con que se encubre la verdadera divinidad masónica. Cuando y donde el símbolo no fue ya necesario, se le dejó a un lado. Es de advertir que los masones evitan nombrar a Dios, en sus actos oficiales al menos, para no nombrar una falsa divinidad!
Segunda fase: aquella en que se adora a la Naturaleza, o sea, cuando la idea del Gran Arquitecto se traduce en la del Dios-Naturaleza, causa universal de las cosas, tal cual la concibe el materialista, el panteísta o el teósofo, que sólo discuerdan en el nombre y no en la idea que se forman de la primera causa de las cosas. Lo doctores masones americanos, tras largas disquisiciones o rodeos, vienen a decir que la divinidad es el principio activo y pasivo, o masculino y femenino, de las cosas.
En cuanto al culto de la naturaleza, dice Pike: «Hay un Ateísmo meramente formal, que es la negación de Dios en los términos, pero no en la realidad. Un hombre dice: No hay Dios; esto es, no hay Dios que se origine a sí mismo o que nunca fue originado, sino que siempre fue y ha sido, que es la causa de la existencia, que es la Mente y la Providencia del Universo; y por tanto, el orden, la belleza y la armonía del mundo de la materia de la mente no indican ningún plan o propósito de Divinidad. Pero él dice, la Naturaleza (significando con esta palabra la suma total de la existencia) eso es poderoso, sabio, activo y bueno; la Naturaleza se originó a sí misma, o sea, siempre fue y ha sido, la causa de su propia existencia, la mente del Universo y la Providencia de sí misma. Claramente hay un plan y propósito donde se producen el orden, la belleza y la armonía. Pero esto es el plan y propósito de la Naturaleza». «En tales casos, continúa, la negación absoluta de Dios, es sólo formal y no real. Se admiten las cualidades de Dios y se afirma que existen y es un mero cambio de nombre el llamar al posesor de estas cualidades Naturaleza y no Dios? (Preuss, A. F., 157-8).
Que no sea cuestión de nombre solamente, lo prueba la explicación que el mismo Pike continúa dando, en la que reduce la Trinidad divina al alma, al pensamiento del alma, y a la palabra con que se expresa ese pensamiento.
Nada agregaré a lo dicho sobre el culto de la carne, el culto que la Masonería ha heredado de los antiguos paganos. Preuss y Benoit traen largas informaciones sobre él en sus obras tantas veces citadas. En Benoit se verá que hasta en la ceremonia de la sepultación masónica, entra ese culto pagano, velado, naturalmente, con el símbolo. Lo que acerca de esto he sabido por testigos presenciales, me ha horrorizado.
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Naturalmente, cuando se habla de la vida, de la fecundidad, etc., luego se presenta el sol, como el agente más activo y más grandioso de la fecundidad y de la producción de los seres, especialmente de los dotados de vida, que ocupan el grado más alto de la universalidad de las cosas. Es muy lógico que al rendir culto a la naturaleza, se tome al sol como un representante y símbolo más caracterizado del Dios. Naturaza que adoran los masones a la par de los salvajes.
Al culto del sol se refieren muchos símbolos o ceremonias que se acostumbran en las logias. Según Mackey, la circunambulación o procesión que se hace alrededor del altar en la logias, en la cual se comienza por el oriente, se encamina hacia el sur y se vuelve por el oeste, es una imitación del curso del sol, y una prueba manifiesta de que los ritos paganos de !os adoradores del sol vienen de la fuente común a la cual la Masonería es deudora de su existencia. «Sólo la Masonería, dice, ha conservado la primitiva significación, que era una alusión simbólica al sol como fuente de la luz física y la más maravillosa obra del Gran Arquitecto del Universo». «El culto del sol, dice en otra parte, fue introducido en los misterios, no como una idolatría material, sino corno un medio de expresar una restauración de la muerte a la vida, tomado de la reaparición en el este del orbe solar, después de su nocturna desaparición por el oeste. Al sol también, como regenerador y vivificador de toda cosa, hay que atribuir el culto fálico que formaba una parte principal de los misterios». Los tres principales oficiales de la Logia representan, según el mismo autor, al sol en sus principales posiciones, la salida, el mediodía y la puesta (Preuss, A. F., páginas 120 y siguientes).
«El culto del sol, dice Renán, alto dignatario de la Masonería francesa, es el solo culto razonable y científico; el sol es el dios particular de nuestro planeta» «El Titán o el sol es, según una profesión de fe de los Jueces Filósofos desconocidos, el solo dios, autor del bien y del mal. El Juez Desconocido (el Juez Supremo) es el sol que debe gobernarlo todo, que debe regir el mundo y hacer la felicidad del género humano» Benoit, F. M., I. 228).
De ahí al culto de la carne, no hay más que un paso: el sol no es más que un símbolo. Hay algo que se acerca más aún a la manifestación más sublime del dios-naturaleza, de la fuente de la vida y de la inmortalidad: son los principios por los cuales se difunde la vida y se evita que desaparezca, mediante la propagación. El culto de la carne se presenta entonces corno el homenaje más natural de los adoradores de la naturaleza con su manifestación más sublime, y con ese culto se llega hasta los cultos paganos más degradantes y corruptores.
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Para quitar todo temor, para trastornar todas las ideas que se han adquirido en el contacto con una sociedad cristiana, y borrar aún las resistencias que una rectitud natural podría oponer, en ciertas logias al menos, se rinde culto a Lucifer o Satanás. Según las leyes masónicas, en conformidad con las cuales expuso aquí en Iquique la Belén de Sárraga el pecado de nuestros primeros padres, Satanás es el dios bueno o el ángel de luz, que vino a enseñar a Eva el secreto que había de hacer que el hombre fuera como Dios, seduciéndola carnalmente, conocimiento que ella participó a Adán, después.
¿Cómo entonces los adoradores de la naturaleza no han de manifestar a Satanás su gratitud, por los beneficios que hizo al hombre? Ellos, los albañiles, constructores del gran templo de la naturaleza, después de arreglar a su sabor la narración bíblica, no pueden menos de sentirse llenos de veneración de amor y agradecimiento hacia el ángel que enseñó al hombre a tener la libertad masónica, despreciando a Dios, y con razón miran a Satanás como a su padre y fundador.
He ahí una breve síntesis del culto de la Masonería. He dicho y repito que muchos masones y aún en muchos grados, no sospechan el sentido oculto de los símbolos que usan ni los que se enseña y practica en grados más altos.
En la orgía anticatólica en que viven los masones dirigentes o ilustrados, hablan de la diosa-razón, del dios-pueblo, del dios-hombre, o sea, el mismo hombre, etc. Todo viene a ser dios, para ellos, menos el verdadero Dios.
Los que todavía no han renegado del Gran Arquitecto del Universo, como los ingleses y muchos americanos, abren sus sesiones, juran. etc., en su nombre, rindiéndole culto.
El culto de Lucifer no es tan misterioso que no haya llegado a oídos de los que se han preocupado de la Masonería. «En la iniciación del grado de Caballero de la Serpiente de Bronce, se adora a la Serpiente infernal, enemiga de Adonai, amiga de los hombres, que con su triunfo hará volver a los hombres al Edén. En el 20º grado, el Presidente dice al que se inicia: «En el nombre sagrado de Lucifer desarraigad el oscurantismo». Ya sabernos qué significa esa palabra en el lenguaje masónico. «Fue Juan Ziska, quien con Juan Huss, dice una hoja masónica, ha echado en Bohemia las bases de la Masonería. Representaba a Satanás como la víctima inocente de un poder despótico; hacía de él un compañero de cadena de todos los oprimidos. Fue más lejos aún: puso a Satán sobre el Dios de la Biblia. Al antiguo saludo: «Dios sea con vosotros», sustituyó éste: «Que aquél a quien se hace injusticia os guarde». Por eso Proudhon lo invocaba, diciéndole: «Ven, Satanás, el proscrito de los sacerdotes, el bendecido de mi corazón» (Benoit, F. M., I, 460-462).
«El Rito Paládico Reformado tiene por práctica fundamental y por fin la adoración de Lucifer – dice Dom Benot – y está lleno de todas las impiedades y de todas las infamias de la magia. Establecido primero en Estados Unidos, ha hecho invasión en Europa y hace cada año progresos espantosos».
Todo su ceremonial está lleno, como es de suponer, de blasfemias contra Dios y contra Nuestro Señor Jesucristo (F. M., I, páginas 449 y siguientes).
Adriano Lemmi, el supremo jefe de la Masonería italiana, no disimulaba su culto a Satanás. «En Italia, dice Margiotta, todos saben que Adriano Lemmi es satanista.
«En nombre de Satanás envía sus circulares, aunque acomodándose a veces a la opinión de los imperfectos iniciados; pero basta hojear la colección de su diario reservado a los francmasones para conocer sus sentimientos de ocultismo y de renegado entregado al diablo.
«Sí, como satanista organizó el movimiento anticlerical y se gloriaba de ello desde 1883, haciendo insertar en su órgano oficial, la Rivista della Massoneria Italiana (Vol. del año ma.’. del 1º de marzo de 1883 al 28 de febrero de 1884, pág. 306), esta cínica declaración:
– Vexilla regis prodeunt inferni, ha dicho el Papa. Pues bien, ¡si! !sí! los estandartes del rey de los infiernos avanzan y no hay un hombre que tenga conciencia de su ser, que tenga amor a la libertad, no hay uno que no venga a alistarse bajo esos estandartes, bajo esas banderas de la Francmasonería, que simbolizan las tuerzas vivas de la humanidad, la inteligencia en oposición con las fuerzas inertes de la humanidad embrutecida por la superstición!
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«!Vexilla regis prodeunt inferni… ¡Sí! ¡Sí! los estandartes del Rey de los Infiernos avanzan, porque la Francmasonería, que por principio, por institución, por instinto, ha combatido siempre y combatirá siempre sin tregua y sin cuartel todo lo que pueda impedir el desarrollo de la libertad, de la paz y de la felicidad de la humanidad, tiene el deber de combatir hoy más enérgicamente y más abiertamente que nunca los ardides de la reacción clerical» Margiotta, A. L., -68-169).
Oigamos ahora las alabanzas que de su Dios hace otro hermano:
«Cuando veamos reinar como soberano, bajo las bóvedas de nuestros templos, al Padre de todos los sectarios pasados, presentes y futuros, él nos podrá decir con su legendaria sonrisa:
«Carísimos e ilustres hermanos, hacedme el favor de reconocer en mí:
«El término final del Progreso masónico, el perfecto y sublime masón del fin del siglo XIX». (Discurso del H.’. Jotrand, Bol, del Sup. Cons., No.30, p. 31). La Igl. y la Mas., 174.
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Terminaré lo del culto de Satanás con una cita que me parece oportuna: «Hace algunos años, dice Copin-Albacelli, una circunstancia me permitió tocar con el dedo la prueba de que hay ciertas sociedades masónicas, que son satánicas, no en el sentido de que el diablo venga a presidir las reuniones, como pretendía ese mistificador de Leo Taxil, sino en el de que los iniciados profesan el culto de Lucifer. Adoran a éste como si fuera el verdadero Dios de los cristianos, que declaran, ser un impostor. Tienen una fórmula que resume su estado de ánimo; ya no es «A la gloria del Gran Arquitecto del Universo» como en las dos categorías inferiores es G.. E.. A… A…L.. H.. H.. H.. A.. D.. M.’. M.-. M..; lo que, quiere decir (traducido) : ¡Gloria y Amor a Lucifer! ¡Odio! !odio! ¡odio! al Dios ¡maldito! ¡Maldito.’ ¡maldito!
«Se confiesa en estas sociedades que todo lo que el Dios cristiano ordena es desagradable a Lucifer; que, al contrario, todo lo que prohíbe, es agradable a Lucifer; que, en consecuencia, es menester hacer todo lo que el Dios cristiano prohíbe y que es preciso guardarse como del fuego de todo lo que ordena. Repito que de todo esto he tenido la prueba en mis manos. He leído y estudiado cientos de documentos relativos a una de estas sociedades, documentos que no me es permitido publicar y que emanan de miembros, hombres y mujeres, del grupo en cuestión. He podido comprobar que esta asociación es una escuela de lujuria que sobrepasa todo lo que se pueda imaginar (parece que esto agrada a Lucifer), que también se practica allí el asesinato, siempre porque es desagradable al Dios cristiano y agradable a Lucifer. . .» (Copin, P. O., 291-292).
Cuenta Margiotta que Alberto Pike había decretado que al Dios de la Masonería no se debía dar sino el nombre inefable de Lucifer, mientras que Lemmi, satanista rabioso, quería que el Dios de las traslogias fuese invocado y evocado únicamente con el santísimo nombre de Satán y que, para irritar a Pike, que se obstinaba en hacer cantar en los banquetes paládicos el Goddaël-Mirar, Lemmi pidió a su amigo el H.. Carducci que compusiera el himno a Satanás, el cual, por encíclica (sic) de 21 de enero de 1894, mandó sustituir al Goddaël-Mirar (La Palladisme, ps. 47-48).
Pero no olvidemos que si el Satanismo es el refugio o el disfraz de la impiedad anticristiana de una parte de la Masonería, otra parte, la más sincera, la más lógica y consecuente con sus primeras negaciones y odios, es la que declara la guerra a Dios, sin reemplazarlo más que por el hombre. No hay que extrañar, entonces, que en algunas logias se haga de esto abierta profesión. Así, en el Congreso Internacional de Bruselas, en 1886, Lafargue exclamaba: ;Guerra a Dios! ¡Odios a Dios! en ello está el progreso. ¡Es preciso romper el cielo como un pedazo de papel! Y el H.. Lanesan, en la fiesta solsticial, de la Logia Clemente Amistad, el 13 de marzo de 1880, blasfemaba con estas palabras: ¡Debemos aplastar al infame, pero ese infame no es el clericalismo, el Infame es Dios (Rev. Int. des Soc. Secr., N 17, 1924. PS. 309-310).
Después de leer estos horrores, recuerde el lector que la Masonería sostiene en sus estatutos y por boca de los que le hacen propaganda, que no se ocupa en religión y que respeta la fe religiosa de sus miembros, los cuales pueden pertenecer a todas las religiones, y vea si encuentra palabras con qué calificar ese engaño, cuyas primeras víctimas son siempre los propios adeptos.
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CAPITULO III
LA MASONERÍA Y LA POLITICA
77. ¿LA MASONERÍA NO SABE DE POLÍTICA ENTRE NOSOTROS? ¿O SE SIRVE DE LA POLÍTICA COMO DE SU INSTRUMENTO?. 78. SUS MÁSCARAS POLÍTICAS
79. DOMINIO POLÍTICO SOBRE LOS AFILIADOS
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68. – Su acción política en Francia en el siglo XVIII
«La Masonería no se ocupa. . . de las Constituciones civiles de los Estados. . . debe respetar y respeta las simpatías políticas de sus miembros. En consecuencia, toda discusión que tienda a este objeto, queda expresa y formalmente prohibida».
Así dicen las constituciones masónicas Veamos si dicen tanta verdad, como cuando se trata de religión. A este propósito no estará demás citar lo que dice Copin-Albancelli:.»Durante ciento cincuenta años la Francmasonería ha afirmado, ha proclamado en sus estatutos, como lo hemos dicho, que no se ocupaba de política y que aún prohibía en las logias toda discusión que pudiera tener relación con esta materia.
Pues bien, ¡cosa verdaderamente extraordinaria de parte de una asociación que no se ocupa de política! Ella apareció súbitamente en posesión de todos los puestos del Estado durante la Revolución, y en nuestros días se le ve renovar este milagro!
«Agregaremos que se necesitarían volúmenes para citar todos los documentos que probarían que las reuniones de sus talleres están llenas por las discusiones políticas, a pesar de la declaración que está contenida en los estatutos»,
En realidad, la Masonería estuvo preparando en Francia la caída de la monarquía como preparó la caída de Napoleón I y de todos los gobiernos que siguieron después hasta apoderarse completamente del poder en la República Francesa y quedar en aptitud de ejecutar sus planes contra la Iglesia. Durante setenta años había estado en Francia profesando el más profundo respeto a la monarquía y a la religión; había inscrito las declaraciones más formales sobre estos puntos en sus estatutos; había atraído a sus templo a miembros del clero, de la nobleza, y aún de la misma familia real, que se había propuesto destruir, y había sostenido este papel con constante hipocresía. Un Convento Masónico reunido en Wilhelmsbad, bajo Luis XVI, resolvió que la revolución humanitaria que se había preparado en este tiempo, estallara en Francia más bien que en Alemania, y así se ejecutó.
Ya en 1746, en el libro «La F. M.’. Ecrasée», un experimentado ex-masón, que cuando masón había visitado muchas logias en Francia e Inglaterra y consultado altos masones de puestos oficiales le escribía como el verdadero programa de la Masonería un programa que, según Boos, historiador de la Masonería (p. 192), coincide de un modo que asombra con el programa de la Gran Revolución de 1789.
Como autores profanos y masones atribuyen de común acuerdo a la Masonería la parte principal, la dirección de la Revolución Francesa, no tengo para qué demorar mucho confirmarlo. El H.’. Sicard de Plauzoles lo acaba de afirmar en el Convento de 1913: «La Francmasonería puede con legitimo orgullo considerar la Revolución como obra suya»
En el Congreso Masónico de 1889, los HH.’, Amiable y Colfavrú dieron lectura a dos relaciones muy documentadas, cuyo resumen es éste: «Al comienzo de 1789, los francmasones tomaron una parte activa en el grande y saludable movimiento que se produjo en el país. Su influencia fue preponderante en las asambleas del Tercer Estado (Estado Llano), para la redacción de actas y para el nombramiento de los elegidos… Tuvieron un papel menos considerable en las Asambleas de los órdenes privilegiados. Sin embargo, la influencia de la Masonería se reconoce aún en numerosas proposiciones reformadoras entre las actas del clero y de la nobleza. . . Aut. Cach,. Ps. 7-8, etc. De 605 diputados del Estado llano, 417 eran masones (Auteur Cach., 27).
«Lo espantoso es, dice Lord Acton en su Ensayo sobre la Revolución Francesa, no el tumulto sino el plan. A través del fuego y del humo percibimos la evidencia de una organización calculadora. Los dirigentes permanecen estudiosamente ocultos y enmascarados, pero no hay duda de su presencia desde el principio» (La Cause, p. 38).
En las dos últimas obras citadas se ve clara la concurrencia universal de los extranjeros con sus personas y con su oro y acción en la Revolución Francesa; se ve la obra de una organización universal que de todas partes hace llegar su gente y su dinero, para pagar a los agentes propagandistas, para producir aun la miseria y preparar mediante ella, el ánimo popular para la revuelta; se ve un acuerdo común: el acuerdo que señalan los historiadores efectuado en el Convento Masón de Wilhelmsbad. Leyendo esas obras, no puede menos de llenarse de angustia el corazón patriota, al pensar de qué manera tan fácil, mediante la organización secreta internacional puede una nación llegar a ser el juguete y la víctima de sus peores enemigos. Cuando el espíritu patrio está debilitado o perdido, el oro extranjero puede llevar a un país a toda suerte de aberración y de ruina.
En las confesiones del Conde de Haugwitz, presentadas al Congreso de Verona, se lee: «Yo adquirí entonces la firme convicción de que el drama comenzado en 1788 y 1789, la revolución francesa, el regicidio con todos sus horrores, no solamente se había resuelto allí entonces, sino que aún era el resultado de las asociaciones y juramentos, etc.». Eso lo dice hablando de la Masonería a la cual había pertenecido como jefe prominente (Eckert, II, 179).
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69. – Su acción en Francia durante el siglo XIX
Cuando Napoleón llegó a ser ídolo de la Revolución, la Masonería le dobló la rodilla y lo aduló, al mismo tiempo que trabajaba por derrocarlo. En 112 en la fiesta de la Orden, el Gran Orador del Gran Oriente pronunciaba esta enfática adjuración: «Y nosotros, hermanos míos, colocados en este Oriente, como en otro tiempo uno de los jefes hebreos sobre la montaña, mientras que los guerreros de Israel combatían, elevemos nuestras manos hacia el Eterno, que ha llegado la victoria a las águilas de su Predilecto y gocemos con reconocímiento de la paz interior que nos asegura su poder» (Copin, P. O., 69).
Y sin embargo, las mismas logias militares, la mayor parte al menos, se habían hecho antinapoleónicas, hasta el punto que, durante la invasión, algunas llegaron a admitir a los oficiales masones de las potencias aliadas.
Cuando subió Luis XVIII al trono hizo con él como con Napoleón: el Gran Maestro Adjunto, el General Beurmonville, la puso a los pies del monarca, declarando que respondía de ella como de sí mismo. Pero llegó la nueva subida de Napoleón, a su vuelta de Elba y al momento la Masonería, virando hacia él, dirigió un saludo de bienvenida al predilecto del Eterno.
Y cuando Napoleón desapareció, después de los cien días de Restauración, allí estaba de nuevo la Masonería a los pies de Luís el Deseado, elevando oraciones por él, y cantando himnos en su honor (Copin, P. 0., 374).
Y la misma historia sigue repitiéndose con Carlos X, con Luís Felipe*, con la República y con Napoleón III. Luís Felipe llegó a prohibir que los militares pertenecieran a las logias, sabiendo que la Masonería estaba trabajando a la sombra para derrocarlo. Todo fue inútil. Un gran Congreso de masones alemanes, franceses y suizos reunidos en Estrasburgo, el año 1847, decidió sustituir la Monarquía por la República. Cinco directores de logias parisienses prepararon la revolución, y Odilón Barrot, masón de la logia de los trinosofos, Presidente del Consejo de Ministros, después de haber jurado fidelidad a Luís Felipe, hizo cesar el combate contra los revolucionarios, y se organizó el gobierno provisorio.
La Masonería envió una diputación de la Gran Logia de Francia, compuesta de masones revestidos con sus insignias, a prestar su adhesión al Gobierno Provisorio, en un oficio que terminaba así: «Cuarenta mil masones, distribuidos en quinientas logias, que no tienen entre sí sino un mismo corazón y un mismo espíritu, os prometen su concurso para acabar la obra de la regeneración tan gloriosamente comenzada» (Copin, P. 0., 379).
En ese Gobierno Provisorio, entre once Ministros, nueve eran masones conocidos. Sólo Lamartine y Dupont de I’Eure no lo eran, pero recibían la sugestión masónica, rodeados como estaban de masones. El Gobierno era, pues, masónico. Cuando el 10 de marzo de 1848, el Supremo Consejo del Rito Escocés fue a felicitar al Gobierno Provisorio, Lamartine, en el nombre del Gobierno, respondió a los masones delegados: «Estoy convencido de que es del fondo de vuestras logias de donde han emanado, primero en la sombra, después a media luz y finalmente en pleno día, los sentimientos que han acabado por hacer la sublime explosión de que hemos sido testigos en 1789 y de la cual el pueblo de París acaba de dar al mundo la segunda, y lo espero, la última representación, hace pocos días» (Copin, P. 0., 380; F,ckert, 11, 234)
La nación eligió después una Asamblea que no era masónica, como el Gobierno, y comenzó la lucha del Gobierno con la Asamblea, hasta llegar al golpe de Estado que hizo de Luis Napoleón el Emperador Napoleón III, en noviembre de 1852. ¿Había tomado parte en todo este movimiento la Masonería, que se había mostrado antes tan republicana?
Por supuesto: El 15 de octubre de 1852, la Masonería enviaba al Presidente Bonaparte un oficio en el que se le decía »La Francia os debe la salvación. No os detengáis en medio de tan bella carrera. Asegurad la felicidad de todos, poniendo la corona imperial sobre vuestra noble frente. Aceptad nuestros homenajes, y permitidnos hacemos oír el grito de nuestros corazones: !Viva el Emperador!»
El Príncipe Murat, primo del Emperador, había sido elegido Gran Maestre al día siguiente del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, por el cual Napoleón disolvió las Cámaras, para hacer aprobar una cueva Constitución. Napoleón era saludado y vivado Emperador por las logias seis semanas antes de serlo.
Pero lo curioso es que, después de todo esto, la Masonería ha echado sus maldiciones al »hombre de Diciembre», al «bandido», al «asesino de la libertad», como lo llamaba Víctor Hugo y le fue preparando la caída. »M. Charles Gopyau, dice Copin-Albancelli, nos muestra en su hermoso libro sobre «La Idea de Patria y el Humanitarismo», cómo la Masonería se opuso a la reorganización del Ejército, emprendida por el mariscal Niel; cómo la Masonería francesa acogía con las muestras de la más estúpida ternura la fundación de una logia alemana en París; cómo el H.. Brisson iba a esta logia, la Concordia, a estrechar con su corazón a sus HH.. alemanes, y a celebrar con ellos la supresión de fronteras y la fraternidad universal. Durante este tiempo, Alemania aumentaba incesantemente el poder de su organismo de combate. El Poder Oculto hacia predicar el pacifismo y el humanitarismo en Francia, por la Masonería francesa, mientras que hacía predicar el patriotismo en Alemania por la Masonería alemana. Atacado en sus recursos morales y en sus recursos materiales el Imperio acabó por caer» (Copin, P. O., 387-388).
Después del desastre del año 1870, la República establecida se fue consolidando al mismo tiempo que en las Cámaras se iban haciendo esfuerzos por implantar las leyes contrarias a la Iglesia; lo que quiere decir que la Masonería mantenía y acrecentaba su Poder político. «El Clericalismo, he ahí al enemigo», había dicho uno de los corifeos, y combatir el Catolicismo, con todas las fuerzas del poder, se dirigieron los esfuerzos de la Masonería. Así se explica que, «en 1900, los masones, que no eran sino Veinticinco mil en Francia, tuvieran más de cuatrocientos senadores y diputados, o sea un senador por sesenta masones, mientras que para e! resto de los franceses, la proporción era de un senador o diputado por diez mil electores. Los masones se encontraban, pues, trescientas veces más favorecidos que la masa de los franceses» (Copin, P. O., 23, 97, 98).
Ya sabemos que cuatro años más tarde realizaron el plan masónico de separar la Iglesia del Estado, de expulsar las órdenes y congregaciones religiosas y de despojar a la Iglesia de todos sus bienes, rompiendo en forma violenta y arbitraria con la Santa Sede, Sabemos también que las necesidades de la guerra y los servicios que en ella prestaron con toda abnegación esa cantidad de buenos franceses, desterrados por las leyes, hicieron olvidar de hecho la injusta y antipatriótica crueldad de aquellas leyes; pero, pasada la guerra y alejado el peligro de volver a necesitar a los religiosos y religiosas, la Masonería ha comenzado a urgir el cumplimiento de aquellas leyes y la de la supresión de la Embajada ate el Vaticano. Para ello ha contado con la mayoría de la Cámara de Diputados y con el Misterio formado casi en su totalidad por hermanos». En «La Dictature de la Fracmaçonneire sur la France », de A.G. Michel, pueden verse todos los datos, que justifican a la vez que el título del libro, la vergonzosa servidumbre a que la secta oculta ha tenido sujeto al Gobierno de la Nación.
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70. – Su acción en Alemania y Austria
Lo que ha pasado en Francia es que la Masonería ha procurado hacer en todas partes. Dará una idea de lo que hacía en Alemania en el siglo XVIII y principios del XIX el siguiente pasaje del Conde Haugwitz, en su confesiones al Congreso de Verona. Después de hablar de la división de la Masonería en dos partidos, uno con sede en Berlín y el otro con el Príncipe de Brunswick, como jefe aparente, agrega: «En lucha abierta entre sí, los dos partidos se daban la mano para llegar a la dominación del mundo. Conquistar los tronos, servirse de los reyes corno de administradores, tal era su fin. Ejercer una influencia dominante sobre los tronos y sobre los soberanos, tal era nuestro fin, como había sido de los caballeros templarios..»
Siento que el espacio no me permita dar en toda su amplitud las instrucciones de Weishaupt, Jefe de los «Iluminados». Citaré sólo algunas de sus palabras: »Soplar por todas partes un mismo espíritu, dirigir hacia el mismo objeto, con el mayor silencio y con toda la actividad posible, a todos los hombres esparcidos sobre el haz de la tierra: he ahí el problema de resolver aún en la política de los Estados, pero sobre la cual se establece el dominio de las sociedades secretas. Una vez establecido este dominio, por la unión y multitud de los adeptos, haced que la fuerza suceda al imperio invisible: ligad las manos a todos los que resisten, subyugad ahora la maldad en su germen. Los sacerdotes y los príncipes resisten a nuestro gran proyecto.
Alrededor de los poderes de la tierra es menester reunir una legión de hombres infatigables.. Pero todo eso debe hacerse en silencio. Nuestros hermanos deben sostener mutuamente, socorrer a los buenos en la opresión, y tratar de ganar todos *los puestos que dan poder para el bien de la Orden» (Benoil, F. M., I, 173-175).
Eckert, especialmente en el segundo tomo de su obra, muestra la pasmosa actividad con que trabajó la Masonería en la primera mitad del siglo pasado en Alemania, sobre todo cuando se extendió por toda la Europa la institución de la Joven Europa, asociación internacional que unía a cada una de las instituciones nacionales, la Joven Italia, la Joven Francia, la Joven Suiza, la Joven Alemania, la Joven Polonia, etc. «Hemos visto, dice, de qué manera se habían puesto en fermentación las diversas profesiones y cómo se las había reunido en asociaciones. Hemos visto, como había pasado en Italia, reunirse Congreso de médicos, de naturalistas, de profesores, de artistas, de farmacéuticos, de abogados alemanes. Un congreso era pronto seguido de otro, unas veces en una ciudad, otras veces en una ciudad, otras veces en otra; en todas partes se hacían banquetes fraternales, discursos liberales y entusiastas. Eran otras tantas reuniones ventajosas para el reclutamiento… No son solamente lo jefes de la revolución que estalló más tarde, sino también los insurgentes más feroces y los apóstoles del asesinato los que encontramos en las filas de la masonería» (Ver Eckert, II, 266 sigs)
Parece que esa efervescencia revolucionaria se moderó un poco con la formación del imperio alemán bajo la hegemonía de la Prusia, cuyos reyes habían ocupado altos puestos, al menos de honor, en la Hermandad. La masonería se mostraba adicta a los emperadores y procuraba apagar en ellos toda sospecha de traición, bautizando muchas logias con los nombres más propios para adular a los príncipes. He ahí un ramillete de muestra: «Federico de la Fidelidad Ascania», «Guillermo de la Fidelidad Prusiana Oriental», »Federico Guillermo de la Aurora», «Federico Guillermo de la Justicia Coronada», «Guillermo de la Hermosura Coronada» «Guillermo de la Justicia Radiante», «Hohenzollern fiel y constante», «Guillermo Federico de la Verdad y Fidelidad», y así muchas otras por el estilo,. Sin embargo, eso no impedía que las logias alemanas mantuvieran estrechas relaciones con las italianas y aun con las francesas, que despreciaban profundamente a los príncipes alemanes. Más tarde tendré oportunidad de decir algo sobre la actitud de las logias en la gran guerra.
EN AUSTRIA.
Por ser una nación de etiqueta católica, Austria, tal vez más que ninguna otra nación ha estado expuesta a los fuegos de la Masonería desde la Revolución Francesa hasta el final de la Gran Guerra, que terminó con la destrucción de la monarquía austriaca, antiguo designio de la Masonería. La calma revolucionaria que sucedió a la formación del imperio alemán bajo los reyes de Prusia, desmembrado del imperio austriaco, se explica en parte por haber conseguido las logias alemanas, con ese cambio político, en buena parte de lo que se proponían en contra del catolicismo. Pero es justo advertir que ha sido la Masonería extranjera la que ha estado empeñada en destruir el imperio austriaco. En el país mismo parece que la Hermandad contaba con pocos adherentes.
Al hablar de la guerra mundi habrá ocasión de referirse de nuevo a Austria, a propósito el crimen de Sarajevo.
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He tenido diversas alternativas de tolerancia y de prohibición bajo el gobierno de los Zares sin que por eso dejara de trabajar ocultamente hasta el estallido de la revolución que derrocó ese Gobierno.
¿Ha intervenido en esa revolución y en el desastre universal que ha venido con la tiranía bolchevique y que la caracteriza hasta ahora?
Voy a dar a los lectores dos indicios de que la Masonería ha sido el instrumento de esa revolución que, si acabó con un despotismo, fue para sustituirlo por otro incomparablemente más titánico, maléfico y criminal. El primero es la realización del plan señalado en «Los Protocolos de los Sabios o Ancianos de Sión», que, auténticos o no, son un plan profético que se cumple a maravilla y que contaba con la Masonería como un instrumento. Un ejemplar de la edición de 1905 de los «Protocolos» fue depositado en el British Museum de Londres el 10 de agosto de 1906, es decir, más de diez años antes que comenzaran a desarrollarse los acontecimientos que son la realización de aquel plan. La relación de la Masonería con sus autores resalta en él a cada paso: «Quién y qué cosa puede destruir una fuerza invisible? Y esa es, precisamente nuestra fuerza. La Masonería entera sirve de pantalla para nosotros y para nuestros propósitos; pero el plan de acción de nuestra fuerza y su misma sede central permanece un misterio desconocido para todo el pueblo» (Prot. 1V) ¿A qué propósito entonces hemos inventado toda esta política y la hemos insinuado en la mente de los gentiles, sin darles ninguna ocasión de examinar su significado oculto? ¿Para qué, ciertamente sino para obtener por un medio indirecto lo que para nuestras tribus diseminadas es inalcanzable por un cansino directo? Esto es lo que nos ha servido de base para nuestro servicio de base para nuestra organización de la masonería secreta que es desconocida y tiene miras que ni aun son sospechadas de ese rebaño de goyim (gentiles), atraídos por nosotros al ejército de exhibición de las logias masónicas, con el fin de arrojar polvo a los ojos de sus camaradas» (Prot. 11. The Cause, 95).
El plan de los «Protocolos» es la ruina de los pueblos, para establecer sobre ellos la dominación judía. Ved cómo Lord Churchill describía en Noviembre 5 de 1919 la ejecución de ese plan, hablando en la Cámara de Inglaterra: «Lenin fue enviado a Rusia por los alemanes, del mismo modo que se envía una redoma con cultivo de tifus o e cólera para derramarla en una fuente que provee de agua a una gran ciudad, y lo ha realizado con espantoso acierto. Apenas llegado comenzó a hacer señas con el dedo acá y allá a personas oscuras en Nueva Cork, Glasgow, Berna y otros países y juntó a los espíritus de la secta formidable, la secta más formidable del mundo, del cual era sumo sacerdote y jefe. Con esos espíritus a su alrededor, se puso a la obra con habilidad demoníaca, a despedazar toda institución básica del Estado Ruso. Rusia fue echada por tierra; Rusia tenía que serlo».
Ahora bien, en The Cause, en la obra de Mons. Jouin, acerca de los «Protocolos», en la Witchl, se dan los nombres de todos los judíos que han estado en el gobierno del Soviet y con ello se manifiesta que los judíos están realizando su plan, para lo cual contaban con la masonería como servil y ciego instrumento.
El otro indicio de la participación de la Masonería con la Revolución y trastorno actual de Rusia es una carta atribuida en «Le Diable au XIX Siécle» (1896) a Alberto Pike, «Soberano Pontífice de la Masonería Universal», asistido por los diez Ancianos de la Gran Logia del Supremo Oriente de Charleston, al muy ilustre José Manzini, fechada el 15 de agosto de 1871, Lo mismo que he dicho del anterior documento digo de éste: Auténtica o no, la carta se ha publicado con suficiente anterioridad a los acontecimientos para ser una invención acomodada post factum. Su publicación está catalogada en el British Museum de Londres y el plan atribuido a Pike está también en extracto en «Le Palladisme» de Margiotta, p.186, publicado en 1895. es un plan para destruir el catolicismo, arrojar al Papa de Italia y obligarlo a buscar refugio Rusia; y entonces cuando el imperio autócrata hubiera llegado a ser la ciudadela del Cristianismo Papal, «nosotros, continúa el autor de la carta, desencadenaremos a los instas y ateos y provocaremos un cataclismo social formidable que demostrará claramente a las naciones en todo su horror el efecto de la incredulidad absoluta, madre del salvajismo y del más sangriento desorden. Entonces, por doquiera los ciudadanos, obligados a defenderse a sí mismo contra la loca minoría de revolucionarios, exterminarán a esos destructores de la civilización y la multitud, desilusionada del Cristianismo, cuya alma deísta estará hasta ese momento sin brújula, sedienta de un ideal, pero sin saber donde rendir su adoración, recibirá la Verdadera Luz, por la universal manifestación de la pura doctrina de Lucifer, sacada finalmente a pública luz, manifestación que resultará del general movimiento de reacción que seguirá la destrucción del Cristianismo y del Ateísmo, ambos vencidos y exterminados al mismo tiempo». (The. Cause, 77 y sgs.). Pike era Luciferiano. La parte del plan relativa al Papado ha fracasado, como ha fracasado en tantas ocasiones históricas los intentos y planes del poderío humano contra el Papa. La triste realización de la segunda parte, del «cataclismo social y formidable», no hay en nuestros días pueda ignorarla. Los revolucionarios rusos no han hecho ni hacen más que ejecutar un plan trazado muchos años antes por uno de los Supremos Pontífices de la Masonería ¿Se puede negar la parte que ella tiene en el ‘cataclismo social formidable»?
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Se puede decir que Italia fue, durante la mayor parte del siglo pasado y debido a la acción de la Masonería y de las sociedades secretas afines, un gran volcán en constantes erupciones y agitaciones. El Vizconde de Alincourt, en su folleto «La Italia Roja» dice que uno de los primeros que organizaron la Masonería en Italia fue Lord Byron, el famoso poeta, ateo y escéptico, que tenía odio al Papa, contra el cual mismo Napoleón acababa de estrellarse en medio de su gloria. «Tomando, agrega, toda suerte de formas intangibles y ligadas por horribles juramentos, esas sociedades secretas, asociadas por el crimen, declararon una guerra de exterminio, no sólo a los tronos y a los altares, sino al orden social todo entero. Formaron tribunales invisibles en que se decretaba sin piedad la muerte de toda persona que les hacía sombra..».
En 1834 los revolucionarios escogieron por jefe a Manzini, que estableció en Suiza el centro de su acción (éste había sido expulsado de Francia a consecuencia de tres asesinatos). Se propuso la revolución en todos los Estados de Europa e hizo extenderse por toda ella la la institución que, con el nombre de La Joven Italia, lo tenía por jefe.
«La Italia entera, continúa D´Alincourt, fue envuelta en una red de traiciones y de perversidad; los asesinatos políticos fueron ordenados… Las revoluciones están de moda (Eckert, II, 213, sig.). Por medio de Congresos Científicos, celebrados en una u otra ciudad, por medio de círculos se propaga la revolución hasta llegar en 1848 a derrocar a Pío IX, el Papa más popular y más benigno. Repuesto en su trono poco después, gracias a la acción combinada de las potencias católicas, especialmente de Austria, de Francia y de Nápoles, siguieron las conspiraciones, hasta ejecutar ese punto del programa masónico. La revolución ha ido a Roma, dice en La Revista Della Masonería Italiana un H.. ateo, para combatir al Papa frente a frente.., para dar a la Masonería proporciones gigantescas en el corazón mismo de Roma, la capital dell universo. Ahí ella atacará sin piedad las religiones que tienen como punto común la creencia en Dios y la inmortalidad del alma». Francisco Crispi, el Ministro de Humberto declara a su vez: «Hemos ido a Roma para echar a tierra ese árbol dieciocho veces secular del Catolicismo». Adriano Lemmi, Sumo Pontífice de la Masonería italiana, envió en 1887 a todas las logias italianas una circular en la que les dice: ‘El aniversario del 20 de septiembre, del día en que Roma llegó a ser capital de Italia y en que ha sido derrocado el poder temporal del Papa, toca exclusivamente a la Masonería. Es una fiesta pura y simplemente masónica, puesto que marca la fecha de la llegada de la Masonería Italiana a Roma, fin que ella se proponía desde tantos años». (Cit. por Margiotta, A. L., 8283).
Seria imposible dar en pocas páginas el trabajo político que la Masonería italiana no ha cesado de hacer después de su llegada triunfal a Roma; pero de él dará alguna idea la siguiente plancha secreta, dirigida a todos los Venerables por el Gran Oriente del Valle del Tíber, firmada por Adriano Lemmi el 10 de octubre de 1890:
«A los Hermanos de las Venerables Logias Italianas.
«El edificio que los hermanos del mundo entero están en camino de elevar, no podrá ser declarado construido con solidez, mientras los Hermanos de Italia no hayan dado a la humanidad los escombros de la Institución del gran enemigo.
«Nuestra obra se persigue con actividad en Italia, y el Gran Oriente del Valle del Tíber ha podido, en el aniversario de 1789, proclamar que las leyes en Italia se elaboran a la luz del espíritu de la Masonería Universal. Vamos a aplicar el escalpelo al último refugio de la superstición. y la fidelidad del Hermano 33º que está a la cabeza del poder político (Crispi) nos sirve de garantía segura de que el Vaticano caerá bajo nuestro martillo vivificante».
«Pero para que este trabajo no tenga tregua y no pierda ninguno de lo beneficios que de él espera la humanidad, es indispensable que en las próximas elecciones políticas entren en la Cámara Legislativa al menos 400 hermanos. En la Legislatura actual son 300. Ese número no basta para el trabajo futuro…
«La Logia del Tíber, adhiriéndose a las numerosas logias Italianas, ha podido obtener que su Venerable Crispi prorrogase la disolución de la Cámara, a fin de que nosotros pudiésemos arreglar juntos las listas de nuestros candidatos a la representación nacional…
«Los Hermanos de las diferentes logias obrarán, pues, cerca de los Prefectos que nos pertenecen en su mayoría, cerca de los Consejos Departamentales y de las personas influyentes por el triunfo de nuestras candidaturas, Quien haya cooperado a la difusión de la luz vivirá de la luz. Es menester poner en la imposibilidad de hacernos daño a los sacerdotes, a los diarios de las tinieblas y aun a los irregulares que han atacado, durante la legislatura actual, a la Masonería bajo pretextos fútiles, tales como la cuestión de los tabacos o la de nuestras influencias, Y aprovechamos esta circunstancia para recordar que son legítimos los medios que nos permitan hacer dinero con el fin de sembrar una propaganda fecunda, y, respecto de nuestras influencias a las cuales el Gran Oriente no debe renunciar, que las hagamos valer siempre a favor del interés supremo de la Orden.
«El Gran Oriente invoca el Genio de la Humanidad, a fin que todos los hermanos trabajen haciendo el último esfuerzo por dispersar las piedras del Vaticano para construir con ellas un templo de la Razón emancipada..»
Adriano Lemrni, 33º Delegado Soberano Gran Comendador» (Margiotta, A. L., 196-197).
Acerca de la parte que tuvo la Masonería en la entrada de Italia en la Oran Guerra, tomó de Wichtl estos datos: El 6 de Septiembre de 1914 el Oran Maestre Ferrari envía una circular para indicar a la Masonería Italiana la actitud que debía observar en adelante: «Italia debe entrar en la guerra y entrará el momento oportuno: mientras tanto, los hermanos deben agitar en la forma más enérgica la conciencia nacional y educar al pueblo para la guerra..»
Pocos días después, el 13, tuvieron lugar las primeras manifestaciones ruidosas en Roma en las que se exigía que Austria perdiera Trieste y Trento. Orador principal fue el H. Civinini.
El 20 del mismo mes, una circular secreta de la Logia de Milán expresa la convicción de que la guerra traerá el mayor triunfo a la Masonería: una época libre de tronos y altares; los principios masónicos deben triunfar por doquiera.
El 20 de Octubre, las manifestaciones callejeras se repiten en todas partes, preparadas por la Masonería.
«Vittoria» escribe a principios de Marzo de 1915: «Los que desde 1870 se empeñan en la disolución del Estado nos quieren arrastrar a una guerra que procede a la Masonería, la cual recibe sus órdenes de las Logias de París y de Londres».
La Masonería esparció el terror entre los hombres independientes: Giolitti temía por su vida; el Gen.Pollio, enemigo de la guerra, murió repentinamente en condiciones misteriosas que nunca se aclararon.
La agitación pro guerra llegó a su apogeo el 5 de mayo de 1915, con ocasión de las fiestas garibaldinas en Quarto, cerca de Génova. D´Ánnunzio pronunció el discurso principal; las 493 logias de Italia, obedeciendo órdenes del Gran Maestre, tomaron parte en ellas enviando diputaciones con sus estandartes.
Antes de las tres semanas se produjo la declaración de guerra. Si alguno dudare que ella fue principalmente la obra de la masonería, lo convencerá fácilmente la afirmación del Gr..M.. Ferrari, hecha el 24 de mayo de 1916, primer aniversario de aquella declaración: «La declaración de la guerra se produjo en virtud de un decreto del Gran Oriente de Italia» (Wicht, p.220).
En el tomo III de los «Heterodoxos Españoles», de Menéndez y Pelayo, se lee una descripción capaz de darnos una idea de la acción de la Masonería en España hasta la fecha de la composición de esa obra. Su lectura será muy interesante y provechosa para todos. El autor, después de recordar en pocas palabras la conspiración universal de los tronos contra la Iglesia, de la cual las primeras víctimas fueron los mismos soberanos, nos da a conocer las relaciones que tuvo con los enciclopédicos franceses el Conde de Aranda, quien, después de destruir, a golpes de calumnia y de injustísima violencia la Compañía de Jesús, se lisonjeaba de matar también a la Madre, la Iglesia Católica.
El rey José, el Rey Filósofo, como se llamaba en las logias, inauguró en España la guerra a la Iglesia y el despojo o desamortización de sus bienes, como se la llama, para no darle su propio nombre de rapiña. Los franceses multiplicaron en España las logias y, con ellas, la semilla no sólo de la impiedad, sino también de las revoluciones y motines que no han cesado allí sino en el último cuarto del siglo pasado, si es que no tomamos en cuenta las que terminaron con la pérdida de las colonias ultraoceánicas que aun se conservaba, y en las cuales también fue gran factor el antipatriotismo masónico.
En las Cortes de Cadiz, la Masonería había desempeñado un papel importante, llegando hasta pagar a las turbas que asistían a las galerías, para hacer triunfar los proyectos adversos a la religión. Desde 1814 se envuelve, por decirlo así, en la capa del liberalismo y multiplica sus logias, y con ellas, la «antropofagia» de carne clerical, que desde entonces, dice Menéndez y Pelayo, viene aquejando a nuestros partidos, liberales, con risa y vilipendio de los demás de Europa, donde ya estos singulares procedimientos de regeneración política, van anticuándose y pasando de moda» (Het. Esp, III, 458)
«En 1814, el común peligro y el fanatismo sectario congregaron a los liberales en las logias del rito escocés, y bien puede decirse que apenas uno dejó de afiliarse en ellas y que toda tentativa para derrocar el Gobierno de Fernando VII fue dirigida o promovida o pagada por ellas». «Se conspiraba casi públicamente y en varias ciudades y, lo que es más curioso y da muestras de los hombres y de los tiempos aquellos, «el jefe de la reorganizada masonería española vino a ser (mirabile dictu) el capitán general de Granada, Conde de Montijo, el famoso Tío Pedro del motín de Aranjuez revolvedor perenne de las turbas, tránsfuga de todos los partidos y conspirador incansable, nada más que por amor al arte» (Het. Esp., III, 496).
El motín militar de Cádiz (1819), «vergonzoso e incalificable, digno de ponerse al lado de la deserción de Don Oppas y de los hijos de Witiza ..» dio el triunfo a los revolucionarios. Lo había preparado la logia de Cádiz, poderosamente secundada por el oro americano, de los ingleses y de los judíos de Gibraltar.
Desde entonces la pobre España siguió atormentada de una fiebre de motines, que casi constantemente ardía en los accesos del más sangriento furor, tal vez ni igualados en parte alguna hasta acuchillarse a los niños y fusilarse en un solo día a 300 prisioneros como hizo el Empecinado en Cáceres y la Península en verdadero presidio suelto, entronizada por todos los ámbitos la anarquía militar y populachera más feroz. «Instigador’ de tan brutales excesos eran las sociedades secretas, ya muy hondamente divididas. El triunfo las hizo salir a la superficie y aun contradecir a su nombre y objeto, dando toda la posible publicidad a sus operaciones e influyendo ostensiblemente en los gobiernos, cuyas candidaturas se fraguaban en las logias. La Masonería había hecho la revolución y ella recogió los despojos; pero ¿cómo había de poder contentar todas las ambiciones y premiar a todos los suyos con pingües y honoríficos empleos? De aquí el descontento y al fin el cisma» (Id., 504-505).
Y por causa del cisma se organizaron, para mayor desgracia de la Madre Patria, las sociedades secretas de «Los Comuneros y Vengadores de Juan de Padilla», con sus torres en vez de logias y sus Grandes Castellanos en vez de Grandes Orientes, y después aun, las Ventas de Carbonarios, importación italiana, y las Sociedades patrióticas.
«Nadie sabe, a punto fijo, dice el autor citado, cuál era la organización de las logias en 1834; pero en la conciencia de todos está, y Martínez de la Rosa lo declaró solemnemente antes de morir, que la matanza de frailes fue preparada y organizada por ellas» (Id., 589.590)
En otra parte hago mención de esa matanza, de aquella Sangre, tan ferozmente derramada que «no sólo salpicó la frente de los viles instrumentos que ejecutaron aquella hazaña, semejantes a los que toda demagogia recluta en las cuadras de los presidios, sino que subió más alta y se grabó como perpetuo e indeleble estigma en la frente de todos lo partidos liberales, desde los más exaltados hasta los más moderados; de los unos, porque armaron el brazo de los sicarios; de los otros, porque consintieron o ampararon o no castigaron el estrago o porque le reprobaron tibiamente o se aprovecharon de sus despojos (Id., 595). Y esa efervescencia, y esos motines sangrientos, revolucionarios y políticos, fueron gran parte de la historia de España hasta 1875, puede leerse su resumen en la obra citada por Menéndez y Pelayo, cuyas afirmaciones acerca de la Masonería, es justo advertirlo, van con sus comprobantes emanados muchas veces de autores masones, puede verse también en el tomo 21 de Espasa, página 1025 y sigs.
En Portugal la Masonería no ha sido menos fecunda en revoluciones políticas. «Quien conoce la España central en aquella época, dice Menéndez y Pelayo, conoce también a Portugal y puede adivinar su historia, aunque no la sepa. La misma inexperiencia legislativa, el mismo delirio patriótico, las mismas logias elaborando los mismos motines, las mismas Cámaras dictando los mismos decretos y la masa del pueblo tan indiferente allí como aquí, sin entender palabra de aquella baraúnda y tan dispuesta a recibir con palmas la reacción absolutista como a sostenerla flojamente o a rendir el cuello a una turba facciosa, más fuerte por la audacia y por los secretos lazos que por el número» (Het. Esp.,III, 541).
El juicio de Menéndez y Pelayo acerca de la influencia masónica en las revoluciones políticas de Portugal es también el del Profesor Borjas Grainha, en su historia de la Masonería de Portugal, de 1733 a 1912: «La mayoría de los hombres más importantes de las revoluciones religiosas, políticas y literarias de Portugal en los últimos dos siglos eran masones». Casi todos los cabecillas en el golpe de Estado de 1910 pertenecían a las logias, según el mismo autor (Witchl., p.104)
El señor Turnemont, del Gr. Or. Belga, en una reunión del 12 de febrero de 1911, decía: «Os acordáis con orgullo de la revolución de Portugal. En pocas hloras cayó el trono, el pueblo triunfó, se declaró la república; para el pueblo ignorante era corno un rayo de cielo sereno, mas nosotros, hermanos míos, conocíamos el secreto de ese glorioso acontecimiento (Witchl. p. 104-105).
Quede, pues, una vez más bien en claro, la cruel y manifiesta contradicción que hay entre lo que la Masonería dice de su no intervención en política y la realidad de sus constantes hechos.
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«La primera aparición de la Orden en la escena política, dice Eckert, fue en 1470. En esa época tomó parte en las disensiones de las Casas York y Lancashire. ¿Quién no conoce la guerra de la rosa blanca y de la rosa roja? De ella es de donde muchos autores masones sacan el origen de las rosas llevadas por los Maestros en signo de su dignidad». Sin embargo, también tuvo parte en la pacificación de ambas casas.
«Una segunda conmoción (1465) fue particularmente su obra. El rey Carlos fue precipitado de su trono y murió en el cadalso. Las asociaciones masónicas de esa época tomaron el nombre de los puritanos y los independientes; se componían del elemento científico burgués y fueron de gran auxilio a Cromwell para sus ejecuciones sanguinarias » (Eckert, II, 50 y sigs.).
Del valor político de la Orden vino el que los soberanos unas veces se afiliaran a la Masonería y otras veces trataran de hostilizarla.
Después de 1813, en que se unieron los elementos masónicos antagónicos, según las ideas democráticas o aristocráticas que profesaban y, gracias a esa concentración, la Masonería de Inglaterra tuvo la dirección de la Masonería universal, y su espíritu político revolucionario se hizo sentir no tanto en ese país, cuanto fuera de él, en Europa y América, valiéndose hasta de la misma diplomacia inglesa, ya que Lord Palmerston fué a la vez jefe del Gobierno y el Supremo Gran Maestre de la Masonería universal. «Bajo la dirección de Lord Palmerston, Inglaterra declaró al universo asombrado que ella cubriría con su protección todo levantamiento democrático (revolución) y los hechos, muchas veces repetidos en todas partes del mundo, apoyan esa declaración. De ahí resulta evidente que el poder del gobierno inglés estaba todo entero en manos de la Masonería. Hemos visto esa política nueva usada por Inglaterra a veces con éxito, a veces sin él, contra el Brasil, Portugal, Holanda y Bélgica, contra Rusia y Polonia, y finalmente contra Suiza. Hemos visto la revolución trastornando a Italia, Cerdeña y sobre todo Hungría, bajo el impulso de Lord Palmerston. Se llegó hasta tomar de Londres la dirección central de la revolución europea, constituyendo allí el comité de acción. Hemos visto en el vizconde de Alincourt cómo Lord Minto, embajador inglés, proclamó en pleno teatro la independencia de Italia. Hemos visto aun que M. Frenborn, agente consular inglés, pertenecía a la asociación mazziniana de Roma, que se reunía en el teatro Capránica dos veces por semana y preparó e hizo ejecutar el asesinato de Rossi, Ministro del Papa» (Eckert, II, 242).
En la obra «Les Auteurs Cachés de la Révolution Française», entre otros capítulos, todos muy interesantes, hay tres titulados, respectivamente, «Los Agentes Ingleses» «¿De dónde viene el dinero?» e «Inglaterra y la Revolución», en los cuales se manifiesta que en la revolución francesa, obra de que se gloría la Masonería y en la cual es increíble la intervención de agentes extranjeros, los agentes ingleses eran los más numerosos; que los bolsillos de los agitadores populares se encontraban llenos de oro, en un tiempo de pobreza general, oro que venía principalmente de Inglaterra; que cada motín costaba muchos miles de libras, y que el gabinete británico y las sociedades secretas inglesas contaban con la ayuda de la francmasonería francesa para agravar la situación aflictiva del pueblo en Francia, promover motines y llevar adelante la obra destructora de la revolución. Todo eso está comprobado con abundante documentación aún diplomática.
¡Y todo eso hace pensar en la facilidad con que cualquiera de nuestros países, más pequeños y pobres que la Francia, puede ser o tal vez ha sido ya vil juguete de los manejos no sólo de un gobierno rico y poderoso, como el de Inglaterra, sino aún de una simple sociedad secreta que cuente con algunos miles de libras para agravar la situación económica de un país, acaparando sus productos o produciendo trastornos en el cambio; provocar con ello el descontento, y pagar a unos cuantos agitadores que exciten a la revolución como el mejor remedio de los males!
¿Quién sabe si la historia, que, a los cien años está alumbrando con luz más clara aquel caos sangriento de Francia, no hará otro tanto con nuestros países americanos, dejando ver por un lado los negros manejos del extranjero que, sus intrigas ocultas, y con su oro, labraba la ruina nacional y, por la otra, cuán antipatriótica y miserable ha sido la conducta de los que se han prestado para servir de instrumentos y traicionar a esa misma patria en cuyo gobierno quizás aún han llegado a encaramarse?
Conste, entretanto, que la Masonería ha servido para todo ello y que hace precisamente lo contrario de lo que proclama.
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No voy a negar que la Masonería tuvo su parte en la emancipación de la América, como la tuvieron muchos elementos patriotas que creían con sinceridad en la justicia de la causa libertadora. Lo que no quiere decir que con eso se justifiquen todos los medios que se emplearon. El fin no justifica los medios.
Hago esta salvedad para que no se me tache de falta de patriotismo o de falta de rectitud moral.
La acción política de la Masonería en América ha sido muy efectiva y muy fecunda en revoluciones y motines, como en Europa, y eso no sólo para alcanzar la independencia, sino sobre todo, después de alcanzada, o para entronizar caudillos, o para llevar adelante su campaña en contra de la Religión, especialmente en contra de la Iglesia Católica.
Por lo que se refiere a Méjico, puede consultarse desde luego a Menéndez y Pelayo, III, especialmente p.537 y siguientes. Daré aquí una de las citas que trae, después de referir las luchas de las facciones yorkina y escocesa: «De grado o por fuerza (escribe el Dr. Mora) sometieron (los masones yorkinos) todos los poderes públicos a la acción o influjo de asociaciones no reconocidas por las leyes y anularon la federación por la violencia que hicieron a los Estados y la necesidad imperiosa en que los pusieron de reconocerlos por centro único y exclusivo de la autoridad pública. Los poderes públicos, el clero y la milicia, fueron todos, más o menos sometidos al imperio de uno y otro partido».
«Toda la posterior historia de Méjico, sellada con la sangre de Maximiliano», continúa Menéndez y Pelayo, «está contenida en esas premisas. Donde triunfa el espíritu faccioso, nutridor y fomentador de toda ambición desbocada, puede esperarse la revolución artificial que consume y enerva, aunque tumultuariamente excite, al modo de los licores espirituosos, nunca la evolución orgánica, interna y fecunda (III, 540).
Es sabida la restricción de la libertad, no sólo religiosa, convertida en verdadera persecución, a veces sangrienta, sino también política que ha imperado en Méjico hasta el día de hoy, aun a través del largo período del gobierno que Don Porfirio Díaz y del de guerras y revoluciones que han seguido a su caída. La parte de la Masonería en todo ello ha sido manifiesta, está en la conciencia pública, y los datos dados antes, al tratar de su acción anticatólica, lo comprueba suficientemente.
Sería exceder los límites de este trabajo y del tiempo de que dispongo el recorrer nación por nación toda la América latina. El número de motines, revoluciones y guerras civiles de que es responsable la Masonería es muy grande, a pesar de que aún no se ha escrito toda la historia de esos países. Hay muchos horrores de crueldad y tiranía debidos a la iniciativa masónica o a los malos instintos de los gobernantes que ella ha colocado y sostenido como instrumentos suyos en el poder.
El que lea la historia de las Repúblicas Americanas teniendo presente la observación de Menéndez y Pelayo que acabo de citar, y además la estrecha relación que ha tenido la Masonería con el liberalismo, que ha servido a la Hermandad de instrumento para ejercer su acción política con mayor disimulo y éxito más seguro, de lo cual algo diré luego, tendrá alguna idea de la actividad política que ha tenido durante el siglo de vida independiente que llevan esta países. ¡La Masonería se ocupa en política! ¿Y, fuera de la guerra religiosa, en qué otra cosa ha gastado mayores esfuerzos?
A falta de historias particulares, Espasa da idea del movimiento revolucionario que ha llegado a ser característico de muchas repúblicas americanas. Pero no está de más recordar algunos de los acuerdos tomados en el Congreso Mas .Internacional de Buenos Aires, transmitidos a todas las logias de América que he dado en el número 58.
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77- ¿La Masonería no sabe de política entre nosotros? ¿o se sirve de la política como de su instrumento?
Sus estatutos y sus propagandistas y adeptos proclaman que »La Masonería respeta tanto la fe religiosa como las simpatías políticas de sus miembros , y sin embargo, se ve también realizado aquí el milagro que se observó en Francia: que siendo, relativamente al resto de los electores, muy pocos los masones, sin embargo, son muchos sus representantes en las distintas ramas del poder de la nación y en los puestos públicos como si la mayoría de los chilenos fueran masones. Es cosa sabida de cuantos tienen contacto con el manejo político del país. Estos saben también que no son los méritos los que se toman en cuenta para dar esa preferencia a los masones, sino la insignia del mandil y las órdenes de las logias, órdenes mucho más respetadas que los acuerdos del Gobierno. Eso está en la conciencia de los que conocen a los hombres. ¡Ojalá me engañara! Los que hemos vivido algún tiempo en Iquique, donde hay más facilidad para conocer a los hombres, sabemos muy bien cuánto ha valido el ser masón para ocupar altos puestos y ser mantenidos en todos los órdenes del poder, al mismo tiempo que se hacía la busca de adeptos para la Masonería, pregonando que la Masonería es una asociación de beneficencia y que en ella no se trata ni de religión ni de política; cosa que se decía, por supuesto a los que manifestaban temores o desconfianzas, mientras que a otros más preparados para recibir la verdad masónica se les prometía ayudarles a obtener buenos puestos. Naturalmente, los puestos, por muchos que sean, no han de alcanzar para todos. Debe pasar ahora lo que se cuenta en la revista de la Orden que aconteció en tiempos de Santa María, contado por un ex masón
«Llegar yo al Ministerio y descargarse sobre mí una lluvia de cartas, de tarjetas, y hasta de telegramas para pedirme empleos públicos y comisiones, todo fué uno. Me pedían LAS LOGIAS EN NOTAS OFICIALES para algunos de sus miembros o para los parientes de éstos, me pedían los hermanos para sí y para los extraños. No se imagine que exagero: hasta para clérigos de vida un tanto airada me pidieron ayuda. ( Honor para la Orden!) La mayor parte de la correspondencia privada que recibía era de masones, que sin recapacitar en lo que hacían, iban en camino de convertir el Ministerio de mi cargo en oficina de colocación de empleados públicos… Aquello era para volver loco al Ministro, y sobre todo, era abusar de la Masonería, era prostituirla» («La Verdad»1, 15 enero 1921).
Es de tener lástima a los señores Ministros cuando son masones, sobre todo si ignoran los consejos de los jefes de la Orden: »Nuestros hermanos deben sostenerse mutuamente… y tratar de ganar todos los puestos que dan poder para bien de la Orden»,
Los que hemos vivido algún tiempo en Iquique, podríamos refrescar en la memoria cambios de empleados o jefes, horribles hostilidades para con algunos, inesperados favores políticos para con otros, sin que haya habido otra explicación que la intervención de las logias. Se podría citar hechos y nombres; pero no debo herir a nadie. Mi propósito es sólo dar a conocer la verdad, si fuera posible aún a los mismos que han caído víctimas del engaño inicial que los llevó a las logias, es decir, la palabra dada de que en ellas se respeta toda religión y toda opinión política.
Yo también había llegado a creerlo tratándose de la política, y parecía confirmarlo el hecho de que fuera masón uno que otro caballero que no pertenecía al partido radical, que sirve de instrumento a la Masonería; pero el que conozca a los hombres verá que esos caballeros o están anulados o están dentro de su partido sirviendo a las inspiraciones de la Masonería, y procediendo de acuerdo con ella en la realización del programa anticristiano, que es su fin principal entre nosotros. Se suele oír en ciertos círculos esta frase: «Esto hay que arreglarlo por medio de la Masonería». Y hay en verdad cosas que a los ojos del profano no tienen más remedio que un carcelazo, o algún castigo disciplinario, o suspensión, o pérdida de empleo, y sin embargo, una mano oculta, que no es la de Dios, las arregla, con asombro de los pobres profanos, y los culpables se quedan riendo de los cándidos que pensaban que podían regir con ellos las leyes o sanciones públicas del país.
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La Masonería, fiel a su consigna del secreto, o disimulo, no se presenta ante el escenario político mostrando su propia cara; la luz le hace mucho mal, necesita disfrazarse y presentar sus ideales o su programa envueltos en los de los partidos politicos, en cuyas primeras filas puede apostar sus miembros más habilidosos, encargados de ejecutar sus planes y cumplir sus órdenes. Con esa intervención oculta de la Masonería se cornprende el terrible alcance de la frase de Disraeli, el célebre Ministro inglés: «Los que gobiernan el mundo no son los que parecen gobernarlo, sino los que operan tras de bastidores». En el mismo hecho se fundaba el H.. Blatin, diputado francés en 1888, para gloniarse de haber organizado en el Parlamento Francés un verdadero sindicato de Francmasones, con el cual había podido obtener cien veces intervenciones verdaderamente eficaces.
¿En qué partidos, preguntará el lector, están los agentes de la Masonería? Un tiempo fue un partido liberal el centro de sus operaciones. Desde allí sembró sus ideas y preparó adeptos más avanzados que, no pudiendo arrastrar a los extremos que se proponían al grueso del partido liberal, pasaron a formar un partido más avanzado, el radical, dejando en su primer hogar a la gente necesaia para impedir la reacción e impulsar siempre hacia delante a los reacios y temerosos de novedades. Otro tanto ha sucedido en el nuevo campo de operaciones; las ideas han germinado; los principios de orden que profesan los fundadores del partido radical, a muchos parecen ahora añejeces conservadoras y tiran hacia el Socialismo, Comunismo, Bolchevismo, etc. Aquí están los HH.’. más avanzados, el resto en el partido radical, las reservas pesadas, en el liberal. De más está decir que los hermanos se se han infiltrado en gran número en los otros matices del liberalismo al bolchevismo y, sin duda, no han faltado algunos que aún se han afiliado al partido conservador. Explicación y prueba de lo dicho, es el esfuerzo con que las logias han organizado la propaganda y el partido liberal durante el siglo pasado y su empeño por infiltrar sus ideas aún en el mismo clero. La libertad, el liberalismo, palabra de sentido ambiguo, que puede acomodarse al grito de Lucifer que se rebela contra Dios, como a la protesta de San Pedro que declara querer obedecer antes a Dios que a los hombres, como es su deber y su derecho, fué el grito de combate hábilmente escogido por la Masonería. «!Habría sido imprudente combatir a cara descubierta, decía Federico de Sidow. Propagando la libertad del pensamiento y el sentimiento de la independencia, era como se debía tratar de echar por tierra el monurnento gigantesco elevado por la ambición. A la sombra de la autoridad misma, la Masonería trabajaba en la gran obra que se le había confiado» (Eckert, I, 209-210)
Los boletines oficiales de la Masonería Belga manifiestan la preocupación constante que el Gr.Or. ha tenido por el partido liberal, como que encarnaba sin que los profanos se dieran cuenta, su vida y actividad política, según su propia declaración: «El Partido Liberal, que es la expresión profana de la Masonería, debe sacudir su pereza. Su momentáneo letargo es debido a la falta de precisión de su programa. Es menester limitar éste a un corto número de cuestiones…» Así hablaba el H.. Quequier en tenida de 25 de Enero del Gr.Or. de Bélgica, las logias de ese Gr:O., en su anhelo por destruir el cristianismo, comunican al partido liberal unión, fuerza y dirección. En ellas »se maduran las ideas liberales», «se preparan las sesiones de un Congreso liberal» ; en ellas solamente »es posible una entente entre los jefes del liberalisurio». En ellas es donde se prepara el programa de la separación de la Iglesia y del Estado» de «la instrucción laica, obligatoria y gratuita», la «supresión de la Legación ante el Vaticano», del presupuesto del culto, la implantación del divorcio, etc .
En el Congreso Mas. de Milán, celebrado en 1881, el VIII voto del Congreso fué el siguiente: «El Congreso decide que hay lugar de organizar secretamente las fuerzas liberales de Italia y que las logias deben esforzarse más que nunca para que la mayoría de la representación nacional del Parlamento sea ganada para la Francmasonería». El X voto agrega: «En fin, el Congreso decide que, por la iniciativa de la autoridad Masónica se procederá a la formación de un gran partido anticlerical, sin distinción de opinión política, y cuyo fin será combatir y destruir el clericalismo por todos los medios, cualesquiera que sean» (Marg., 146)
Se comprende ahora por qué, cuando hay que hacer alguna llamada a campaña antirreligiosa se hace en nombre de las ideas y principios liberales. La Masonería se averguenza de su propio nombre. Cuando nuestro Presidente volvía de Europa, en 1925, la Masonería bonaerense constituyó un Comité Liberal, para que organizara la recepción popular y le diera la bienvenida. Por medio de ese Comité «todo el elemento liberal argentino ha rendido pleito homenaje» al señor Alessandri. Este, por su parte, hizo en tal circunstancia declaraciones muy terminantes sobre su próxima actuación en el gobierno, condensadas en esta promesa formal: «cumplir con sus principios masónicos y liberales, cimentando en ellos la grandeza y el brillo de la Patria» (Cad., de Unión ( ) Abril y Mayo)
Quisiera no haber escrito estas líneas; siento en mí mismo la confusión que sentirán muchos caballeros que se han gloriado de su liberalismo y que, sin saberlo ni quererlo, han estado siguiendo las direcciones de un poder oculto e insospechado por ellos. Los que han sido instrumentos conscientes de ese poder reconocerán también que más noble y más leal para con sus correligionarios habría sido trabajar y combatir a cara descubierta.
La concentración política de las fuerzas anticlericales, es decir, la dirección no sólo del Partido Liberal, sino también del Radical, Demócrata y Socialista, ha sido también objeto de preferentea atenciones del Gr.Or.. Belga: «El partido Liberal, bajo el irresistible empuje del movimiento democrático, es arrastrando hacia una nueva orientación política y económica. En la Masonería es donde encontrará su guía y su firme apoyo
En el Convento del 23 de febrero de 1902, el Serenísimo Gr. Maes. Gustavo Royers, decía en su discurso de apertura: «El Gr. Oriente ha decidido organizar la reunión e este día para continuar la misión que se le ha asignado..
«La primera decisión ha sido reunir a los masones de los diversos partidos políticos, con motivo de las últimas elecciones legislativas. La Frat. Mas. ha hecho darse la mano a los masones. Esta iniciativa ha sido coronada por el éxito…» (F’. B., 163).
La afinidad de la Masonería radical ha sido demasiado manifiesta entre nosotros. Las preferencias del partido en las elecciones y en el reparto de los puestos públicos, si no del todo, casi exclusivamente la han tenido los hermanos, con poca ventaja para el país y con menos honra para el Partirlo.
La intervención de la Mas.. en la dirección del Partido Demócratala han denunciado por la prensa los mismos demócratas que han conservado valor e indepedencia para hacerlo.
Para evitar repeticiones, después, Dios mediante, haré ver el contacto de la Mas.. con los partidos extremos.
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79 – Dominio político sobre los afiliados
El autor tantas veces citado, Copin-Albancelli, dedica en su libro, Le Pouvoir Occulte, un artículo a los medios de coerción de que dispone la Masonería para mantener a los diputados, senadores y ministros francmasoness en la disciplina masónica, Siento no poder darlo aquí; pero por él se ve que no hay medio: o el político obedece a la sugestión o mandato de las logias o caeen la nada de donde las logias de han levantado.
Michel, en su libro «La Dictature de la Franc-Maçonnerie sur la France», consagra también otro artículo en el cual se ven las declaraciones del órgano oficial de la Masonería sobre el mismo asunto. Daré una o dos muestras: «Los Parlamentarios Francmasones, que son en cierto modo una emanación de la Orden, deben quedarle tributarios durante su mandato… Hlay para ellos una necesidad de tomar como direcciones los trabajos de la Asamblea general en lo que tienen de parlamentario; en toda circunstancia de su vida política tienen la obligación de plegarse a los Principios que nos rigen» (Convento, Gr. Or., 1923, p. 365).
«Deben, en el seno del Parlamento, formar grupos que obren de la mejor manera en bien de los intereses de la Masonería (Conv. Gr. Or., 1923, p. 365).
El Gran Oriente de Bélgica ha afirmado categóricamente «el derecho y el deber de las logias de supervigilar los actos de la vida pública de aquellos de sus miembros que ellas han hecho entrar en las funciones políticas, el deber de pedir explicaciones…el deber de aceptarlas con benevolencia cuando son satisfactorias, de reprimir, si dejan que desear, y aun de cortar el cuerpo masónico a los miembros que han faltado grave y voluntariamente a los deberes que su cualidad de masón les impone, sobre todo en su vida pública» (Copin, P. 0., 132).
¡No deja de ser envidiable la libertad de que gozan en la Masonería los hombres públicos!
Y para que no se crea en Estados Unidos, donde hay tanto masón, se piensa de otra manera, terminaré este artículo citando algunas palabras pronunciadas por Mr. Merritt, Gran Maestro de Ceremonias y Gran Maestro, en su contestacion al brindis «El Gran Consistorio de California»: «Nosotros sostenemos que ningún hombre o corporación de hombres tiene el derecho de influenciar nuestra conducta política. No reconocemos partido. Votamos según los principios de la Masonería det Rito Escocés, y el hombre que pertenece, al Rito Escocés y no lo hace así, viola toda obligación, desde la primera hasta la trigésima tercera, cada una de ellas» (Preuss., A. F., 284)
No haré comentario sobre la patente contradicción que está bastante clara entre la primera afirmación y la última.
Lo dicho hasta y sobra para que el lector pueda juzgar de la sinceridad y honradez de la Orden Masónica en lo que toca a la política y a sus afirmaciones de prescindencia. !Y las primeras víctimas de sus engaños son siempre sus propios adeptos! Y, como se ve, son engaños evidentemente intencionales.
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CAPITULO IV
LA MASONERIA Y SUS IDEALES DE LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.
NUEVA FALSEDAD
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Como al hablar de los fines de la Masonería, ella hace alarde de batallar por los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad, veamos qué hay en eso de sinceridad y de verdad.
Ya sabemos que para la Masonería la libertad es la independencia absoluta de toda autoridad, sea la de Dios, sea la del rey, sea la de la Iglesia, o del padre, del esposo, etc., »Vos sereís libre,, dice a sus adeptos, si soìs soberano, si sois sacerdote, rey y dios, si sois el adorado como el adorador del templo». Es la antigua promesa de la serpiente a nuestros padres (Benoit, F. M., I. 10).
Semejante libertad es la revuelta, la rebelión contra toda autoridad. Si alguno creyere que hay en esto exageración, no tiene más que leer las declaraciones de autoridades masónicas ya citadas. Hay que darse cuenta también del simbolismo masónico y de los discursos rituales, para comprender toda la profundidad de la libertad masónica. Esos datos pueden verse en Benoit (La F. M., I. 7).
Cualquiera podría creer, después de leer esas declaraciones de la Masonería y saber el continuo alarde que hace de esas palabras, libertad, liberalismo que esa institución deja mucha libertad a sus adeptos. La verdad es todo lo contrario. Es cierto que en el sentido de libertinaje y de la licencia de costumbres hay muchos que han aprendido y practican la libertad masónica, viviendo sin Dios ni ley, como tantos otros que no son masones. La diferencia está en que unos lo hacen por principios y por flaqueza; los demás sólo por flaqueza. Pero no hay tiranía igual a la tiranía masónica. Yo mismo he oído decir a masones que sufren la presión que se les hace en las logias, aún contra sus conveniencias comerciales; he oído de otros que quieren recobrar su libertad, retirándose de las logias; he llegado a saber que cuando un hermano se ha tomasdo la libertad de ir a la iglesia por satisfacer quizás su curiosidad, luego tuvo la visita de otro hermano, para tomarle cuenta de lo que había hecho. Estoy viendo que iniciarse un hermano y perder su libertad religiosa es la misma cosa; porque no puedo suponer que personas serias que vienen a misa el domingo pierdan inmediatamente su fe desde la iniciación, cuando todavía no se han dado cuenta de la apostasía que aquella ceremonia significa.
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81. – Libertad política y libertades civiles
En cuanto a los políticos, por lo que se ha dicho poco antes, se puede ver que son todavía menos libres que los demás ciudadanos Basta recordar las decisiones del Gran Oriente de Bélgica y la conclusión a que llega, que «es menester ser severo e inexorable contra los que, rebeldes a las advertencias, llevan la felonía hasta apoyar en la vida política actos que la Masonería combate con todas sus fuerzas, como contrarios a sus principios, sobre los cuales no puede ser permitido el transigir» (Copin, P. 0., 132- 133).
Ahí tenéis, pues, al hermano masón, que no tiene siquiera aquella libertad de que goza el último de los ciudadanos que ha renegado de la infalibilidad de la iglesia para reconocer una infalibilidad que no sabe dónde está ni de dónde viene. Mientras el profano obedece a autoridades legítimas, visibles, y a leyes que conocen, el Hermano está expuesto a ser manejado como el niño pequeñuelo, según el capricho de esa dirección oculta que, como se ha visto, en Francia lo pasó jugando a la política, haciendo adorar y derrocar sucesivamente a los jefes de la nación. Por algo se le obliga a hacer en las logias ejercicios infantiles.
Por algo también hace sus juramentos en los cuales renuncia a su voluntad mucho más aún de lo que lo hace un religioso «Juro obedecer sin restricción, tanto la Const.. masónica, como los Reglamentos Generales de la Ord.., etc.», dice Chile el masón. El Minerval de los Iluminados decía: «Prometo un silencio eterno, una fidelidad y obediencia inviolables a todos los superiores y estatutos de la Orden. En lo que es objeto de esta misma orden, renuncio plenamente a mi propio modo de ver y a mi propio juicio» (Benoit, F. M., I, 589).
Por otra parte, desde que la Masonería puede imponer la ley, se pueden dar por perdidas aún aquellas libertades que son más naturales e inviolables, como es la libertad de conciencia, la de educar a los hijos, la de vivir cada cual conforme a su inclinaciones, con tal de no perjudicar a terceros, etc. En Méjico, por ejemplo, está prohibido el traje eclesiástico, desde hace muchos años. Allí, como en Francia y en otras partes, está prohibida la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. En Estados Unidos la Masonería está empeñada en suprimir la enseñanza privada, para obligar a todos los niños a ir a la escuela laica. En varios paises, la Masonería ha desconocido las congregaciones religiosas, al mismo tiempo que amparaba toda clase de asociaciones inmorales o subversivas; las ha expulsado y perseguido corno no se persigue en ninguna parte a los anarquistas o subversivos.
La libertad que predica la Masonería es, pues, otra gran mistificación con que engaña a los propios adeptos y prepara la tiranía para con los extraños y las sociedades en general. La Masonería sabe realizar las instrucciones ya citadas de Weishaupt : «Que la fuerza suceda al imperio invisible: ligad las manos a todos los que resistan, subyugad», etcétera.
Los que saben entre nosotros el poderío que la Masonería ejerce en el ramo de la enseñanza y la tenencia a suprimir en ella toda libertad, y lo mucho que se ha hecho en ese sentido, tendrán en casa una prueba de la libertad masónica.
Lean ahora cómo juzgaba esa libertad el célebre orador español en el famoso proceso que la Masonería hizo seguir contra LA VERDAD por supuestas calumnias:
«A eso vino la Masonería a España: a servir y explotar el absolutismo, que nos quitó nuestras santas libertades y tradiciones, e inició la obra de nuestra ruina poniendo mano sacrílega en nuestro organismo secular; a envenenar nuestras leyes y costumbres con las aberraciones del enciclopedismo, el regalismo y el cesarismo, que en una noche expulsaba sin forma de juicio, ni motivo, ni racional pretexto, a millares de españoles maestros de toda virtud y toda ciencia, y mataba la luz del saber, Dios sabe para cuanto tiempo, como había herido de muerte la libertad, la personalidad, la riqueza y la grandeza de España. El absolutismo y la Masonería hicieron alianza, y jamás fue tan espantosa la decadencia de nuestra paria; nunca llegaron a tanto su postración y abatimiento como en el siglo pasado, debajo del poder del absolutismo y de la Masonería. (La Igl y la Mas., p.154)
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Cualquiera, al oír repetir con tanto entusiasmo esa palabra como las otras dos, creería que la igualdad se practica con mucha perfección dentro de la Masonería y para con los profanos. Precisamente, sucede todo lo contrario. Al hermano iniciado, desde su misma iniciación, se le hace creer que en la Masonería todos son iguales, salvo la distinción de cargos o dignidades, y sin embargo, no hay asociación alguna en que haya más desigualdad. Los masones compañeros, maestros o de altos grados llaman ‘hermano» al aprendiz. «Pero es un hermanito de tres años solamente, que no está iniciado sino en la sociedad de los niños masones, y esta sociedad aun formando cuerpo con las sociedades masónicas de los altos grados, no solamente está debajo de todas, sino que, cosa mucho más importante, está penetrada y realmente dominada por todas. Los aprendices, se puede decir, no pueden entrar en ninguna parte del templo masónico, si no es en cierta parte que se les ha asignado Asignado, decimos, no reservado, porque ellos no pueden cerrar la puerta a los masones de los grados superiores. Estos van y vienen como les place en las reuniones de los aprendices, lo mismo que los profesores pueden ir y venir en las diversas clases de los liceos, donde hacen cursos». Son palabras de un ex masón (Copin, P. O., 210).
Lo mismo les va pasando a los de los demás grados respecto de los grados superiores: no saben sus secretos, no pueden asistir a sus reuniones, y son constantemente espiados y vigilados, sin que ellos se den cuenta siquiera; lo que los hace ser de peor condición que los niños de la escuela, que al menos saben quien los vigila.
La Iglesia Católica, acusada por la Masonería de mantener la desigualdad entre los hombres, enseña que ante todos los hombres son iguales, y de hecho todos los católicos tenemos la misma doctrina, no hay doctrina oculta para nadie; todos podemos llegar a la misma mesa eucarística, es decir, todos podemos tomar parte en el acto más elevado del culto que profesamos. En la Masonería los masones de los grados inferiores no son más que el juguete de los grados superiores, especialmente de los ocultísimos en donde se admirarán de la estupidez humana que se deja atraer con el cebo de un secreto que jamás se revela.
Y eso sin hacer hincapié en la distinción que hacen entre los hermanos sirvientes y los demás miembros de la Orden.
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Este es el otro lema con que la Masonería difunde en rededor suyo una atmósfera de simpatía, especialmente entre aquellos que necesitan ser alentados en la vida. Esa fraternidad tiene, como se ha dicho, un doble sentido: el de borrar toda diferencia de familia, patria, religión, derechos, etc., y el de mutua protección entre los masones.
No niego que esta fraternidad se ejercite entre hermanos y que sea un derecho legítimo, el de buscar en la asociación esa ayuda mutua; pero con tal que sea dentro de ciertos límites, con tal que no sea contra los derechos que por equidad natural o justicia corresponden a un tercero, o no se causen perjuicios a la sociedad, a la nación o a particulares. Así, por ejemplo, ¿quién negará que las preferencias por los hermanos en el ejército francés causaron gravísimo daño a la institución y pusieron en gravísimo peligro a la nación entera, que en la última guerra, guiada por el instinto de conservación, fué dejando a un lado jefes ineptos que la Masonería había encumbrado y y llamado a los jefes católicos que ella había dejado en la sombra, y gracias a eso se salvó? ¿Quién negará que las preferencias para con los hermanos en la provisión de los empleos públicos ha dado en todas partes ocasión a grandes desfalcos al fisco y a grandes injusticias para con los particulares? Sería interesante leer la historia de la cuestión de los tabacos en que se vió envuelto el Ven. Crispi y el Delegado Supremo Gran Comendador Adriano Lemmi, Gran Maestro de la Masonería Italiana, en 1890. Los masones eran 300 en la Cámara; el total de los diputados 504. El diputado Imbríani pidió que se abriese una investigación. Los diputados masones se vieron en la alternativa de ser o buenos masones o buenos diputados, y para ser buenos masones y ayudar al hermano en sus apuros, negaron la investigación y salvaron al hermano Crispi y al Hno. y Gran Maestre Lemmi. Margiotta suministra los datos sobre este asunto (Margiotta, A. L., 188 y Sigs.).
He aquí cómo juzgaba esa fraternidad el masón Fisher, combatiendo la introduccion de los grados superiores
«La constitución de estos grados es siempre la misma que antes; es tan peligrosa como antes. Donde los grados se amontonan sobre los grados; donde el lazo es tanto más fuerte cuanto menos une; donde no hay responsabilid ni control, sino grandes medios y una poderosa influencia; donde se puede exigir una obediencia ciega; donde uno tiene el derecho de venir a decir a los otros en las logias que no tienen de las cosas ni una inteligencia bastante completa ni una experiencia suficiente para poder juzgar con competencia de la asociación – ahí los inferiores no son sino instrumentos ciegos y pasivos – ahí no hay más fraternidad; los hermanos son para con sus superiores lo que un niño de dos años a un hombre de treinta. ¿Quién es el hermano capaz de juzgar del abuso que uno puede hacer de la autoridad, cuando entregándose ciegamente a ella, viene a darle fuerzas nuevas, con las mejores intenciones del mundo?» (Rey. Maçon, cit. por Eckert, I, 260).
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84. – Fraternidad dañosa a la justicia y al ejército
El masón tiene promesa jurada de ayudar al hermano en toda circunstancia. «Dos partes esperan su decisión; una de ellas conocida como perteneciente a la logia. Se da la sentencia; el que no está iniciado la espera con desconfianza. . . Con razón o sin ella se siente herido; vuelve las espaldas con desprecio y dice: – El hermano masón ha cumplido su promesa al hermano masón (Eckert, I, 142).
¡Ojalá fuera sólo en Alemania donde se pudiera hacer semejantes reflexiones y manifestar esos temores de parcialidad! ( ‘)
En el debate que hubo en nuestra Cámara sobre la Masonería y el Ejército, se leyeron datos interesantísimos sobre la escandalosa cuestión de las fichas en el ejército francés, sistema que usó la Masonería para hacer ascender a los suyos y concederles todas las gollerías posibles y para postergar a los que no eran suyos y negarles todos los favores posibles. Es digna de leerse la interpretación que se hizo en la Cámara con este motivo, especialmente cuando se trató del castigo impuesto al coronel Quinemont, «que como jefe de regimiento poseía los más bellos estados de servicio del ejército; que había sido hecho subteniente en el campo de batalla de Morsbronn… y que no había cesado de ser soldado irreprochable». ¿Por qué fué puesto en reserva? Porque había castigado con toda justicia a un oficial prevaricador. Pero el oficial era hermano y la Masonería lo vengó: »Entre un prevaricador de oficina y un soldado heroico, terminaba el interpelante, dirigiéndose al Ministro, no habéis dudado: habéis herido al soldado heròico y habéis protegido al ladrónt» (La Masonería ante el Congreso, págs. 73-89).
Ese asunto de las fichas que usó en Francia la Masonería para hacer su trabajo en el ejército, es uno de los más repugnantes y bajos que, sobre todo para un militar, puede haber.
De un libro, que epublicó el general inglés, Sir Francis Howard, en 1924, reprodujo el 31 de enero La Unión de Valaparaíso un artículo, con el título «La Masonería en el ejército inglés», en que el general, a pesar de hacer notar que la Masonería inglesa es sólo una institución de caridad, sinembargo, su intromisión en el ejército ha dado lugar a lamentables abusos, y para muestras publica la siguiente carta de un sargento:
«No me importan las consecuencias que pueda atraerme; pero por el bien del regimiento debo decirle que impera el fraude en el casino de los suboficiales. Se vende licor en horas prohibidas y en mucha mayor cantidad de lo que figura en las cuentas. Desgraciadamente, los suboficiales que están a cargo de los casinos son todos masones, y aunque muchos suboficiales y soldados se dan cuenta del mal que existe, no se atreven a decir ni a hacer nada por temor de ser hostilizados y atacados por el grupo de masones. Lo mismo ocurre en los otros regimientos, y si no se pone atajo, va a concluir con la disciplina de toda la guarnición».
¡Quiera Dios que esa horrible gangrena no esté también minando a nuestro glorioso ejércitol
A esos extremos suele conducir la fraternidad interna de la Masonería para con los suyos, y ésas son también muestras de la fraternidad que ejercita para con los profanos muestras que, por desgracia, y para vergüenza nuestra, comienzan a verse estampadas en la gran prensa del país y a vislumbrarse alrededor nuestro.
Agregaré también que no he visto odios más encarnizados que los que nacen en las logias contra los infelices que caen en desgracia. Recuerdo principalmente dos casos que han tenido lugar en Iquique, durante el tiempo que he vivido allí.
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85. – Las mejores muestras de la libertad, igualdad y fraternidad masónicas
Ya se ha visto que la Masonería fué dueña en Francia durante la Revolución Francesa, como lo ha sido últimamente, antes de la guerra, según confesión de los mismos masones han tenido, pues, la ocasión de manifestar al mundo la realización de aquellos sublimes ideales proclamados por el Cristianismo. Ved lo que han hecho: «En nombre de esa fórmula se ha visto establecer, por decirlo así, de una manera legal, el saqueo, el incendio, la proscripción, el despojo y el asesinato. Tres años después de su poclamación, nada más que tres años, el ideal de fraternidad revolucionaria terminaba con las innobles matanzas en las prisiones. ¡Sí¡ ¡tres años habían bastado para que se produjese esa atroz desfiguración!
«Y un año más tarde era el Terror y los millares de cadáveres con que se ensangrentaba a Francia! En cuatro años la destrucción del verdadero espíritu cristiano y su reemplazo por la contrahechura de que hablamos, tenían, como consecuencias el establecimiento de la más espantosa tiranía de que la historia haya hecho mención jamás».
«A fin de explicar cómo la fraternidad revolucionaria pudo morder tan ferozmente la carne humana, se han buscado tazones; pero no se han encontrado sino sinrazones. Se ha dicho que los principios se encontraron falseados por los obstáculos que les fueron opuestos (El Cristianismo los encontró también y no por eso se convirtió en el destructor de la humanidad: el Cristianismo moría, no mataba).
«Sin duda se encontraron obstáculos. Los hay siempre, cualquiera cosa que se haga; pero es lo que reprochamos precisamente a los principios revolucionarios: el haberse dejado falsear tan fácilmente. Han sido falseados en 1789; falseados en 1871; falseados ahora; falseados siempre. . » ((Copin, C. J., 243-244).
«Taine dice que hubo cerca de medio millón de víctimas del Terror en las once provincias del oeste solamente. Sabemos ahora que los revolucionarios vieron claramente que la población no podría continuar existiendo y estaban determinados a reducirla. Courtois, en su informe sobre los papeles sorprendidos en la casa de Robespierre, habla de su plan para aniquilar a doce o quince millones de franceses. Uno de los Iluminados, Gracchus Babeuf, decía que la despoblación era indispensable. Proudhon asegura que el Terror era parte del plan de despoblación concebido por Marat y Robespierre. Carrier, uno de los instrumentos del Terror, decía: «Hagamos un cementerio de la Francia ni no la hemos de regenerar a nuestra manera». Se refiere (por Larevelliere-Lépeaux) que Juan Bon Saint- André había asegurado que para establecer con seguridad en Francia la República la población debía ser reducida en más de la mitad.
«Y esas matanzas eran sin discernimiento. El analisis moderno de los nombres de las víctimas muestra que ellas no eran principalmente aristócratas, sino tomadas principalmente del pueblo pobre y oscuro, de humildes comerciantes » (The Cause, p.127).
En los tiempos del Terror, el sacerdote, para poder celebrar una misa, tenía que ocultarse en los bosques y esperar las sombras y el silencio de la noche. Tal era la libertad. Y si era sorprendido, era fusilado o guillotinado por la fraternidad imperante. Cuando volvió la Masonería a adueñarse del poder, a principios de este siglo, puso de nuevo en práctica sus ideales al revés: Los ciudadanos franceses fueron expulsados del país por el delito de cargar sotana en una congregación religiosa. ¡Santa libertad! A ellos, que enseñaban la doctrina cristiana, se les prohibió enseñar, mientras que hasta los anarquistas podían predicar sus doctrinas disolventes con toda tranquilidad. ¡Santa fraternidad e igualdad! Sólo los religiosos no podían tener una casa en Francia.
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86. – Lo que la Masonería anhela entre nosotros
Lo que se ha hecho en Francia, en Méjico y en Portugal, bajo el imperio de la Masonería, eso mismo se anhela hacer aquí. Ya están hechas las listas de las propiedades de la Iglesia. Después de la venida del Masón de alto grado M. Martinenche, que vino a despertar las logias chilenas de la inercia en que parecían vivir, se oyen con frecuencia los deseos de que se expulse a los sacerdotes extranjeros de este país, a donde llegan con toda facilidad extranjeros de todo el mundo, aun los que vienen a predicar ideas subversivas. De la libertad e igualdad en la enseñanza y en la distribución de los puestos públicos, no hay que hablar: todo el país sabe lo que pasa.
La libertad, la igualdad y la fraternidad masónicas son, pues, una mistificación más, un engaño más, cruelísimo a veces, con que la Masonería engaña al mundo profano, corno engaña a sus propios adeptos.
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87. – El humanitarismo masónico
Ya que la Masonería lo tiene tanto en sus labios, no estará de más una palabra sobre este ideal; aunque, después de lo dicho, parece redundante. El Humanitarismo es la es la expresión de la idea de la igualdad absoluta, de la supresión de la distinción de clases, de la fraternidad entre todas las razas, religiones y condiciones de los hombres. Hermosa utopía irrealizable en la tierra y en el cielo mismo, en donde cada cual recibirá según sus méritos, el premio correspondiente. Pero esa idea sirve para mucho en la tierra, donde la gente se deja engañar tan fácilmente, sobre todo cuando se la halaga o se la consuela. Ved lo que pensaba Fichte (Discurso a la nación alemana, 1924, p. 101): »La palabra humanidad es del número de esas palabras famosas de las cuales se puede abusar tan fácilmente para enmascarar la perversión humana: con un sonido extraño, sublime brillante, esta Palabra llama la atención; pero en el fondo, envuelve al que la escucha en las tinieblas de la ignorancia».
Schuderoff, que se había consagrado él mismo, en un principio al dogma de la humanidad, en su calidad de masón, nos pinta más tarde (Discurso sobre el estado actual de la Masonería), la humanidad como una cosa tan vaga, que toda logia que se la propone como fin, se encarga de un problema insoluble y se pierde en una vana empresa.
Quien mejor idea puede darnos sobre el humanitarismo masónico es el famoso barón de Knigge, el brazo derecho de Weishaupt bajo el seudónimo de Philon, que tuvo un conocimiento tan vasto del manejo de las logias. Después de decir que él no conoce ninguna logia que no sea culpable de alguno de los muchos males engendrados en ellas, que señala, agrega: ‘No inicie a nadie antes de haberse instruído bien Ud. mismo; no se deje cegar por apariencias engañosas, por promesas seductoras, por los planes más halagadores en bien de la humanidad, por la afectación con la cual se mostrará, exteriormente el desinterés, santidad de actos y pureza de intenciones. A los hechos es a los que ha de pedir sus pruebas . . » (Eckert. I, p. 133 y sigs. ) . »Por sus obras los conoceréís», había ya dicho el Maestri Divino, hablando precisamente de los que aparentan hacer bien a la humanidad por medio de sus doctrinas.
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CAPITULO V
LA MASONERIA Y SU IDEAL DE MORALIDAD
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Dice el Dr. masón Mackel, que es una definición muchas veces citada la que dice que «La Masonería es una ciencia de moral, velada en alegorías e ilustrada for sírnbolos» (Preuss, A. F., 8). En el articulo 1° de la Constitución masónica nos dice que «la Orden Masónica tiene por objeto la beneficencia, el estudio de la moral universal y la práctica de todas las virtudes» . El congreso Mas.. Inter.. de Ginebra (1821), entre los principios de la «Asociac. Mas.. Intern..» establece que «La Francmas.. tiene por objeto la investigación dle la Verdad, el estudio y la práctica de la moral…» Es, pues de sumo interés conocer la moral masónica.
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Fíjese bien el lector que digo la Moral Masónica y no la moral de los masones. En repetidas ocasiones he dicho que hay en la Masonería muchos hombres sinceros que nada o casi nada saben de Masonería, que no están sino superficialmente iniciados en sus secretos y doctrinas, que no viven masónicamente, aun cuando tampoco vivan del todo cristianamente. No hablo, pues, de la moral de los masones, en general ni en particular, salvo de aquellos que viven en conformidad con las doctrinas masónicas.
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90. – Fundamentos de moral fuera de nuestro alcance
Es imposible precisar los fundamentos de la moral que enseña la Masonería. Y la razón es muy sencilla: Esa no es la moral fundada en la Religión Cristiana; no es la fundada en el Budhismo, ni en el Mahometismo, ni en ninguna religión particular, por lo mismo que la Masonería prescinde de todas para agrupar en su seno a los hombres de todas las religiones.
Tampoco es una religión fundada en el Deismo, o conocimiento racional de Dios, puesto que ella ha renegado de Dios, como Ser Supremo, distinto del hombre y superior a él. Y tener una moral que corresponda a las exigencias del cristiano y del materialista, del budista y del mahometano, es simplemente imposible. Y sin embargo, la Masonería afirma que se dedica al estudio de la moral universal y a la práctica de todas las virtudes. ¿Cuál es esa moral maravillosa que puede avenirse con todos los credos religiosos? Es imposible a un profano como yo imaginarla o concebirla.
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91. – El fin justifica los medios
A decir verdad, una cosa se encuentra de cierto y de fijo, cuando se busca la moral masónica no sólo en las declaraciones doctrinarias, que suelen ser muy falaces, sino en la práctica, en el modo de proceder a que se ajusta la Masonería, y es ésta : El fin justifica los medios.
La Masonería suele atribuir a los jesuítas ese principio o norma de moral; en lo cual no hace sino confirmar que miente y que ella es la que sigue esa norma. No hace muchos años se aceptó por parte dle los católicos un desafío, con los que le atribuìan es moral, en Alemania, si mal no recuerdo, exponiéndose una buena cantidad de francos por parte del que perdiera. Se nombró un juradi; de examinaron con diligencia las obras de los moralistas jesuitas. En ninguna se encontró esa doctrina; en todas se encontró reprobada, como no puede menos de serlo, estando tan claramente condenada por el Apóstol S. Pablo: «Y no (como somos calumniados y dicen algunos que nosotros decimos), hagamos el mal para que resulte un buen. Los que dicen esto son «justamente condenados» (Rom.,3,8). Es, pues, una calumnia que infieren a los jesuítas, empleando una norma corriente en la Masonería. La Civittá Cattolica dio cuenta de aquel desafío.
Las Constituciones de los Jesuítas prescriben la obediencia a los superiores; pero con la limitación que no ven pecado en lo que ellos mandn, ubi nos cerneretur pecatum (Const. Des Jésuites, part. 3, cap.I, párrafo 2, Vol. I, Ed. de Praga, cit. por Webster, p.198). Entre obeceder únicmente en lo que es lícito ty a susperiores conocidos, como lo hacen los Jesuítas, y obedecer a superiores y jefes desconocidos, como es lo corriente en la Masonería, y en todo lo que manden, hay toda la distancia que hay entre lo moral y santo y lo inmoral e impío.
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92. – Pruebas al canto. La doctrina.
Para no aparecer calumniador yo también, voy a dar las pruebas de que no sólo en declamaciones, sino sobre todo en la práctica, se sigue esa moral.
Desde luego, Weishaupt, el famoso Jefe de los Iluminados, en la instrucción que hace a un iniciado en el grado de Mago, después de recordarle todo lo que se ha hecho antes para descuartizarlo, le dice: «Acordaos que el fin legitima los medios, que el cuerdo debe tomar para el bien todos los medios del malvado para el mal: Los que hemos usado.. no son sino un piadoso fraude, etc.» (Ronel, 104)
En la misma secta de los iluminados se hacía al novicio estas preguntas, entre otras: «2ª pregunta: ¿Habéis pensado maduramente que aventuráis un paso importante, al tomar compromisos desconocidos? 6ª pregunta: Si llegaseis a descubrir en la orden algo de malo o de injusto por hacer, ¿qué partido tomaríais? 12ª pregunta: «¿Estáis dispuesto a dar en toda ocasión a los miembros de nuestra Orden la preferencia sobre todos los demás hombres? 20ª pregunta: ¿Os comprometéis a una obediencia absoluta, sin reserva? La respuesta está sugerida en las preguntas, y los archivos de la Orden presentan el protocolo de la recepción de dos novicios. Uno de ellos responde a la sexta pregunta «Haría aún esas cosas (malas o injustas) si la Orden me la mandase». Y da esta razón: «Aun cuando podrían ser injustas bajo otro aspecto, dejan de serlo desde que llegan a ser un medio de llegar a la felicidad y para obtener el bien general». El segundo novicio responde a la misma pregunta: «No rehusaría hacer esas cosas, si contribuyen al bien general».
«De todos los detestables principios de los iluminados, decía Reuner en su deposición jurídica, el más peligroso me parece éste: El objeto santifica los medios. Según esta moral y según su práctica fielmente seguida, les bastará para calumniar a un hombre de bien, el suponer que un día podrá poner obstáculos a los proyectos de la Orden. Intrigarán para arrojar a éste de su puesto; asesinarán a otro; en suma, harán todo lo que los conduce al gran fin». Nota: Reuner fué iluminado; pero se retiró de la secta cuando se dió cuenta de sus principios. Era profesor de la Universidad de Munich.
En el mismo sentido se hicieron varias otras deposiciones jurídicas que pueden verse en Benoit (F. M., II. 273-274).
Hablando de los Carbonarios, decía Juan Vitt, que había llegado al grado de Príncipe Soberano Patriarca: «Todos los medios para la ejecución de sus Proyectos, la ruina de toda religión y de todo gobierno positivo, son permitidos: el asesinato, el veneno, el juramento falso, todo está a su disposición»
En los estatutos de la Alianza humanitaria universal se lee: «Los reyes, los nobles, la aristocracia del dinero, los empleados de la policía o de la administración, los sacerolotes y los ejércitos permanentes, son los enemigos del género humano. Contra ellos uno tiene todos lo derechos y todos los deberes. Todo es permitido para aniquilarlos: la violencia y la astucia, el fuego y el fierro, el veneno y el puñal: el fin santifica los medios».
Pueden verse varios otros testimonios tomados de los mismos estatutos o catecismos masónicos citados por Benoit (T.II, 271-276).
De conformidad con esas doctrinas morales, Adriano Lemmi, en la plancha secreta ya citada, decía que aprovechaba aquella circunstancia »para recordar que son legítimos los medios» que permitían a los hermanos hacer dinero para su propaganda.
Lo que siempre se dice con toda la crudeza y claridad de las declaraciones citadas y de otras que he omitido en favor de la brevedad, se inculca de otros modos igualmente eficaces: «En todos los institutos masónicos se enseña al adepto desde los primeros grados, que no podrá jamás, bajo ningún pretexto, revelar nada de todo lo que ha visto u oído, de lo que verá y oirá en las logias; se agrega que no está ligado por ninguno de sus compromisos anteriores contrarios a sus nuevos deberes de masón. Es implícitamente declarar que podrá verse obligado a hacer lo que es injusto o a violar sus obligaciones más sagradas»:
»En la mayor parte de los institutos, el que va a ser recibido jura ejecutar pronta y perfectamente todos los mandatos que le sean dados por sus superiores y aun renunciar a su propio juicio, para seguir la conducta que le sea indicada. ¿No es esto tomar el colmpromiso de hacer tanto el bien como el mal?» (Benoit, F. M., II, 272-273).
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93. – La prueba de los hechos. Mentiras corrientes; calumnias
Dice un adagio filosófico que «contra el hecho no hay argumento». Si alguna duda quedara de que en la Masonería se sigue esa norma moral; el fin justifica los medios, los hechos, la práctica constante disiparía toda duda. Para no alargar drmasiado este trabajo, reduciré esos hechos a tres categorías: la mentira, ya sea en forma de simple mentira, ya en la de hipocresía o calumnia; el crimen, en forma de atentado contra los individuos o contra las sociedades, en forma de revueltas, sediciones, etc., y la de deshonestidad y el libertinaje autorizados y elevados aún a la categoría de un culto o de una ceremonia cultural.
Aunque, por lo que va dicho, casi no hay necesidad de demostrarlo, sin embargo, para que aparezca con mayor luz aún la moral masónica, agregaré alguna cosa a lo dicho. Desde luego, la Masonería no sólo engaña al que quiere conquistar, como se ha probado, sino que lo engaña, cuando ya está bajo su dirección: «Los grados azules, dice el Dr. Mackey, no son más que el pórtico del templo. Parte de los símbolos se explican allí al iniciado; pero es intencionalmente extraviado con falsas interpretaciones. No se intenta que él los entienda, sino que se imagine que los entiende. Su verdadera explicación está reservada para los Adeptos, los Príncipes de la Masonería». . . (Moral and Dogma, 819, cít. por Preuss, A. M., 12). «La Masonería, dice el H.. Pike, como todas las religiones, todos los misterios, Hermetismo y Alquimia, oculta sus secretos a todos, menos a los Adeptos y Sabios o Electos, y usa explicaciones y representaciones falsas de sus símbolos, para engañar a los que merecen ser engañados… Así la Masonería celosamente oculta sus secretos e intencionalmente extravía a los intérpretes presumidos» (Preuss, A. F., 13-14)
Hablando del engaño que se hace a los iniciados sobre el respecto a las religiones, dice Knigge-Philon en su carta a Catón Zwach: «En nuestros últimos misterios tenemos desde luego que descubrir a los adeptos este piadoso fraude, en seguida demostrar por los escritos el origen de todas las mentiras religiosas» (Preuss, A. I., 86)
En los estatutos de la secta de los Iluminados se lee: »Vosotros tendréis como principio constante entre nosotros que la franqueza no es una virtud sino ante los superiores observando a los demás para penetrar en su interior»; era una de las instrucciones de Weishaupt.
«La mentira, decía Voltaire, no es un vicio sino cuando hace mal; es una gran virtud cuando hace bien. Sed, pues, más virtuosos que nunca. Es preciso mentir como un diablo, no tímidamente, no por un poco de tiempo, sino audazmente, siempre… Mentid, mentid, amigos míos yo os lo pagaré, cuando llegue la ocasión». »Si tuviera cien mil hombres, decía en otra ocasión, yo sé bien lo que haría; pero como no los tengo comulgaré por Pascua y vosotros me llamaréis hipócrita hasta que os dé la gana..»
«Guardémonos de explicarnos claramente, decía un alto masón de Módena, antes de haber reconocido bien las disposiciones y la fuerza de carácter del aspirante. Si no lo encontramos bastante sólido… debemos al momento aderezar una nueva baterìa; a fuerza de astucia y habilidad dar un giro más favorable, debilitar o atenuar la fuerza de cada término hasta hacer desaparecer de ellos nuestra intención… La libertad, la igualdad, debemos decir, no miran sino a la sociedad, sin pensar en extenderse más alIá; no se trata de revuelta, de independencia, de sustracción a toda autoridad. Todo debe metamorfosearse en un momento con destreza: No hay más que deberes que cumplir, un Dios que reconocer, virtudes que practicar, sumisión y fidelidad inviolable que observar respecto de toda autoridad. Es menester saber a propósito incensar y adorar al coloso que nos quebranta, para trabajar con más seguridad en su ruina» (Memorial Católico, cit. por Benoit, F. M., II, 283-284).
El Barón de Knigge, ya citado, entre los consejos que daba, para evitar los peligros de las sociedades secretas, indicaba lo siguiente: Y si a pesar de haber tomado todas estas precauciones, esta Ud. cansado de la Orden, si gime a causa de su iniciación, aléjese sin ruido ni aparato. Si quiere escapar a las a las persecuciones, no diga jamás una palabra sobre lo que ha visto y oído. Pero, si a pesar de su reserva, no se le deja tranquilo, exponga a los ojos del público la impostura, la locura, la perversidad de esas asociaciones» (Eckert, I, 1 58).
¿Se cumplen en la práctica los consejos del alto masón de Módena? ¿Se ejercita la impostura de que habla Knigge ? Ved lo que dice el ex masón Copin-Albacelli:
»Aunque la Masonería Francesa, como todas las otras, haya comenzado por decirse espiritualista y deísta, de hecho siempre ha tendido a obrar la concentración de los ateos y materialistas.
»Aunque anunciase como su enseña y mientras creyó tener en ello interés, que trabajaba a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, se ha apresurado a renegarlo, cuando se sintió libre de toda presión.
»Aunque persiste en proclamar la libertad de conciencia, no quiere ya que se afirme su existencia, y aun que se pronuncie el nombre del Gran Arquitecto, que sus afiliados adoraban en otro tiempo cadenciosamente.
»Aunque afirma su respeto por todo fe religiosa, hace una guerra fanática a la fe católica.
«En fin, aunque haya declarado que no se ocupa de polí tica, se ha instalado dos veces en el poder, que ha ocupado durante la Revolución como lo ocupa ahora (1910), manifestando su espíritu de tolerancia, a veces por matanzas en masa en las prisiones y fuera de ellas, a veces por las proscripciones, las persecuciones y el monopolio de la enseñanza que se propone establecer para su exclusivo provecho (Copin, P.O., 100-101)
No haré caudal de las calumnias que aquí mismo, donde era tan fácil destruielas, la prensa inspirada por la Masonería ha inventado contra el clero, sin que jamás haya hecho un honrado desmentido. ¡Cuántas por ese estilo habrá en todas las partes! ¡Cuántas que han pasdo a la historia, como las inventadas pafra llevar a cabo la supresión de la Compañía de Jesús, después de cometer con sus miembros toda suerte de vejámenes! Cuando estaba por celebrarse el Congreso Eucarístico de Montreal, que por el número de fieles y por su fervor, quizás ha sido el más grande de todos, la Masonería intentó desbaratarlo levantando calumnias al clero. Felizmente, se pudo saber la maquinación y se previno el golpe y destruyó el infame plan. !Cuántas otras calumnias, como la de los «mónita secreta» de los jesuitas, que la Masonería ha tenido especial cuidado en divulgar y mantener!
En el libro ya citado »The Book of Red and Yellow», el autor Kelly, entre los puntos que indica que va a tratar y probar, señala con el número octavo el siguiente «Para llevar a cabo todas estas cosas (matanzas, ultrajes, sacrilegios etc) con alguna muestra de razón, han publicado (los revolucionarios) las rnás viles mentiras contra la iglesia y contra el clero». Ya sabemos que la Masoneria fué como el alma de esa revolución.
Terminaré con el resumen que hace Mr. Rosset sobre el mentir de la Masonería: «En la campaña que han emprendido contra el clero, las congregaciones religiosas y la enseñanza cristiana, ella emplea el equívoco, la hipocresía, la tergiversación de la verdad, la mentira, la calumnia, todo lo emplea. Hace mentir la historia, hace mentir los rnonumentos, mentir la ciencia, mentir la poesía, hace mentir todo; es la conspiración de la mentira universal contra la caridad, la justicia y la verdad» (La F. M., p. 54-55).
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94. – La violencia y el veneno
La lectura del Ritual masónico deja ver, al menos en varios grados, que prepara a sus adeptos para la venganza, la revolución y, por tanto, el crimen, «En todos los ritos», dice Benoit, «los masones son sometidos a una educación que les enseña, en la teoría y en la práctica, la violencia. Se les dice que la Orden masónica tiene por fin vengar la muerte de Adonhirán, de sus tres compañeros traidores, o la de Jacobo Molay, de sus asesinos, el Papa, el Rey y Noffodai. En un grado, el que va a iniciarse ensaya su valor sobre cuello y cabezas guarnecidas de tripas llenas de sangre ; en otro grado, el que va a ser recibido debe derribar cabezas colocadas sobre una serpiente, o aun degollar un cordero (grado 30 del Rito Escocés A. A.), creyendo matar a un hombre. Aquí debe trabar sangrientos combates con enemigos que le disputan la vuelta a la patria; allí hay cabezas humanas expuestas sobre estacas, hay un cadáver encerrado en un atáud y, alrededor, los hermanos, de duelo, conciertan la venganza.
«Estas ceremonias diversas… tienen por fin enseñar a los adeptos que es por medio de la violencia como la Msonería ha de destruir a sus enemigos, los sacerdotes y los reyes. y hcer volver a la humanidad al estado de naturaleza.
«Por las mismas razones se prescribe a los miembros de La Joven Italia armarse de un puñal, de un fusil y de cincuenta cartuchos; y en todas las logias, como lo hemos notado, se sacan a relucir espadas, puñales y todo un aparato militar
«En fin, para hacer de todos los hermanos instrumentos pronto a ejecutar los crímenes, para tener en ellos los ejecutores dóciles de los atentados tramados por criminales invisibles, se exige que cada adepto desde su entrada a la Orden y a la recepción de un nuevo grado, se ligue con juramento execrable, jure una obediencia absoluta a jefes desconocidos y se comprometa bajo penas horribles a hacer todo lo que le sea mandado..
«En verdad, si se quisiere formar asesinosm, diremos con un autor del último siglo, ¿se obraría de otro modo para acotumbrarlos a los horrores de la muerte y hacerles ahogar los remordimientos de una conciencia que sería capaz de alarmarse?
«…!Ah! si en la Iglesia de Dios se encontrase la sombra siquiera de este aparato de violencia, ¡qué generosos arranques de indignación! Si la Compañía de Jesús presentase solamente algunos rastros de esos sombríos juramentos, ¡qué declamaciones! Pero esos juramentos atroces, esaspruebas lúgubres, esos despliegues de hachas y de puñales pertenecen a la Masonería, uno no se indigna y casi siente la tentación de encontrarlo todo irreprochable!» (Benoit, F. M., I, 354-355)
En la secta del Martinismo se llega a jurar honrar el agua tofana, un veneno en que entra el opio y las cantáridas, que produce un debilitamiento y consunción que conduce irremediablemente a la muerte. Se jura honrarla «como un medio seguro, pronto y necesario, para purgar la tierra por la muerte o embrutecimiento de los que tratan de envilecer la verdad o de arrancarla de las manos» de los masones (Benoit, F. M., I, 396).
Y la enseñanza del crimen es práctica de veras a juzgar por lo que el ex masón Uriele Cavagnari escribía a Lemmi en 1871, retirándose de la Masonería: «. . .No hay que pensar que la Masonería nos desprecie porque somos pequeños…No! La Masonería tiene fierro, calumnias y veneno para todo el mundo.
«En la casa y en la villa del difunto Gran Maestre de la Masonería. José Petroni, se hacía un doble orden de estudos teórico-prácticos de toxicología minera!, vegetal y animal. Especialista perfecto en la cultura de las tomaínas era el Gran Maestre Adjunto Rafael Petroni, y en Roma hay aún personas que pueden atestiguarlo tanto como nosotros» (Margiotta, A. L, 195).
Como señales de Cabalisrno en la Orden de los Iluminados que ha invadido los dominios masónicos de la Masonería del Continente Europeo, indica Webster, entre los papeles que le sorprendió el Gobierno de Baviera, una lista de recetas para procurar abortos, para hacer afrodisiacos, agua Tofana, vapores pestilenciales, etc. (p. 228).
Los autores que han ecrito sobre la Masonería citan varios clasificados citan varios clasificados de castigo de las traiciones, de suicidios ordenados por las logias y de asesinatos individuales; de matanzas, ejecuciones sumarias y saqueos, sediciones, guerras, revoluciones y el Terror. Dentro del plan que me he propuesto y del espacio de que dispongo, no puedo detallar todo eso. Puede verse en Dorn Benoit (F. M., I, 355 a 403), o en Sena (II, 152 a 164). Extractaré algo, sin embargo, de lo que traen esos autores.
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95. – Castigo o prevención de traiciones
Todos conocen el asesinato de Rossi, Ministro de Pío IX, por sus antiguos hermanos de la Carbonaria Todos saben que Orsini fue encargado por las logias, en 1858, para atentar contra la vida de Napoleón III, acusado de infidelidad a sus juramentos, y que desde entonces los sectarios no cesaron de arrancarle nuevas concesiones, con amenazas de muerte.
En el último siglo, el caballero Lescure que quiso renunciar a la logia Ermenonville, fue envenenado: »Murió víctima de esta infame horda de los iluminados», dijo a su amigo el marqués de Montroi.
»En 1833, cuatro italianos, Emiliani, Scuriatti, Lazzoneschi y Andriani, miembros de la Joven Italia y refugiados en Francia, fueron denunciados a Mazzini y a sus cómplices como culpables: »1° De haber propagado escritos contra la sociedad santa; 2° de ser partidarios del infame gobierno Papal». Algunos jefes se reunieron en Marsella bajo la presidencia de Mazzini, y sin oír a los acusados, sin darles defensores, condenaron a Emiliani y a Scuriatti a la pena de muerte, a Lanzoneschi y Andriani, a ser azotados con varas. Como los condenados estaban refugiados en Rodez, el tribunal agregó a la sentencia el decreto siguiente: »El Presidente de Rodez elegirá cuatro ejecutores de la presente sentencia, que quedatrán encargados de ella en el plazo riguroso de veinte días; el que rehusare incurrirá en la pena de muerte ipso facto». La sentencia se ejecutó.
»Cuando la Revolución Francesa trabajaba por sus emisarios toda la Europa y preparaba esas numerosas traiciones que debían servir, más aún que el valor de los soldados franceses, para obtener victorias y conquistar provincias, el brabantés Segré, enviado a Portugal para urdir una conspiración, pero descubierto, arrestado y encarcelado, recibió de sus hermanos.. un colchón con el anuncio de que encerraba una navaja. El sectario comprendió el lenguaje mudo de sus jefes: pronto se le encontró sobre el colchón nadando en su sangre». «Cuando casi por la misma época, la Corte de Viena descubrió esa famosa conspiración de Semonville, dirigida por los clubs de París, y lista para trastornar completamente la monarquia austríaca, varios sectarios se dieron la muerte para escaparse al interrogatorio» (Benoit, F.M., I, 360-362).
En la obra de Wichtl, »Masonería Mundial», se atribuye el suicidio de Rodolfo, heredero del trono de Austria, al mismo origen. El príncipe había contraído con la Orden ciertos compromisos que no se atrevió a cumplir. Tuvo que suicidarse. La tragedia de Mayerling, en que él y la baronesa Mary Vetsera se mataron porque el padre no consentía en el casamiento, es una hábil invención de la Masonería. Juan ()rth, archiduque de Toscana, tuvo que huir para no correr la misma suerte. El Guardabosque Wolf, a quien se le obligó a jurar guardar secreto hasta la muerte, fué asesinado misteriosamente en 1919. Los emperadores José II y Leopoldo II, masones, que se vieron obligados a tomar medidas contra la Masonería, murieron ambos inesperadamente. El asesino del último fue el H.’. Colombe, designado para ello por el gobierno jacobino de Francia. Francisco II, hijo de Leopoldo, escapó de la misma suerte, que la Masonería le había decretado.
El 22 de octubre de 1916 fué asesinado el conde Stürgkh, canciller de Austria. Fritz Adler, el asesino, era masón e hijo de masón, miembro de una logia de altos dignatarios masónicos en Suiza. En su declaración defendió el derecho de hacer justicia por sí mismo.
Las logias de Francia dlictaron sentencia de muerte contra Guillermo I, Bismarck y Moltke, y se ofreció un millón de francos por cada cabeza. Hubo intentos de asesinar a Guillermo, pero su origen no se ha comprobado.
En Francia, con ocasión del asunto Dreyfus, fueron asesinados el Cap. d’Attel, que declaró contra él; el diputado Chaulin Serviniere, que había recibido de d’Attel los detalles de la confesiòn de Dreyfus; el prefecto Laurenceau, que denunció sumas de dinero enviadas del extrajero a los amigos de Dreyfus, a su parecer para soborno; el empleado del presidio, Rocher, que sostenía haber oído a Dreyfus confesar parcialmente su delito. El Cap. Valerio, uno de los testigos contra Dreyfus, y el Presidente Faure, que se había declarado contrario a la revisión del proceso, desaparecieron también en breve. Todos los defensores de Dreyfus eran masones, especialmente judíos.
En Suecia, el Hermano Gustavo III fué asesinado por el H.´. Ankerström, emisario de la Gr. Log. que presidía Condorcet, según acuerdo de los masones reunidos en 1786, en Francfort sur Maine.
Oscar II, de Noruega, tuvo mejor suerte. La logia de Karlstad tomó la resolución de derribarlo solamente y lo ejecutó. El rey era masón también.
En Rusia, fué asesinado Pablo I, masón que, conociendo el peligro de la hermandad, la prohibió estrictamente. Igual suerte y por igual motivo tuvo su hijo Alejandro I, asesinado en Taganrog, 1825. Los asesinos eran en su totalidad masones («Los grandes crímenes de la Masonería», Trad.)
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En Francia se le atribuyen la muerte de Luis XVI. «El Card. Mathieu, Arzob. de Besançon, y Mons. Bessan, Ob. de Nimes, han referido en cartas conocidas de todo el mundo, las revelaciones que les han sido hechas sobre la resolución tomada en 1787 , por el convento de Wilhemsbad, de asesinar a Luis XVI y al rey de Suecia. Esas revelaciones les habían sido hechas por dos miembros de ese convento… El asesinato del duque de Berry… el del gran patriota y ardiente católico de Lucerna, Suiza, Lew…, han sido resueltos y ejecutados por sectarios…»
En Austria, el famoso crimen de Sarajevo, ocasión de la Gran Guerra, fue decretado, anunciado con anticipación y ejecutado a su tiempo por la Masonería. Un suizo, alto dignatario masónico , se expresó en el año 1912, sobre este hecho, de la siguiente manera: El heredero es un personaje de mucho talento, LÁSTIMA QUE ESTE CONDENADO; MORIRÁ EN EL CAMINO DEL TRONO. Madame de Tebes aunució su muerte ls dos años que la precediern. Los principles culpables eran en su totalidad masones. «Todo esto, dice Wichtl, no es suposición, sino hechos judicialmente comprobados que se silencian intencionalmente».
Al emperador Francisco José también se le quiso asesinar; pero se frustró el intento. El hechor fue rl H.´. Guillermo Oberdank, en cuyo honor los masones de Udine y Trieste han fundado una nueva logia con su nombre. El fin de Maximiliano, su hermano emperador de Méjico, es conocido de todos. Había sido sentenciado a muerte por un tribunal revolucionrio en 1867. después de su ejecución asumió la presidencia Juárez, alto dignatario masón.
En Alemania fueron asesinados el mariscal Echhorn y su ayudanter, el capitán Von Dressler, el 30 de julio de 1918. el día antes el diario masónico de París, Le Matin, escribía que una «sociedad secreta patriótica» había ofrecido un subido premio por la cabeza de Echhorn. Ya se puede suponer qué clase de sociedad suministrarìa a Le Matin la noticia.
En Italia fue asesinado Humberto I por el anarquista Pressi, masón, de una logia de Paterson, en Nueva Jersey, Estados Unidos, aún cuando él mismo no había estado en América. Así se ponía en práctica la explicación que en ciertos grados daban los carbonarios a la inscripción de la cruz: I N R I: iustum necare reges Italiae; es justo asesinar a los reyes de Italia.
El 26 de marzo de 1855 cayó asesinado en Parma el duque Carlos III; el asesino Antonio Carra, había sido escogido y estimulado por Lemmi el día antes en reunión secreta presidida por Lemmi, que fué más tarde Soberano Gran Maestre de la Masonería Italiana y mundial, según parece. Un tal Lippo había confeccionado un maniquí para enseñar a dar los golpes de puñal más terribles y el ejecutor fue sorteado.
El 22 de mayo murió Fernando II de Nápoles; se le dió en una rebanada de melón un veneno que le ocasionó una muerte horriblemente dolorosa. El autor de este regicidio fue un francmasón afiliado a una de las ramas más criminales de la secta, la llamada de los »Sublimes Maestros Perfectos». Era discípulo de Mazzini y una de las personas más respetables de la corte. Margiotta no se atreve a dar su nombre (Marg., A.L., 21-34). En este autor se pueden leer innumerables crímenes más cometidos por la masonería en Italia.
En Portugal fue asesinado el rey Carlos y su hijo Luis. Los masones prepararon la caída de la monarquía. El Ven. H. Magalhaes da Lima fué a París, en diciembre de 1907, donde el H, Moses, miembro del Consejo de la Gr. Log. lo recibió solemnemente. Magalhaes dio conferencias en las que anunciaba «el hundimiento de la monarquía en Portugal, la próxima constítución de la República». El conocido adversario de Ia Masonería Abbé Tourmentin, escribía entonces que los masones estabanpreparando manifiestamente un golpe contra la casa real portuguesa, expresando el temor de que dentro de poco se arrojaría o se asesinarìa al rey Carlos. Diez semanas después se cumplían sus temores y Tourmentin inculpaba pública y francamente a los masones de ese asesinato, estos han preferido el silencio.
En América. Se puede leer en Eckert algunos detalles de la persecución y del asesinato de que fué víctima Morgan, en Estados Unidos, por querer publicar un libro para revelar los secretos de la Masonería y la destrucción de la imprenta y persecución del impresor, y otros odiosos crímenes que sucedieron a ese asesinato, y la indignación pública que hubo al saberse todo el favor que las autoridades, masones, por lo general, prestaron a los asesinos y el favor con que las logias los miraron ( Eckert, II, 201 y sigs).
Es sabido también el asesinato del Presidente del Ecuador, García Moreno. Cuando se trató en nuestra Cámara de diputados de este crimen masónico, uno de los defensores de la Orden opuso por único testimonio la declaración de uno de los asesinos: «Yo lo afirmo y se me debe creer». Ved cómo describe Nocedal, en su famoso discurso ya citado, la responsabilidad de la masonería en ese crimen. Después de narrar que García Moreno había librado a su patria de la anarquía y barbarie y de las garras de las logias, y que éstas publicaron contra él horribles calumnias en Europa y América, continúa:
«Mas, como el pueblo agradecido le amaba y aborrecía a sus calumniadores, dos veces decretaron las logias inútilmente su muerte; de los tres atentados hubo anuncios más o menos velados en los periódicos masónicos y judíos de Europa, y de uno de ellos, en que sólo podía librarle y le libro un suceso inesperado y providencial, dieron noticia los periódicos de Nueva Granada, cuando creyeron que ya se habia consumado el crimen, contando como sucedidos todos los pormenores que se habían combinado y dispuesto. La tercera vez fué condenado a moriri por los Altos Poderes Masónicos, que entonces residían en Alemania. L¨Independence Bélge anunció un día con admirable precisión que, a los tres o cuatro meses, pasarían en el Ecuador cosas de que en el mundo entero hablaría. Por toda Europa corría la noticia del decreto de las Logias. En el Ecuador no se hablaba de otra cosa, meses antes del suceso, y se sabía en qué Legación traidora y pérfida se juntaban los asesinos, y se sspechaban sus nombres, aunque no era posible dar pruebas ni aun tener entera certidumbre de que ellos fuesen los sicarios elegidos y pagados por las logias. El mismo García Moreno escribió a Pío IX, despidiéndose hasta el cielo, sabedor de que las logias americanas iban a asesinarle a incitación de las alemanas. El hombre que había librado al Ecuador de la maldad de los masones, no tenía medio de detener el puñal que para él se afilaba traidoramente en las sombras, ni aun de saber por dónde había de caer sobre su pecho. El día antes de su muerte le avisaron que el crimen se iba ya a cometer, que tomase precauciones, que se rodease de guardia, y él respondió: -¿Y quién me libra de los guardas, si son ellos los comprados para herirme? Cuando por escrito o de palabra le avisaban de nuevos indicios o señales de que el decreto de las logias se iba a cumplir, que tomase precauciones, contestaba: «Una sola puedo tomar, y ya la he tomado, que es encomendarme a Dios y prepararme a morir cristianamente». Y, en efecto un día en que comugó por la mañana, disponiéndose a morir, al salir por la tarde de adorar a Jesús Sacramentado en la catedral, cayó herido por la espalda con un machete y acribillado a balazos por los sicarios de las Logias. El miserable que primero le hirió a traición, rugió al verle caer: -¡Muere, verdugo de la libertad!, esto es, de la libertad de la maldad y del crimen. Y el vengador y mártir del derecho cristiano cayó exclamando: ¡Dios no muere!» (La Igles. y la Mason., 163-164).
Sería interminable si quisiera recordar todos aquellos asesinatos de que la historia hace culpable a la Masonería, si bien no podré menos de hacerlo con algunos otros, en citas de las cuales no puedo prescindir, por el interés que ellas encierran para el lector.
Pero fuera de lo que se sabe con alguna certeza o consta judicialmente, ¡cuántas otras muertes misteriosas, inesperadas e inexplicables hay que se atribuye a la Masonería, como a su única explicación posible! Aquí mismo en Iquique, he oído de uno o dos casos, que infundían sospechas, por los oportunos que habían sido para la honra de algunos hermanos.
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97. – Intentos de asesinato frustrados
Ya he citado antes el atentado contra Francisco José, de Austria, y los dos de que escapó García Moreno.
El 14 de enero de 1858, en las puertas de la Opera de París estallaron tres bombas fulminantes que mataron a ocho personas e hirieron a ciento cincuenta y seis. Era la ejecución del plan para matar a Napoleón III, plan cuyos jefes erais Mazzini y Ledru-Rollin y que había sido concertado en Londres desde 1857.
He dicho que Fernando II de Nápoles murió envenenado; pero este infortunado rey ya había sido objeto de un atentado criminal, para cuyo autor se había ofrecido el premio de 100.000 ducados. El H. Crispi aprobó públicamente el acto de Milano, el criminal y Garibaldi hizo dar una pensión por cuenta del fisco a su madre.
A la masonería inglesa se le atribuye el atentado criminal del Ministro inglés Findlay, en Cristianía (Noruega) contra el jefe irlandés Sir Roger Caserment. El plan fué denunciado a tiempo por el fiel sirviente de Caserment; pero al Ministro, desenmascarado, no le sucedió lo más mínimo. lgualmente, se estableció en un proceso seguido en Turquía contra los conspiradores armenios que intentaron asesinar al Ministro del Interior, Talaat Bey, que Lord Kitchener había ofrecido 20.000 libras esterlinas por su cabeza; lo que no ha impedido que Lord Kitchener haya sido festejado como masón modelo por los ingleses (Wicht., p. 17.19).
El intento de asesinato del Rey de España, don Alfonso XIII, el día de su casamiento milagrosamente frustrado, tuvo por autor a un miembro de la Escuela Moderna, centro anarquista de Barcelona, cuyo Director era Ferrer. Pues bien, Ferrer desempeñaba un gran papel en la Masonería. Después de haber sido profesor de España en los Cursos Comerciales del Gran Oriente, en París, y miembro de la logia »Les Vrais Experts» y del capítulo «Les Amis Bienfaisants» mantenía en España la más estrechas relaciones, en nombre de la Gran Logia Regional de Cataluña, con el Gran Oriente de Francia.. En el Convento del Gran Oriente se han afirmado los proyectos dle establecimiento de una república española y la Gran Logia de Cataluña tiene por programa político la ruina de la monarquía española. ¿Ha tenido parte la Masonería en aquel conato de crimen? El lector podrá juzgarlo y sabrá por qué se formó tanto ruido en el mundo por el proceso Ferrer .
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98. – Matanzas, ejecuciones sumarias y saqueos
Sería necesario leer la descripción de Taine, librepensador, para tener idea de lo que pasó en Francia cuando dominaron los masones en 1789 y tres años siguientes: Cuenta más de 150.000 fugitivos y desterrados; 10.000 personas muertas sin ser juzgadas en la sola provincia de Anjou; 500.000 muertos en la sola provincia del Oeste. En 1796, el general Hoche escribía al Ministro del Interior: »No hay sino un hombre por veinte de la población de 1789″. Ha habido hasta 400.000 detenidos a la vez, en las prisiones. Más de un millón doscientos mil particulares han sufrido en sus personas; varios millones, todos los que poseían algo, han sufrido en sus bienes. (Taine, cit. por Benoit, F. M., II, 268, nota).
Si la Iglesia Católica, a quien se atribuye falsamente la de San Bartolomé, la revocación del Edicto de Nantes, y a quien se echa en cara la prisión de Galileo en un palacio que tenía por cárcel, hubiera hecho una centésima parte siquiera de lo que se hizo en esos cuatro años de furor masónico, ¡cómo estaría aún resonando toda la tierra de las imprecaciones y y condenaciones del género humano! Pero lo ha hecho la Masonería, y eso ¡no es más que el fruto de una santa exaltación!
¿Qué pasó en Italia cuando las fuerzas organizadas por la Masonería se dejaron caer sobre Nápoles? Se han visto sacrificios Ihumanos de 40 o de 50 prisioneros a la vez. En Montecoglioso, de 87 prisioneros, 47 fueron pasados por las armas; en Montefiacone, fueron degollados 50 hombres que se habían refugiado en la casa de Dios. En Moutecoglioso, un oficial hizo encerrar en una choza diez o doce labradores que no le habían dado buenas indicaciones sobre la marcha de los que defendían a su rey y los quemó en presencia de sus familias. En el tiempo de Garibaldi, poblaciones enteras han asistido a las matanzas de Ariano, de Trasso, de Paduli, de Montemileto, de Terrecuso, de Panepisi, de Sant-Antino, de Castelacio, de Castelsarraceno, de Carbone, de Lutronico, asilos pacíficos de la agricultura y de la industria..
Según las cifras oficiales, comunicadas por el Ministerio del Interior de Turín, sin duda muy inferiores a la realidad y referidad por el «Postafoglia Maltese», habría 30.000 italianos mendigando el pan en tierra extranjera; 80.00 privados de su posición y reducidos a la miseria en el interior; fusilados o caídos en las matanzas más de 18.000.
Los napolitanos reducidos a prisión en un solo año pasarían de 13.000 (Memorias sobre la Revol. y los acontecimientos de Italia (Benoit, L. M., II, 371-372).
En cuanto al furor criminal de la Masonería en España, prefíero trasladar aquí una página del discurso de don Ramón Nocedal, ya citado. Después de recordar el asesinato de general Prim, masón, asesinato que por el misterio impenetrable que le rodeó fue atribuido a la Masonería y nadie demandó la calumnia a los periódicos que publicaron esa sospecha, y de dejar a un lado el testimonio de Leo Taxil, dice: «Está bien, señor Morayta; pero yo voy a citar otro testirnonio y otro libro que nadie puede recusar, que no hay más remedio que admitir, y es el testimonio y el libro de la historia ¿Me quiere decir el señor Morayta quiénes fueron los que en 1814 tramaron el plan de asesinar al general Elío, en Valencia, y en Sevilla, al conde de la Bísbal, después, ciego servidor de las Logias, suplantando dos reales órdenes y falsifícando la firma del Ministro, para que fuesen arrestados y ajusticiados por traidores, como estuvo a punto de suceder? ¿Podrá el señor Morayta decirme quién asesinó por la espalda, en una encrucijada, cerca de Villarana, el año 1823, al Ven. Obispo de Vich, Fr, Raimundo Struch , traductor del libro de abate Barruel contra el masonismo jacobino, y al pobre lego que lo acompañaba ? ¿A quién cargamos en cuenta, señor Morayta, la sangre de los 24 vecinos de Manresa, venerables ancianos, sabios y virtuosos religiosos, honrados comerciantes, asesinados el año 1822 en la emboscada de los tres roures, y la de tantas otras inocentes víctimas llevadas alevosamente al matadero en la célebre tartana de Rotten? ¿Quién empujó en 1823, al gobernador de la Coruña a sacar del castillo de San Antón a cincuenta y un presos, en las tinieblas de la noche, y a meterlos maniatados en un barco, y a arrojarlos al mar a bayonetazos, y destrozar con los remos los cráneos de los que sobrenadaban? ¿Quién hizo y quién envió, el año 1829, aquel pliego y máquina infernal que el general Eguía abrió, por precaución, metiéndolo debajo de la mesa, con que libró la vida, pero perdió una mano? ¿Quién mandaba y pagaba a los setecientos soldados y oficiales que en la Puerta del Sol, de Madrid, asesinaron al general Canterac, solo y sin defensa, en 1835? ¿Quién envió a Hortaleza la gavilla de forajidos que asesinaron a puñaladas a Quesada, cuando iba huyendo indefenso y solo? ¿Quién arrojó aquel mismo año sobre la ciudad de Barcelona y Atarazanas a las turbas feroces y salvajes que despedazaban en sus calabozos al coronel O´Donell y a ciento y tantos prisioneros más? Quién asesinó a Fulgocio? ¿Quién armó a los asesinos que, en 1844, dispararon sobre el coche del general Narváez, que por maravilla salió ileso, y asesinaron a su ayudante Basseti?, ¿Quién alcanzó la completa e increíble impunidad del regicida La Riva, en 1847? ¿Quién puso en las manos del cura Merino, porque le cupo en suerte, el puñal con que hirió a Isabel II? ¿Quién impulsó a otro infeliz sectario a levantarse la tapa de los sesos por no cometer el regicidio que también le cupo en suerte, en 1867, en un conciliábulo de Valladolid? Y no hablo de innumerables asesinatos jurídicos, no hablo de la sangre derramada en innumerables pronunciamientos y motines amañados por la Masonería; no hablo de los pueblos pasados a cuchillo y destruídos en honra y gloria de la Masonería por el masón Mina en Cataluña ni de asesinatos como los que cometió la gente de Zurbano en Victoria, ni de las horribles matanzas de enemigos ya rendidos, de ciudadanos indefensos y de inocentes niñosmandados por el Coronel González y el Empecinado, en Extremadura. Pero ¿cómo han de caber en un párrafo de un discurso ni aun los asesinatos cometidos en España por la Masonería con todas las formas y condiciones del delito común de asesinato?..
«!Ah, señor Morayta, jefe Supremo del Gran Oriente Español! ¿Quién cantaba por las calles de Madrid, delante de los conventos, dos o tres noches antes del 17 de julio de 1831, aquella horrible copla que empezaba: Muera Cristo, viva Luzbel? ¿Quién hizo cundir la voz de que los frailes habían envenenado las aguas? ¿Quién lanzó sobre el Colegio Imperial, Santo Tomás, San Francisco el Grande, la Merced, el Carmen Descalzo, Atocha, a aquellas hienas sin entrañas que, impune y descansadamente, asesinaron, despedazaron y mutilaron a los religiosos ? ¿Quién retuvo a las tropas en los cuarteles hasta que los asesinos se hartaron de matanza? ¿Quién ató las manos del regimiento acuartelado en San Francisco para que no socorriese a los frailes y se las desato para rechazar los empellones a los que iban a guarecerse en el cuartel? ¿Quién robó en la Comisaría de los Santos Lugares el medio millón con que se pagó a los asesinos? Todo Madrid sabía dónde se había fraguado el crimen; el presidente del Consejo de Ministros , al defenderse como pudo de la apatía de las autoridades, también dejó aclarado, de su puño y letra, y nadie ha osado desmentirle, que aquella espantosa y sacrílega hecatombe fue obra de las sociedades secretas» (La Iglesia y la Masonería, págs. 160-165).
El que quiera imponerse más detalladamente de esas matanzas, puede leer a Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, Esp., III, p.589 y sigs.
En 1871, cuando las matanzas e incendios de los comunistas en París, aquella monstruosa Comuna, que destuyó monumentos respetados por las balas enemigas y que hizo morir a bala o quemados con petróleo los soldados patriotas que habían escapado con vida en la guerra, esa Comuna que asesinó a los rehenes mismos, fue solemnemente aprobada, felicitada y aplaudida por diez mil francmasones, que organizaron con ese fin la más odiosa manifestación (Rosset, La F.M., 193).
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De las sediciones dice Dom Benoit, que todas las que ha habido desde 1789, si se exceptúa tal vez tres o cuatro, son obra de la Masonería.
Edmonf About, redactor de la Opinión Nacional, ha escrito en ella que desde 1728 hasta 1789 no ha hecho otra cosa que conspirar (Rosset, La F. M., p.67).
Sería demasiado largo entrar a detallar el modo de obrar que se ha seguido, primero con las órdenes dadas en las logias, después con la conquista de soldados o policía y levantamiento de las turbas, para producir el movimiento. Puede verse en el autor citado, Benoit (F.M,, II, 372-388).. Es interesante la narración de la revolución de Parma, hecha por Carletti, encargado de ejecutarla. Parece una comedia.
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Una vez en el poder, la Masonería ha sido implacable para manejar las fuerzas nacionales en provecho de sus planes. La historia no dice que, dueña del poder en Francia, el año 1792, en pocos meses y aún en pocos dìas declaró la guerra a Austria, a Holanda, a Inglaterra, a Italia y a España, y no cesó en trastornar la Europa hasta establecer un nuevo orden de cosas en conformidad a sus aspiraciones. En Crétineaux-Joli , en Margiotta, etc., puede leerse toda la intervención que tuvieron no sólo las logias italianas, sino aun la de Estados Unidos, de Inglaterra y de Francia en las guerras de Italia, para despojar al Papa y a otros soberanos legítimos de sus Estados y para falsificar la voluntad popular, y en la guerra de Crimea que costó tantas vidas.
¿Por qué se han formado tantas coaliciones contra Austria? ¿Por qué vinieron los desastres de Francia en 1870? ¿Por qué se formó el gran imperio protestante alemán? ¿Por qué Napoleón I encontraba tantos amigos y auxiliares en sus campañas por toda Europa? «Los gobiernos de este siglo, decía en 1876 Disraeli, primer Ministro de Gran Bretaña, los gobiernos de este siglo no tienen que hacer solamente con los gobiernos, con los emperadores o los reyes y ministros, sino aun con las sociedades secretas, que en el último momento pueden dejar en nada los arreglos, que tienen agentes en todas partyes, agentes sin escrúpulos, que empujan al asesinato y pueden, si es menester, ocasionar una matanza» (Discurso en Aglesbury el 20 de Sep. Benoit, F.M., I, 390-391).
Ya antes, al hablar de la Masonería y de la Política, se ha esbozado la parte que tuvo la Masonería en todas las revoluciones francesas durante el siglo pasado. Sería interminable seguirla paso a paso a través de Europa, y de América. Hablando de Europa, dice el célebre historiador librepensador Taine: «Habiendo devorado a Francia, la banda emprender devorar a Europa, hoja por hoja, como una cabeza de alcachofa. Pero, ¿para qué contar la tragicomedia que representan y hacen representar en el extranjero? Es una repetición en el extrajero de la pieza que representan en París, una traducción improvisada y ridícula en flamenco, en holandés, en alemán, en itallano, una adaptación local, tal cual, con variantes, recortes, abreviaciones, pero siempre con el final, que es una granizada de sablazos y de culatazos sobre todos los propietarios, comunidades y particulares, para obligarlos a entregar la bolsa y todos los objetos de algún valor: lo hacen hasta quedar en camisa y sin un centavo» (Benoit, F. M., II, 392) En electo, las logias de París, sobre todo la de la Propaganda, habían organizado sucursales en Bélgica, en Holanda, en Alemania, en Suiza, en Italia, y hasta en Austria. Zimmerman se gloriaba de haber establecido con el nombre de sociedades literarias o con otros títulos análogos, más de cien de estas logias o de estos clubs. Los miembros recibían la dirección de París, se dedicaban a crear partidarios del «régimen vigente en Francia» y a paralizar la resistencia nacional, »Vuestro país está enteramente minado», decía Bonaparte a los oficiales italianos que acababan de firmar con él el armisticio de Cherasco. «He encontrado en Génova una suma de 700.000 francos en efectivo, consignada por revolucionarios ocultos, lombardos y piamonteses, para favorecer los progresos del ejército francés» (Cit. por Benoit, F. B., I, p. 395) . «Desde 1821 todas las tentativas y agitaciones revolucionarias de que fué teatro Italia han sido, según Walter, obra de la Francmasonería» (Espasa).
Para muestra creo que basta. El que desee conocer más sobre esta repugnante actitud, tendrá mucho con que entretenerse en las obras citadas.
Allí pueden verse también las pruebas de que la Masonería no sólo presidió, sino que preparó y decretó de antemano la época del Terror, la que en el curso de los siglos, entre todas las que han sido de terror, ha merecido por excelencia ese nombre (Benoit, F. M., II, 397-403).
Eckert, en su obra tantas veces citada, se propone probar que todas las revoluciones en la vida religiosa, política y social de nuestra época han sido preparadas, maduradas y dirigidas en y por la Masonería. Y eso lo demuestra: por la historía de la Orden; por la confesiones más categóricas de la Orden, llegadas en parte a la publicidad; por los acontecimientos últimos de su tiempo en Sajonia y fuera de ella, y finalmente, por la crítica, de la razón,
En The Cause pueden leerse algunos capítulos relativos a las últimas revoluciones europeas, siempre con el mismo sello y características de crueldad y de persecución religiosa y de favor a los judíos o de dirección por parte de ellos.
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101. – Pureza y honestidad masónicas
Nadie negará que la pureza de afectos, de pensamientos y de obras sensuales desordenadas, es u no de los puntos más delicados de la moral cristiana, y de tal modo importante, que aun los los mismos enemigos de la Iglesia, si son sinceros, admiran su doctrina sobre aquellas virtudes, y si no lo son, hipócritamente buscan como acusarla de no guardarla con perfección. Es, pues, una piedra de toque de la perfección de la moral que se profesa. Veamos cuál es la moral masónica sobre este punto. Pero, por lo mismo que es tan delicado, procuraré tocarlo lo más superficialmente que se pueda, remitiendo a los que tengan un interés legítimo mayor a las obras citadas, que suministran muchos datos y documentos.
Hay principios masónicos que necesariamente deben conducir a mayor licencia de costumbres a los que los profesan y sienten su influencia, aun cuando sea inconscientemente. Tales son: La libertad masónica, es decir la independencia de toda sujeción, de tal modo que cada cual sea su Dios, su rey y su papa, el adorado y el adorador a la vez. Cuando no se reconoce ley alguna superior, falta un freno poderoso que contribuya a sujetar las malas inclinaciones.
De ahí viene como consecuencia muy natural la enseñanza de que el decálogo, o sea los diez mandamientos que todos conocemos, no obliga a los masones. Expresamente lo dice «The Encyclopedia of Freemasonry»: «No son obligatorios (los diez mandamientos) para un masón como masón, porque la institución es tolerante y cosmopolita.. » ( Preuss, A. F., 295-296).
Además, el materialismo que actualmente se profesa en casi toda la Masonería, no permite obligaciones morales. La materia no es libre, no es responsable.
Es doctrina masónica también, proclamada por los doctores como Mackey, que «la mujer es esencialmente incapaz de verdadera moralidad; ¡lejos de ella las cadenas del error y de la ignorancia cristiana y de Moisés!» «El masón no debe luchar contra sus propios instintos». Son enseñanzas de A. Pike, generalísimo que fué de toda la Orden ( Preuss, A. F., 303).
Por otra parte, y en conformidad con los mismos principios, se dice que el hombre difícilmente tiene una moral superior a la de los brutos. »El hombre, dice Mackey, gran doctor de la Orden, no tiene falta o vicio que alguna bestia no los tenga; y por tanto, en sus vicios no es más que una bestia de orden superior, y difícilmente tiene alguna excelencia moral, tal vez ninguna que algún animal no la tenga en elmismo grado y aun más excelente, como la generosidad, la fidelidad y magnanimidad». (Morals and Dogma, 857. Preuss, A. F., 305).
El mismo autor enseña, siempre en conformidad con las doctrinas filosóficas de la Orden, que el hombre es un animal que ha recibido un rayo de la divinidad, que hace las veces de alma. ¡Si será capaz de pecado el rayo de la divinidad o el simple animal!
De tales principios proviene todo un culto de lo que en lenguaje cristiano suele llamarse la carne, a tal punto, que según los doctores masones más estudiosos, todo en las logias, todos los símbolos tienen un sentido que tiende al honor de la carne, de conformidad con los ritos paganos: escuadras y compás; columnas del templo; árbol del medio y sala del medio, el círculo con el punto en el medio, el culto mismo dado al sol, culto puramente simbólico, todo, digo, va encaminado a honrar las facultades generativas del hombre. La misma letra G, que los ingleses tal vez se imaginan que es la inicial de God, Dios, no es más que la inicial de la Generación. (A veces le dan también el sentido de Geometría). La misma palabra God, si alguna vez la usan con todas sus letras, no es más que la resultante de las iniciales de tres palabras que representan ideas relativas al mismo objeto de culto pagano (Preuss, A. F., 410). (Ver tarnbién el cap. Amer. Freem. and Paganism, entre otros).
Los mandamientos de la moral masónica, al hablar de la castidad, mandan respetar la mujer o la hija del hermano; de las demás no se preocupan (Preuss, A. F., 302). »En cuanto a pureza, dice Ragon, la Masonería no reconoce sino la limpieza física. No hay otra mancha para el hombre que el desaseo corporal»: (Cit. por Mrg. Rosset, la F. Mas., p.176).
En la Masonería de adopción, como llaman a la Masonería de las mujeres, bajo símbolos o leyendas, se les enseña el vicio más nefasto y dañoso para la humanidad, el amor de la poligamia, el amor libre y a practicar la beneficencia masónica, con los hermanos o amigos. Los lectores me excusarán de no dar más detalles sobre esta materia y de no decir lo que se practica en grados más altos aún
Lo dicho basta para tener alguna idea de la moral masónica, que es todo el reverso de la moral cristiana, y aún de lo que podríamos llamar la moral natural, que nunca autorizará el sistema de la mentira, de la violencia y de la licencia de costumbres.
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No había querido tocar este punto, pero como suele ser el más tenido en cuenta por los que dominan las opiniones sociales, cuando se juzga de la moralidad y corrección de los hombres, me es necesario hacerlo, aunque sea brevísimamente.
Repito la advertencía ya muchas veces hecha: No me refiero sino en general a las personas de los masones y sólo de aquellos que viven masónicamente. Sería injusto si pensara siquiera que tantos y tantos masones, que conozco, en los cuales no han penetrado las doctrinas masónicas, y que las ignoran casi por completo, fueran a manchar su honradez con actos incorrectos; como sería injusto quien atribuyera a la doctrina católica los robos y escándalos que cometen los católicos que no viven corno tales, que no conocen, o al menos no practican, las doctrinas que profesan.
Es la advertencia que ya hacía León XlII, de un modo general, y que encuentro repetida en la Pastoral del Rvmo Señor Arzobispo de Caracas, ya citada: «Cuanto hemos dicho y diremos ha de entenderse de la secta masónica en sí misma, pero no de cada uno de sus secuaces. Puede haberlos, en efecto, y no pocos, que si bien no dejen de tener culpa por haberse comprometido con semejantes sociedades, con todo, no participen por sí mismos de sus crímenes e ignoren sus últimos intentos».
Desde luego, hay que notar en la Masonería el ningún respeto por la propiedad de la Iglesia y el plan sistemático de apoderarse de sus bienes, como lo ha hecho en las varias naciones que ha dominado: Francia, Italia, Méjico, Portugal, España, etc., y como se ve que piensan hacerlo aquí mismo mandando hacer la estadística de sus propiedades. Ya se sabe que en Francia, cuando se hizo la confiscación de los bienes de la iglesia, se dijo al pueblo que eso iba a ser para dedicarlo a sus necesidades, y es notorio también a qué escándalo dio lugar su liquidación. Esa explicación de los biwenes que los pueblos cristianos han mirado como sagrados basta por sí sola como lección objetiva muy elocuente para quitar el temor al robo; ¡pero ojalá fuera eso sólo!
Comentando una circular del Gran Oriente de Francia a las logias de su obediencia, en que se les habla de la prudencia, de la »obra grande y bienhechora de la Masonería», Copin-Albancelli hace esta observación, que viene a propósito: «La Masonería miente. Trata de hacer creer que su obra es «grande y bienhechora», que las ideas a las cuales se consagra son «nobles y puras». Pero los hechos la desmienten; porque hay miembros conspicuos de la congregación masónica que se llaman Wilson; Mayer, antiguo director estafador de la Linterna; Geyer, perceptor, en quiebra de caja; Tomás, el desvalijador de las Iglesias; hay otros en gran número que se cuentan entre los panamistas, los sudisaas, los humbertistas, los defraudadore del sur, los falsificadores de toda especie y los coimeros de toda suerte. Es cosa extraordinaria que una doctrina tan «noble y pura» produzca tales frutos y en tan gran número» (Copin, P. O., p. 9)
Los robos y escándalos de Adriano Lemmi, Supremo Gran Pontífice de la Masonería italiana, han sido públicos, especialmente los fraudes de la provisión de tabacos, de los cuales ya se ha hecho mención, y otros muchos en que anduvo Crispi, Sciarra, Carducci, el poeta de Satanás, etc. Los narra Margiotta, en su obra «Adriano Lemmi».
¡Ojalá la Masonería entre nosotros pudiera levantar la frente siempre pura y limpia de esa mancha que se ha echado encima en otras naciones! ¡Ojalá sólo la Iglesia tuviera que temer de las doctrinas que quitan todo temor de Dios y que le enseñan al hombre a no combatir ninguna de sus inclinaciones!
Como apéndice a este capítulo, transcribiré los siguientes datos sobre la formación de una Logia, que me escribe un amigo en cuya veracidad tengo absoluta confianza:
«He tenido ocasión de sorprender en su primera reunión a los fundadores de una logia aquí en el norte. El H.’. fundador, era antiguo meritorio militar, decrépito ya; el Secretario, a quien sorprendimos con el maletín de la documentación en la mano, un Visitador de Escuelas que tuvo que salir…, los profesores jóvenes podrían contar el por qué; otro de los fundadores, un militar, tal vez el más envuelto en el pavoroso proceso de hace pocos años, y ha quedado fuera del Ejército porque no hacía honor al uniforme; un Director de Correos, que era una mediana y que tuvo que optar por ocultar las insignias masónicas que ostentaba sobre su abultado abdomen como dije de cadena; un director de establecimiento de enseñanza y municipal, que era el tony de las sesiones; otro municipal fatuo e ignorante; un profesor que, por desgracia, lo es todavía, de una inmoralidad públicamente escandalosa dentro y fuera de su hogar; cuatro jovenzuelos sin vergüenza, sin educación y sin ley ni Dios, de patriotismo dudoso; un empleado fiscal henchido de orgullo, elevado de la nada, hereje empedernido y envuelto en ruidosos procesos. . . Tales eran las lumbreras que pretendían difundir la luz, la ciencia y la filantropía en aquella ciudad».
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CAPITULO VI
LA MASONERIA Y SU IDEAL DE BENEFICIENCIA
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103. Generosidad tan oculta que poco se ve
¿A quién no se le ha dicha muchas veces que la Masonería es únicamente una sociedad de beneficencia? ¡Cuántos se habrán imaginado al oírlo que, fuera del socorro mutuo que promete a los adeherentes, la Masonería se ocupa únicamente del socorro de los necesitados con las grandes sumas que reúne! Desgraciadamente la Masonería usa tanto, tanto el misterio que a pesar de que muchos otros secretos se llegan a traslucir por las obras que ejecutan los hermanos, de su beneficencia muy poco, por no decir nada, se trasluce ordinariamente. No digo que bajo sus auspicios no se hagan obras de beneficencia o de filantropía, como les gusta llamarla. Las hacen y a veces grandes; pero no con el dinero de la Orden o hermandad, sino con el que colectan en fiestas, rifas o loterías, etc.
No voy tampco a negar la generosidad individual de muchos adeptos; pues hay personas que son naturalmente inclinadas a dar y lo harían siendo o no siendo masones. Pero en Iquique, donde la Masonería está floreciente, con sus cuatro o cinco logias, donde ha reinado durante tanto tiempo, realmente su beneficencia es mucho más misteriosa y secreta que sus conspiraciones contra la Iglesia o sus trabajos políticos, que por algo salen a luz.
Y lo curioso es que lo que me pasa a rrií les pasa y les ha pasado a todos los que han puesto alguna atención a las cosas de la Masonería. Ved lo que decía Eckert de su tiempo: «Se dice que la beneficencia es el fin de la Masonería. Pero en ninguna parte se comprueba esa beneficencia, que sería el sello dlistintivo de la Orden. ¿Dónde están, sus larguezas y actos de generosidad en vasta escala? Jamás se ha visto nada sino cosa muy modesta. Además, estos actos de beneficencia, por mínimos que sean, no han sido sino locales, de ningún modo universales» (La F. M., I, p.121).
Preuss, por su parte, después de un largo estudio de la doctrina masónica tal cual la expone Mackey, llega más o menos a la misma conclusión: «Su caridad, dice, es para el pobre Hermano.. que ha caído en pobreza o desgracia y para ninguno más. Si el hermano ha caído en pobreza, no estaba en esa condición al ser recibido. La prosperidad, o al menos el bienestar mudado en pobreza, la fuerza de vigorosa humanidad minada por la edad y necesitada, y esto solamente dentro de los límites de la Ordlen, que rigurosamente excluye de sus filas a las clases necesitadas, ése es el propio campo de la caridad masónica; si algún campo más estrecho de caridad puede encontrarse, señálese». (Preuss, A. M., 340).
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104. – Generosidad espiritual bien mezquina también
Y corno el Doctor masón había dicho que la principal beneficencia consiste en los beneficios intelectuales de la Orden, enseñando «la verdad de Ojos y del alma»; en «quebrantar las cadenas del error y de la ignorancia que antes han tenido al candidato en el cautiverio moral e intelectual, etc., el autor citado hace ver que, dado el secreto que usan las logias con extraños y con los propios hermanos de grados inferiores, esa benevolencia o beneficencia es la más mezquina que puede darse, ante una necesidad tan universal de la luz masónica de la Masonería tiene que suponer.
Por otra parte, lo que ya se ha dicho hasta aquí y lo que ve todo el que quiere abrir los ojos, la conducta bárbaramente cruel de la Masonería para con sus enemigos, hace pensar que la sonada beneficencia masónica ha de seguir el mismo estilo de las demás afirmaciones que hasta ahora se han estudiado. Cualquiera puede preguntarse: ¿Dónde están las obras de beneficencia masónica? ¿Quién las ha visto?
Fuera de la Masonería inglesa, que tiene algunas obras de beneficencia, con el auxilio de unos pocos HH.. ricos, es difícil, si no imposible, divisarles en otra parte.
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CAPITULO VII
LA MASONERIA Y SU IDEAL DE CIENCIA Y PROGRESO
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105. – Lo que es la ciencia masónica
El odio que la Masonería muestra en sus obras contra la Iglesia lo suele fundar en su amor a la ciencia y al progreso, que, según ella, encuentran en la Iglesia Católica su mayor estorbo.¿Hay sinceridad y verdad en eso?
Por lo que toca a la Ciencia, no se ha visto aún el auge que ha recibido de la Masonería. No niego que haya algunos sabios masones; pero no son sabios por ser masones o por haber adquirido su ciencia mediante su adhesión y sus trabajos masónicos. Y la razón es manifiesta: En las logias no se hacen estudios científicos: se trata de religión, de política y de lo que directa o indirectamente puede tener atingencia con esos objetos. Se dan conferencias con pretensiones de científicas; pero siempre con la idea de llegar a prevenir los ánimos contra la Iglesia o contra la religión revelada. Yo mismo he tenido ocasión de ver algunos de esos trabajos: se repiten en ellos ideas pasadas de moda; se vuelven a calentar objeciones mil veces deshechas contra la Iglesia; se mantienen teorías ya repudiadas por los sabios, como la del darwinismo, de la generación espontánea, etc., y con ellas se alimenta la credulidad prestada al magisterio de la Masonería, por los adeptos que han renegado del magisterio infalible de la Iglesia.
Copin-Albancelli, estudiando la organización de la Masonería, a la cual perteneció, y su inmensa obra dlestructora; ante la observaciones de que la Masonería se componía de seres inferiores (son sus palabras), incapaces de concebir y de preparar las inmensas destrucciones que se habían realizado, tuvo la sospecha de que ella no fuera más que el pobre instrumento de algún Poder Político Oculto. Refiere también un diálogo sostenido cori un hermano más altamente graduado, en que le hacía la misma confesión, con estas palabras: «Ud. está en situación de medir la mediocridad intelectual de la mayor parte de los veinticinco mil masones». (Copin, P. O., p. 26 y 284).
Y las personas inteligentes que hay en la Masonería no van a recibir de un magisterio tan poco sincero como ése las lecciones para adelantar en las ciencias. Ya he hecho notar en otra parte que el magisterio de la Masonería impone sus doctrinas a sus adeptos, es un magisterio como el de Pitágoras; su base es la autoridad del maestro, el magister dixit, y de un maestro, que no sabe dónde está ni quién es. La Masonería no inculca sus verdades, dice el Supremo Gran Maestre Pike. Las afirma una vez y con brevedad» (Preuss, A. F., 43).
El doctor Mackey dice que bastó que Preston diera a la Masonería una Filosofía, para que, sin aurora ni crepúsculo, una Fraternidad de luz brillara sobre las instrucciones de las logias. »Desde 1717, dice, la Hermandad se ocupaba de algo menos provechoso, pero más connnatural que el cultivo de la ciencia masónica. Las comidas agradables, los tragos de ponche, la armonía del canto, los miserables equívocos que habrían provocado la ira de Johnson algo más de lo que ha recordado Boswell, no dejaban tiempo para estudiar materias abstrusas. Las revelaciones del caballero Oliver nos suministran abundantes y positivas pruebas del estado inferior de la literatura masónica en aquellos días; y si queremos una prueba negativa la encontraremos en la absoluta ausencia de ningún libro digno de leerse sobre Masonería Científca, hasta la aparición de las obras de Hutchinson y de Preston». El lector se fijará que no se habla sino de la ciencia masónica, es decir, de ese tejido de leyendas e invenciones que se usan en los grados superiores, sobre todo para inculcar las doctrinas filosóficas de la secta, doctrinas que se hacen derivar dle los antiguos misterios paganos, y con las cuales se forma la historia más fabulosa de la Masonería.
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En la Masonería no hay Ciencia, y sí sólo una credulidad inverosímil en gente seria. «En realidad, los masones son creyentes, puesto que creen en la misión de la Viuda, en su santidad. Al menos así es por lo que toca al mayor número de ellos: Se ha llegado a persuadirles que la ciencia exigía la destrucción del catolicismo. Ellos no saben absolutamente nada por sí mismos, puesto que no son sabios. Aun en eso ha sido menester que crean lo que se les ha afirmado, Ellos han creído; tienen fe. Es una fuerza considerable. ¡Y es menester saber, es menester haber visto hasta dónde llega su alucinación! »Por el efecto de las sugestiones que reciben, esas inteligencias apenas debastadas se tienen por inteligencias científicas. Muy sinceramente esos lavadores de vajilla de las cocinas de la Viuda se consideran como precursores de la Ciencia y de la razón…» (Copin, C. J, 180- 181).
La idea que tienen los masones de altos grados filosóficos de la turbamulta de la Masonería Azul, puede colegirse de los siguientes testimonios tomados de sus escritos:
»Hay que notar que la gran mayoría de los masones están lejos de ser iniciados» y que »andan arrastrándose en las tinieblas de Egipto» (Chron., 1818, II, 28)
«La Masonería de los altos grados, dice Pike, enseña las grandes verdades de la ciencia intelectual; pero en cuanto a éstas y aun en cuanto a los rudimentos y primeros principios, la Ma.. azul está absolutamente muda. Sus dramas parecen tener por objeto enseñar la resurrección del cuerpo». «La pretendida posesión de misteriosos secretos, dice en otra parte, ha capacitado a la Masonería azul para contar sus iniciativas por decenas de miles. Nunca hubo pretensiones a la posesión de conocimientos secretos tan Sin fundamento y tan absurdos como esos de los grados del Cap.. del Arca Azul y Real».
«El simiesco cristianismo dle la Mas.., azul, agrega el mismo Pike, hizo dle ella una sociedad enervada e impotente con grandes y resonantes pretensiones y pobres realidades» (Cit. por Cathol. Encycl. Masonry).
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La palabra progreso es una de esas palabras mágicas con que la Masonería produce el encantamiento de los sencillos e ignorantes. Si se hubiera de llamar su acción en el mundo con un nombre apropiado, tal vez la palabra retroceso expresaría uno de los muchos conceptos con que debería apreciarse. Las guerras, los trastornos, las revoluciones que ha causado en el mundo, con su cortejo de infinitos males, que destruyen y retardan todo progreso verdadero, bastaría para justificarlo.
La licencia de costumbres, fruto de las libertades satánicas que enseña, está haciendo volver a los pueblos cristianos a los abismos de degradación pagana de que la Iglesia los había levantado.
La dignidad de la familia se ve cada día más por los suelos, merced a los esfuerzos de la Masonería por destruirla. Se quiere llegar no sólo a la disolución del matrimonio por el divorcio, sino al amor libre; se quiere traspasar aún los linderos del estado salvaje, para llegar a los del puro animal.
En materia de religión, está llevando al mundo no sólo al paganismo antiguo, no sólo al culto del sol, al culto de la naturaleza, al culto de la carne, sino que con el materialismo declarado de que se hace gala, se retrocede más atrás de la humanidad misma, para llegar a la condición del mismo bruto, que no adora a Dios, porque no tiene capacidad para conocerlo.
Los furores de crueldad, de saqueos, de deshonestidad, a que se han entregado los pueblos cuando se les ha quitado el freno de la religión, están diciendo si ha de mirarse como un progreso envidiable o como un retroceso horrendo eso que la Masonería acaricia como un bello ideal, el llegar a ser cada uno el dios de sí mismo. «Donde el cristianisruo es ardiente, escribe Bourget, las costumbres se levantan; donde languidece, descienden. Es el árbol en que florecen las virtudes humanas, sin la práctica de las cuales, las sociedades humanas están condenadas a perecer. Os ruego proclamarlo expresamente: se desmoraliza al país arrancándole la fe, se comete un asesinato, un asesinato moral, descristianizándolo. No hay salvación social fuera de las virtudes del decálogo. ¡Esta fué la convicción de Le Play, fué la de Taine, es la mía !»
Y será la de todas las almas sinceras. ¡Eso sí que lo que para nosotros es una desgracia, para la Masonería es un ideal! Y lo más triste es que hay muchísimos masones que, sin haber perdido el sentido moral común a los hombres, no se dan cuenta aún de ese ideal de la Viuda en cuya casa están viviendo!